Sonia Delaunay, la "maga" del color abstracto

Una artista esencial del arte moderno

'Desnudo amarillo' (1908), de Sonia Delaunay | © Pracusa / Museo de Bellas Artes de Nantes.
'Desnudo amarillo' (1908), de Sonia Delaunay | © Pracusa / Museo de Bellas Artes de Nantes.

Durante años, en las animadas y apasionantes décadas de 1910 y 1920, la vivienda parisina de Robert y Sonia Delaunay se convirtió en una especie de centro de peregrinación de la vanguardia, al que acudían pintores, poetas y otros personajes de la efervescente comunidad intelectual y artística de la capital del Sena.

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Aquel apartamento, en el que residieron durante años, era un auténtico collage en tres dimensiones, en el que se conjugaban con maestría las pinturas de Robert y los objetos y piezas decorativas de Sonia, todo dando forma a una obra gigantesca y común que seguía los postulados del simultaneísmo, término que los propios Delaunay acuñaron para referirse a su uso del contraste de colores simultáneos siguiendo las teorías científicas sobre el color vigentes en aquella época.

La obra del matrimonio Delaunay fue siempre de la mano, complementándose a la perfección: él plasmó sus planteamientos en lienzos, mientras que ella los modeló en cualquier superficie u objeto de uso cotidiano, ya fueran telas, vestidos, muebles, libros, etc. Sin embargo, y en gran medida debido a la consideración inferior que siempre recibieron las llamadas “artes aplicadas” en el mundo del arte, la obra de Sonia quedó durante mucho tiempo en segundo plano, siempre a favor de su marido, que había dedicado todos sus esfuerzos a la pintura.

Décadas antes de su revelación artística, en 1885, Sonia Delaunay –cuyo nombre real era Sarah Ilinitchna Stern–, había llegado al mundo en Odessa (actual Ucrania), en el seno de una familia de escasos recursos económicos. Esa fue la razón que llevó a sus padres a enviarla a San Petersburgo, donde residían unos tíos maternos de holgada posición económica.

Allí cambió de vida y de nombre, siendo a partir de entonces Sonia Terk, y allí comenzó su formación académica y artística. Su tío, a partir de entonces padre adoptivo, era un adinerado abogado y coleccionista de arte, y gracias a él recibió una esmerada educación que incluyó el aprendizaje de varios idiomas, el estudio en su completa biblioteca, la visita a numerosos e importantes museos de toda Europa, y finalmente su ingreso en 1904 la Academia de Bellas Artes de Karlsruhe (Alemania), donde estudió pintura bajo la tutela de Ludwig Schmid-Reutte.

'Vestidos simultáneos', de S. Delaunay | © Procusa / Museo Thyssen-Bornesmiza.
'Vestidos simultáneos', de S. Delaunay | © Procusa / Museo Thyssen-Bornesmiza.

Dos años más tarde, Sonia continuó expandiendo sus horizontes artísticos. Sabía que si quería sobresalir entre los pintores de la época debía viajar a París, capital de las vanguardias en aquellos años, y así lo hizo. En la capital gala se matriculó en la Académie de la Palette, y pronto se aseguró un hueco entre los pintores de la ciudad gracias al marchante homosexual Wilhelm Uhde. Éste se convirtió en su promotor, amigo y confidente, hasta el punto de que accedió a casarse con Sonia cuando ésta necesitó un matrimonio de conveniencia para evitar su regreso a Rusia, desde donde la reclamaban sus padres adoptivos.

Tras su llegada a París, Sonia se vio influida por la obra de los expresionistas alemanes, pero también por la obra de Van Gogh y Gauguin. Sin embargo, poco después fue otra corriente la que llamó atención: el fauvismo y su uso provocador del color. En aquel tiempo realizó su primera exposición de pinturas de estilo fauve en la galería de Uhde, y fue allí donde conoció al amor de su vida, Robert Delaunay.

La complicidad –sentimental y artística– no tardó en surgir entre ambos, y tras divorciarse de su amigo y protector, Sonia se casó con Robert. Con su vida en común se inició también una de las carreras más productivas e inspiradas de las vanguardias de aquellos años, con Robert volcado en la pintura y Sonia dedicada a las artes decorativas, ambas desde el mismo prisma simultaneista con el color como protagonista.

Cuando nació su hijo, Sonia se afanó en crear una colcha para su cuna, inspirándose en los diseños populares rusos. Aquella pieza de patchwork, creada a partir de telas de distintos colores y formas, suele considerarse hoy por los estudiosos como el origen de su particular concepción del arte plasmado en todo tipo de soportes. De hecho, sus propios amigos artistas, reconocieron en aquella sencilla pieza doméstica una evolución del cubismo impulsada por el color.

Robert animó a su mujer a centrarse en su particular visión de las artes decorativas, en aquel entonces en pleno auge, y dejar a un lado la pintura, en la que él ya estaba volcado. Aquella decisión apartó a Sonia de la “primera línea” artística, pero resultó ser muy provechosa en términos creativos.

'La serpiente negra' (1967) | © Pracusa / Museo de Bellas Artes de Nantes.
'La serpiente negra' (1967) | © Pracusa / Museo de Bellas Artes de Nantes.

En 1914, mientras veraneaba en Hondarribia, la familia Delaunay se vio sorprendida por el inicio de la Primera Guerra Mundial, lo que les llevó a decidir establecerse temporalmente en España. Primero se trasladaron a Madrid, y un año después se mudaron a Lisboa, donde entraron en contacto con artistas portugueses de vanguardia. En este tiempo en España y Portugal, Sonia volvió a pintar y recuperó la figuración, reflejando escenas cotidianas como ‘La vendedora de naranjas’ (1915) o ‘Cantantes de flamenco’ (1915-16).

De Lisboa los Delaunay pasaron brevemente a Barcelona y después regresaron a Madrid, donde con el apoyo de Diághilev –fundador de los ballets rusos–, Sonia estableció una tienda de ropa y decoración en la capital. En ‘Casa Sonia’, como se llamó al establecimiento, Delaunay diseñó vestidos de colores vivos en estilo simultaneista que acabaron causando furor entre la clase alta madrileña.

El éxito de Casa Sonia y sus creaciones llegó a tal punto que los Delaunay decidieron abrir sedes en Bilbao y Barcelona, y los beneficios que les reportó aquel negocio supuso un salvavidas para la familia, que había sufrido problemas económicos desde que la Revolución Rusa de 1917 hubiese cortado su fuente principal de ingresos, procedentes del país natal de la artista.

Tras el fin de la guerra mundial, los Delaunay decidieron regresar a París en 1921, y no tardaron en recuperar de nuevo el círculo de sus amistades y su actividad artística. Mientras Robert continuaba volcado en la pintura, Sonia siguió explotando las oportunidades comerciales de su particular visión del arte, y se asoció con el modisto Jacques Heim, con quien creó el Atelier sumultané (Taller simultáneo).

Tras años creando vestidos y piezas de decoración que adquirían artistas de Hollywood y miembros de las clases parisinas más adineradas, la crisis económica de finales de los años 20 abrió un paréntesis en el proyecto artístico-comercial de Sonia Delaunay, quien a partir de 1931 se volcó junto a su marido en el desarrollo de su concepción del arte abstracto. Sonia participó junto a Robert en la decoración de los pabellones creados por los arquitectos Felix Aublet y Mallet Stevens, entre otras obras, pero nunca dejó de lado su interés por las artes decorativas.

'Prismas eléctricos' (1914) | © Pracusa / CNAP.
'Prismas eléctricos' (1914) | © Pracusa / CNAP.

En 1941 se produjo la muerte de Robert y pese a la enorme tristeza que le causó la muerte de su marido, el suceso supuso la liberación como artista de Sonia, que volvió a volcarse en la pintura tras años en los que había dejado esa faceta artística a su esposo. Sonia se dedicó también en aquel tiempo a promover y reivindicar la carrera de Robert, organizando la primera retrospectiva sobre su obra.

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Una década más tarde llegaría su turno. En los años cincuenta fue su propia obra la que comenzó a ser reconocida con recopilaciones de sus creaciones, y en 1958 se celebró la primera retrospectiva sobre su carrera en el Städischs Kunsthaus de Bielefeld, que reunió un total de 250 piezas. Después de la Segunda Guerra Mundial Sonia se había convertido en un referente para una nueva generación de pintores interesados en la pintura abstracta, y a ella, y a sus preciosas y vivas piezas de arte decorativo siguió dedicando el resto de su vida. Tanto es así, que la muerte le sorprendió a los 94 años, en diciembre de 1979, mientras trabajaba en su taller con la misma pasión que en sus primeros años.

[Nota: La Tate Modern de Londres alberga hasta el próximo 9 de agosto una exposición sobre la vida y obra de Sonia Delaunay]