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Un muerto bajo el billar y otras leyendas de Cayo Hueso

“Key West es un manicomio”. Eso le dijo Tony Tarracino al Chicano Tribune en 1990, meses después de haber ganado la alcaldía de esa ciudad. El pintoresco personaje, fundador del Captain Tony’s Saloon, también pudo haber afirmado que la isla era un cementerio habitado por fantasmas, o un pueblo donde la frontera entre lo legendario y la realidad se difumina como la huella de las olas sobre la playa.

Tarracino timoneó durante cuatro décadas el bar que lleva su nombre, uno de los más célebres sitios de la Florida. Tras las paredes amarillas del viejo caserón, la historia enlaza a piratas, un horrible asesinato, huesos sin nombre y otros episodios que justifican su fama.

La Dama de Azul y el árbol de los ahorcados

La leyenda del Captain Tony’s Saloon comenzó en 1851, cuando se construyó una fábrica de hielo, que funcionaba también como morgue. Entonces el pueblo no superaba los 3.000 habitantes. Pero antes de ese establecimiento, otro hecho había determinado el destino macabro del lugar: en el terreno crecía el árbol de los ahorcamientos, donde alrededor de una docena de piratas pagaron por sus fechorías.

En las ramas del improvisado cadalso murió también la Dama de Azul, cuyo espíritu agobiado, dicen, todavía habita la casa. Según la memoria local, la mujer asesinó a su esposo y dos hijos, luego descuartizó los cadáveres y lanzó los restos sangrantes a los animales. Un vecino de la familia observó la escena y avisó a los lugareños. La homicida, exhausta, no pudo huir de la turba enfurecida que la condenó de inmediato a morir en la horca. La imagen de su vestido azul cubierto de sangre sobrevivió al tiempo, más que su nombre.

La isla de los huesos

Los historiadores no han concluido la disputa sobre el origen del topónimo de Key West en español: Cayo Hueso. Algunos creen que los exploradores hispanos encontraron en la zona un cementerio de los indígenas, mientras otros atribuyen esa denominación a un árbol que los viajeros de la Península habrían encontrado.

En 1865 un huracán asoló el poblado. Las olas arrastraron con ellas a los cuerpos inermes que reposaban en la morgue. Según Jeff Belanger, un experto en fenómenos paranormales, los residentes bahameses –conocidos como “the Conch people”—rescataron solo un cadáver y lo enterraron cerca de los cimientos de la destruida edificación. Alrededor colocaron una pared con botellas llenas de agua bendita. Bajo el billar del Captain Tony’s Saloon, aseguran, descansa aún el difunto.

Más de un siglo después, los esqueletos de entre ocho y quince personas emergieron bajo el piso de madera del Captain Tony’s Saloon. Junto a los huesos apareció también la lápida de una mujer llamada Elvira, muerta el 21 de diciembre de 1822 a la edad de 19 años. Tanto la losa como una parte de los restos permanecen en el bar, como trofeos de un tétrico pasado.

Tony Tarracino, el personaje 

“Todo lo que necesitas en esta vida es un extraordinario apetito sexual y un gran ego, el cerebro no sirve para nada.” Con este slogan el Capitán Tarracino obtuvo en 1989 la alcaldía de Key West, por apenas 32 votos de diferencia. Cuatro años antes había perdido frente a Tom Sawyer (nada que ver con el personaje de Mark Twain). Su programa de gobierno pretendía, simplemente, devolver a Cayo Hueso su mística de antaño.

“La gente que venía a Key West solían ser personajes. Estos chicos que llegan ahora parecen vegetales: el mismo corte de cabello, los mismos calcetines… lucen como comerciales de televisión”, dijo al Chicago Tribune. Tarracino se ganó en especial la simpatía de la tropa de artistas y trotamundos que celebran la caída del sol cada atardecer en Mallory Dock. El alcalde se opuso a prohibir la ceremonia y sumó votos a su leyenda.

Este hijo de inmigrantes italianos desembarcó en el cayo en 1948, con menos de 20 dólares en el bolsillo y un doloroso recuerdo en los huesos de la mafia de New Jersey. Diez años después compró el languideciente Duval Club, un bar gay que había perdido su clientela de marinos. En lo sucesivo el Captain Tony’s Saloon recuperó la celebridad de los años 30, cuando Josie Russell fundó allí otro mítico establecimiento de la Florida, el Sloppy Joe’s Bar.

Tarracino compartió tragos, entre otros, con Ernest Hemingway, pero no lo conoció demasiado porque el escritor siempre andaba borracho. Además, confesó el capitán al Chicago Tribune, era un tipo “áspero, desagradable y mal hablado.”

En 2008 murió este pintoresco habitante de Key West. Dejó como herencia una biografía digna del cine: jugador, traficante de armas, pescador, padre de 13 hijos, amante de innumerables mujeres…