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Torrentius, el pintor hereje que escandalizó Holanda

En apariencia es otro bodegón más —aunque ejecutado con maestría— entre los muchos que posee el impresionante Rijksmuseum de Ámsterdam. Sin embargo, esta pequeña pintura de apenas 50 por 50 centímetros, titulada Bodegón con vaso, jarras y brida, es una de las más enigmáticas de las miles que posee la pinacoteca holandesa.

El título de la obra es bastante descriptivo respecto a lo que encontramos echando un rápido vistazo a este óleo pues, efectivamente, vemos en la pintura un vaso de cristal flanqueado por unas muy realistas jarras de vino y agua, así como una brida. Pero hay, además, dos pipas de tabaco y un fragmento de papel con notas musicales y un texto escrito en holandés.

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A primera vista no hay nada extraño en la obra, pero si hojeamos el catálogo del museo, veremos que los autores del texto identifican al creador de la tabla, el holandés Jan Simonsz van der Beeck, alias Jan Torrentius, como un posible miembro de la Orden Rosacruz.

Esta supuesta sociedad secreta de carácter místico y esotérico se popularizó en 1614 —precisamente el año de creación de la pintura que nos ocupa— con la publicación de un libro titulado Fama Fraternitatis. Los expertos del museo holandés vincularon a Torrentius con los rosacruces siguiendo una hipótesis que interpreta dos letras que aparecen en la pintura —ER— como Eques Rosae-Crucis, es decir: "Caballero de la Rosa Cruz".

La cuestión no pasaría de anécdota de no ser porque contamos con un buen puñado de documentos históricos que revelan a Torrentius como un personaje realmente singular, que protagonizó uno de los sucesos más escandalosos de la historia de Holanda en la primera mitad del siglo XVII.

En el año 1627 Torrentius fue detenido, torturado y juzgado por las autoridades de Haarlem a causa de "su ateismo, sus abominables y terribles blasfemias y su dañina y asombrosa herejía". A estos cargos habría que sumar su comportamiento lascivo y licencioso, pues el pintor era célebre por deshonrar jovencitas de buena familia, frecuentar burdeles y realizar pinturas de contenido pornográfico.

En un principio las autoridades habían sentenciado al pintor a morir quemado en la hoguera, pero finalmente su condena fue conmutada por veinte años de prisión. Por suerte para Torrentius, los detalles de su detención llegaron a oídos del rey Carlos I de Inglaterra, un destacado mecenas y amante del arte en su época, quien decidió interceder a favor del artista.

Fue así como, gracias al monarca británico, Jan Torrentius fue puesto en libertad tras dos años de cárcel, y en 1629 se trasladó a Londres para trabajar al servicio del Rey, quien había prometido a su homólogo holandés que procuraría moderar los excesos del artista.

Por desgracia, Carlos I no logró cumplir su promesa, pues Torrentius continuó con sus desmanes en suelo inglés, y en 1632 se vio obligado a regresar a su tierra natal dejando atrás no pocos escándalos.

Su comportamiento procaz no cesó a pesar de su desagradable experiencia con la justicia holandesa, y años después volvió a ser detenido a causa de los mismos crímenes. En esta ocasión, sin embargo, el artista no logró sobrevivir a las torturas infligidas por sus captores, y falleció en 1644.

Tampoco sobrevivieron la gran mayoría de sus obras, devoradas por las llamas de una hoguera para acabar con aquella creación pornográfica.

Regresando a la pintura del Rijksmuseum —la única que ha sido identificada con certeza como obra de Torrentius—, podemos examinar con más atención el texto en holandés que, supuestamente, alude a su condición de Caballero de Rosacruz.

La cita, rodeada de notas musicales, reza más o menos así, una vez traducida al castellano: "Un comportamiento excesivo será castigado de forma excesiva".

Aunque en principio, y conociendo los antecedentes judiciales de Torrentius, la hipótesis del "Caballero Rosacruz" podría parecer coherente, lo cierto es que el significado de la pintura tiene poco que ver con ello. La frase anterior parece ser, en realidad, una llamada a la moderación en la conducta.

El mismo año de la realización de la pintura —1614— veía la luz en Ámsterdam el libro Sinnepoppen (literalmente Muñecas del espíritu), en el que su autor, Roemer Visscher, incluía un emblema que aludía a la moderación y la templanza, y que es prácticamente idéntico a la pintura de Torrentius.

Si nos fijamos en los objetos que aparecen en la obra de arte veremos que, efectivamente, están relacionados con esa virtud. Tanto la jarra de vino como las pipas están vinculadas con dos costumbres (beber y fumar), en las que es recomendable la moderación.

Por otra parte, la brida, un utensilio empleado para frenar a los caballos, también era un símbolo que aludía a la templanza, y de hecho así se representaba a esta virtud en el tratado Iconología de Cesare Ripa, publicado en 1593.

Sabemos gracias a distintos documentos de la época que el pintor y Visscher —dos personajes destacados de Ámsterdam— contaban con amigos comunes, por lo que lo más probable es que se conocieran. Así, Torrentius habría tenido ocasión de contemplar la alegoría de Visscher en su libro, y la plasmó casi del mismo modo en su pintura.

No hay prueba alguna de que Torrentius fuera en efecto un Caballero Rosacruz. La hipótesis, curiosamente, fue propuesta en la primera mitad del siglo XX por A. J. Rehorst, un coleccionista que decía ser rosacruz y que pretendía demostrar que una pintura que poseía era obra de Torrentius.

No hay duda que el artista holandés fue un personaje incómodo y excéntrico a ojos de sus contemporáneos, pero con toda certeza su condena estuvo causada por su ateismo, su comportamiento lascivo y sus pinturas eróticas.

El verdadero misterio está en averiguar si alguna otra de sus obras sobrevivió al fuego de la hoguera y, sobre todo, por qué alguien con su historial de vida llena de excesos pintaría una alegoría de la moderación y la templanza. ¿Pudo ser, quizá, un encargo de su paisano Visscher?