Taichung, donde la luz al final del arcoíris no es un cuento chino

Cuando en China se habla de "villas familiares" la realidad es menos feliz que la imagen visual que podría sugerir su nombre. Las villas son antiguas aldeas construidas en las décadas 40 y 50, cuyo propósito original fue servir como vivienda provisional para los soldados nacionalistas después de que el gobierno del KMT se restableciera en Taiwán. La mayoría de estos barrios —construidos con premura y limitación de fondos— terminaron convirtiéndose en asentamientos permanentes que con el paso de los años se han derrumbado o sufren problemas de deterioro, abandono y marginalidad.

Pero escondida en una esquina de la gran ciudad de Taichung, en la costa oeste de Taiwán, la que un día fue una gris y monótona villa para militares es hoy un vibrante y popular foco turístico gracias a las coloridas pinturas de uno de sus habitantes, Huang Yung-fu, un veterano de 90 años.

Bautizada como Rainbow village (villa del arcoíris), esta aldea se ha ido transformando en uno de los lugares más visitados del centro de Taichung; prácticamente todas sus paredes y callejones están cubiertas de búfalos, aviones, aborígenes, pandas, aves, números, letras, frases y hasta famosas personalidades de la televisión, dibujadas con los simples trazos del "abuelo Huang" quien, por puro placer, comenzó pintando su propia vivienda en el 2008. Los estudiantes de una universidad cercana parecen haber sido los primeros en descubrir al talentoso anciano, se tomaban fotos frente a sus murales y las publicaban online. Poco a poco el poblado se fue convirtiendo en un fenómeno viral, llamando la atención de turistas de Malasia, Japón y Corea.

Casi todo el que visita Taichung se llega a la aldea. Sus grafitis son el background de fotos de boda, familias y grupos de amigos que van hasta allí para posar frente un idílico entorno de caricaturas multicolores. Huang Yung-fu nunca sospechó que tanta gente iba a apreciar su arte primitivo y feliz, pero mucho más difícil de imaginar era que, casi a punto de demoler la villa para desarrollar un moderno proyecto de reforma urbana, la obra de este anciano fuera capaz de detenerlo. Los demás residentes y otro grupo de personas se unieron en la lucha por salvar la aldea, hasta lograr que el gobierno de la ciudad considerara modificar su plan y conservar este nuevo espacio de arte público.

Entrar a la villa es gratis (el que desee puede hacer una donación), pero como algunos residentes siguen viviendo aquí solo se pide a los turistas que no la visiten demasiado temprano, al mediodía, ni después de ponerse el sol. Como todos los días, allí estará el "abuelo arcoíris" buscando en los periódicos otros temas para seguir dibujando… más ahora que la pintura se ha convertido en el principal objetivo de su vida.

Fotografías: Etonkwok, zosoiv71 y J€RRY.