Una adolescente muere tras inhalar helio en una fiesta

Ashley Long, antes de su muerte
Ashley Long, antes de su muerte

La cadena de acontecimientos que culminó con la muerte de Ashley Long el fin de semana pasado no es, en el fondo, nada fuera de lo habitual. Es una cadena de mentiras, alcohol, drogas y un deseo muy fuerte de ser aceptada por sus compañeros, pero nada de ello en dosis letales o escandalosas.

De hecho, es una historia de lo más común: esta chica, una estudiante aplicada de 14 años, residente en Eagle Point (Oregón, EE.UU.), le mintió a sus padres cuando les dijo que iba a ir a una fiesta de pijamas en casa de una amiga. El típico encuentro de ver la televisión con amigas, comer palomitas y luego dormir todas en el mismo cuarto, le pegaba mucho a esta adolescente, patosa y gordita, que había empapelado su cuarto con pósters de Justin Bieber y que aspiraba a ser una bióloga marina en el futuro.

Pero en realidad fue a una fiesta que había organizado la hermana mayor de una amiga suya, donde iban a beber alcohol y fumar marihuana. Una mentira más o menos común en todos los adolescentes de Estados Unidos que no quieren esperar a tener los 21 años legales para beber. A esto, se sumó otro hecho que últimamente está siendo cotidiano: alguien trajo un bote lleno de helio, el gas empleado para inflar globos, que, al ser inhalado por un ser humano, cambia la voz durante unos segundos y la hace más aguda, más de dibujo animado.

"Entonces le llegó a mi hija", cuenta el padrastro de Ashley, Justin Earp, tras haber hablado con las amigas de su hija. "Ella no quería hacerlo. Pero quería complacer a sus amigas. Así que le pusieron la máscara y le dijeron que no le iba a doler. Que solo la iba a hacer un poco más graciosa".

Al rato, Ashley murió.

Esta broma tan habitual en circos y demás fiestas, muy común también entre adolescentes, tiene ese efecto adverso: que el gas entre en el flujo sanguíneo, en forma de burbuja, y causa daños irreparables. El helio impide que llegue la sangre al cerebro y provoca un infarto.

No está claro todavía si eso es lo que le pasó a Ashley. Sería una muerte muy rara (solo hubo tres de ellas en 2010), pero factible. Sin embargo, eso no cambia que ella esté muerta, que su madre afirme estar "desconcertada y descorazonada", que la chica que trajo el alcohol y la marihuana a la fiesta esté detenida y que otras cuatro personas hayan sido interrogadas.

En el fondo, la muerte de Ashley no es más que una aberración estadística. Una cosa que no debería haber ocurrido porque ella estaba jugando a las normas de la adolescencia. Pero también sirve como potente recordatorio de que el deseo de complacer a los compañeros, de ser uno más (lo que en Estados Unidos se llama peer pressure) es una de las motivaciones más potentes a esas edades y suele pasar por hacer este tipo de cosas. Y aunque no siempre tiene estas consecuencias, lo cierto es que de vez en cuando ocurre.

Que no vuelvan a suceder estas cosas es el objetivo de la fundación Ashley, que los padres acaban de fundar en solo una semana. "A las 11.30 de la noche nos llamó la policía para avisarnos de que estaban intentando reanimar a nuestra hija", recuerda Justin. En cuanto llegaron al hospital, ya estaba muerta. Ahora solo quieren que su muerte sirva al menos de precedente, de ejemplo para los demás chavales de su edad.