Transmilenio, el espejo roto donde se mira Bogotá

Los buses de Transmilenio transformaron radicalmente el transporte público en Bogotá (AFP/Luis Acosta)
Los buses de Transmilenio transformaron radicalmente el transporte público en Bogotá (AFP/Luis Acosta)

Hace 15 años la capital de Colombia echó a andar un ambicioso sistema de transporte público. Los cronistas locales afirman que Transmilenio transformó la ciudad. Pero los habitantes de esa urbe, desde las autoridades hasta el más simple ciudadano, lo están matando lentamente. El esplendor y decadencia de Transmilenio reflejan, en fin, uno de los rasgos esenciales del subdesarrollo.

Los bogotanos aún pueden sentirse orgullosos. Este sistema de autobuses de tránsito rápido (BRT) abarca 112,9 kilómetros de vías en operaciones, más que ningún otro en América Latina y entre lo más extensos del mundo. Gracias a este proyecto, Bogotá emergió de la crisis de movilidad de finales del siglo pasado. Transmilenio mueve alrededor de dos millones de pasajeros cada día, en otras palabras, un tercio de la demanda de transporte público capitalino.

Las ventanas rotas del Transmilenio

Una nueva crisis. Las estaciones y autobuses se han convertido en el escenario donde actúan mendigos, vendedores ambulantes, ladronzuelos y verdaderos delincuentes, observados por un público que vacila entre la indignación y la indiferencia. Nada nuevo bajo el sol de Bogotá.

El retraso de la inversiones en Transmilenio han agudizado la congestión del sistema (AP /Fernando Vergara)
El retraso de la inversiones en Transmilenio han agudizado la congestión del sistema (AP /Fernando Vergara)

En febrero de 2011 la Policía Nacional lanzó un operativo para devolver la tranquilidad a los pasajeros. Los uniformados capturaron a cientos de malhechores, miles de armas blancas y de fuego, e incautaron más de 165.000 dosis de estupefacientes. Nueve meses después, se reunieron los principales responsables del funcionamiento y la seguridad del sistema. Acordaron un plan de acción. Prometieron una solución definitiva.

Transmilenio ha vuelto a los titulares de la prensa en Colombia durante las últimas semanas. Y no para elogiar su servicio. El 27 de abril pasado una banda de atracadores asaltó un autobús y robaron a varios pasajeros. Luego abandonaron la estación, armas a la vista, sin que la policía acudiera para socorrer a las víctimas. ¿Incidente aislado? No.

Según los últimos sondeos, el 83 por ciento de los usuarios de Transmilenio considera inseguro el sistema. De acuerdo con datos publicados por El Tiempo, las denuncias por actos delictivos se han disparado en la última década: de 276 en 2004 a 2.567 en 2014. Paradoja en una ciudad donde los homicidios y robos (en viviendas, automóviles e instituciones bancarias) han decrecido notablemente.

¿Por qué Transmilenio, tan admirado dentro y fuera de Colombia, ha caído en este torbellino de violencia? Cada día viajan en los autobuses más de 50.000 personas “coladas”. El resto de los pasajeros suelen observar este delito, en apariencia irrisorio, con indiferencia. Lo mismo ocurre con los grafitis, los vendedores ambulantes, los hurtos cotidianos. La gente se ha resignado, quizás, a que todo funcione de mal en peor. Y los delincuentes, en ese decorado de “ventanas rotas” que nadie repara, penetran y destruyen otras ventanas, y puertas, y viajes antes tranquilos.

Gustavo Petro no oculta su preferencia por la construcción de un metro en Bogotá (AFP/Guillermo Legaria)
Gustavo Petro no oculta su preferencia por la construcción de un metro en Bogotá (AFP/Guillermo Legaria)

El ring de las autoridades

A los bogotanos les queda el escepticismo. Mientras el Transmilenio se deteriora, el alcalde Gustavo Petro y el jefe de la Policía Metropolitana, Humberto Guatibonza, practican el pugilismo en la plaza pública. En lugar de puñetazos, lanzan declaraciones que solo convencen a la ciudadanía de su desamparo.

Días atrás el ministerio de Defensa anunció el despliegue de 400 agentes del orden, lo cuales se sumarán a los 900 ya en el terreno. Petro calificó la medida de insuficiente y recordó operativos anteriores, que se desvanecieron al poco tiempo de comenzar.

“Todo es efímero”, ha dicho el analista de seguridad Hugo Acero en declaraciones a El Tiempo. En efecto, si la policía aparece y se esfuma, los planes de acción surgen y se engavetan, y nadie piensa en una respuesta sostenible a la crisis en Transmilenio, el sistema solo empeorará. Otro ejemplo será, entonces, de la incapacidad de mantener proyectos durante largo tiempo, característica del subdesarrollo. La falta de constancia, esa mueca tan nuestra.