Y la mejor dieta del mundo es…

A pesar de su bien ganada fama, la dieta Mediterránea no es superior a otro saludable régimen alimentario.
A pesar de su bien ganada fama, la dieta Mediterránea no es superior a otro saludable régimen alimentario.

Ninguna. Después de leer montañas de libros, artículos de presa, escuchar a “expertos” en la televisión y consultar a cuanto nutricionista autodidacta propone su receta mágica, solo nos queda una enorme confusión. El mercado de las dietas milagrosas nos vende ese galimatías como verdades y luego nos cobra en dinero contante, y salud, nuestra ingenuidad.

Si bien la comunidad científica ha producido muy serias investigaciones sobre la cuestión, ninguna hasta el momento ha mostrado la superioridad de la dieta Mediterránea sobre la de los habitantes de Okinawa o la Nórdica, por mencionar algunas de las más populares. Sin embargo, existe cierto consenso sobre alimentos y estilos de vida que contribuyen a mantenernos saludables.

Dietas milagrosas o la gran estafa

David Katz, un reconocido académico estadounidense del Prevention Research Center de la Universidad de Yale, confiesa su angustia cuando lee los titulares de los medios y los libros sobre dietas. “Estamos pagando la ignorancia con vidas humanas”, dijo en declaraciones a The Atlantic. Katz se cuenta entre quienes afirman que no hay estudios rigurosos, basados en una metodología objetiva, cuyas conclusiones hayan demostrado la superioridad de un régimen alimentario determinado.

No obstante, este experto resume su opinión al respecto en un simple consejo para mejorar la salud: “una dieta de alimentos mínimamente procesados, cercanos a la naturaleza, en especial plantas”.

¿La mejor dieta? Una buena ración de escepticismo ante quienes nos venden recetas mágicas (AP/J. Scott Applewhite)
¿La mejor dieta? Una buena ración de escepticismo ante quienes nos venden recetas mágicas (AP/J. Scott Applewhite)

La búsqueda de la dieta perfecta enfrenta dificultades concretas, derivadas básicamente de la recolección de datos. ¿Cómo comprobar una hipótesis sobre las ventajas o perjuicios de un grupo de alimentos en una población amplia? ¿Cómo controlar el menú fuera de un laboratorio donde un puñado de personas se alimenta bajo la mirada de los científicos? ¿Y cuántos factores influyen en el estado de salud, además de lo que comemos cada día?

Una extensa investigación, publicada este año por la revista británica The Lancet, reconocía la imposibilidad de extraer resultados definitivos en este campo. Los autores analizaron el consumo de 17 alimentos y nutrientes en 187 países, con datos de 1990 y 2010. La muestra comprendía alrededor de 4.500 millones de personas. Paradójicamente, la lista de países con mejores hábitos alimentarios la encabezaban naciones pobrísimas del África Subsahariana, mientras en el Top 10 de los peores regímenes de alimentación aparecían economías desarrolladas como Estados Unidos, Bélgica, Islandia y Australia.

Un titular de los que exasperan a David Katz habría quizás anunciado, no sin una dosis de verdad: "¡Los malienses comen mejor que los norteamericanos!". Pero, ¿acaso todos los residentes en Mali, Chad, Camerún y Sierra Leona acceden a esa dieta natural que los distingue como promedio de estadounidenses y europeos? ¿Y todos los habitantes de Europa y Norteamérica se llenan con “fast food”?

Entonces, un primer ingrediente de la “dieta ideal” sería considerar con prudencia toda la información sobre dietas milagrosas, adelgazantes, súper saludables, etcétera.

La comida rápida o chatarra ha transformado a los mexicanos en el pueblo más obeso (Rodolfo Angulo/Cuartoscuro.com)
La comida rápida o chatarra ha transformado a los mexicanos en el pueblo más obeso (Rodolfo Angulo/Cuartoscuro.com)

No una, sino varias dietas

Más que una fórmula mágica, algunas señales para no perderse en la selva de la “nutrición para principiantes”. Según el famoso entrenador personal Harley Pasternak, que ha analizado varias de las dietas a la moda –Nórdica, Mediterránea, Okinawa, Asiática y Francesa— casi todas coinciden en la abundancia de alimentos bajos en grasa, pescado, proteínas magras, vegetales, frutas y legumbres.

En lugar de ofrecer una lista para el supermercado, Pasternak ha destacado la diferencia en los estilos de vida. Un ejemplo ilustrativo serían los franceses y su “paradójico” régimen alimentario, que incluye alimentos grasos como el queso, la mantequilla y el chocolate. Las claves del excelente estado de salud de los galos –solo alrededor del 14 por ciento de los adultos son obesos, casi nada frente al 70 por ciento en México— son las porciones reducidas y la actividad física frecuente.

Decididos a cambiar de dieta, el primer gesto podría ser deshacernos de toda la biblioteca de libros sobre nutrición y salir a caminar, sin rumbo. En su visible silencio, el cuerpo nos lo agradecerá.