Robo de bancos, solo en las películas

Bonnie y Clyde, los legendarios atracadores de los años 30 (Wikimedia Commons)
Bonnie y Clyde, los legendarios atracadores de los años 30 (Wikimedia Commons)

Los atracadores de bancos son una especie en peligro de extinción. La migración a Internet de las transacciones financieras corrientes y el reforzamiento de la seguridad en las sucursales amenaza con dejar sin empleo y nostálgicos a quienes permanecen en ese "negocio". Algunos deberán resignarse y buscar un trabajo serio, otros engrosarán las filas del crimen informático, que vive su edad de oro.

Investigaciones recientes han revelado las desoladoras perspectivas para los seguidores de Bonnie y Clyde, los legendarios ladrones de los años 30 en Estados Unidos. Por el bien de las finanzas personales y de la salud, resulta más rentable buscar un empleo real: incluso el peor pagado podría superar las ganancias de un asaltante en estos días.

Un mal negocio

Las cifras de la Asociación Británica de Banqueros despejan cualquier duda sobre la decadencia del viejo "oficio". En la última década el número de atracos cayó en 90 por ciento en las sucursales del Reino Unido. En 2011 apenas se cometieron 66 actos delictivos de ese tipo.

En Estados Unidos las oficinas bancarias han experimentado con alivio el declive de los ataques. Según estadísticas preliminares del Buró Federal de Investigaciones (FBI), que se ocupa de investigar los casos, en 2012 se produjeron 3.870 robos en instituciones financieras, casi la mitad de lo reportado diez años atrás.

El monto sustraído también ha descendido en consecuencia. Si en 2003 los malhechores se llevaron consigo alrededor de 77 millones de dólares, en 2011 esa suma superó apenas los 38 millones de dólares. Vista fríamente, esa cantidad parece enorme, pero cuando la relacionamos con el total de incidentes, entonces comprendemos la precariedad del "negocio".

El botín promedio en 2011 excedió los 7.600 dólares por atraco en Estados Unidos. De acuerdo con la Oficina del Censo, el ingreso anual promedio en Estados Unidos entre 2008 y 2012 sobrepasó los 28.000 dólares per cápita. Dicho de otra manera: un delincuente dedicado al asalto de sucursales tendría que ejecutar cuatro operaciones para igualar las entradas de sus honestos vecinos.

Y parece sencillo --¡solo cuatro!--, pero en cada intento se acrecientan las posibilidades de ser atrapado por las autoridades o por los sistemas de seguridad de las sucursales. En la última década los grandes bancos han invertido importantes recursos en mejorar la protección de sus oficinas. El retorno de esa inversión ha justificado con creces el gasto.

En Estados Unidos algunos bancos comenzaron a colocar cristales blindados en las cajas e instalaron sistemas automáticos de cierre en los vestíbulos, para evitar la huida de los bandidos. Según un reporte de la cadena británica BBC, la utilización de circuitos cerrados de televisión (CCTV), aerosoles "ADN" –que generan marcas casi imborrables en ropas y piel—, pantallas protectoras y nubes de gases que desorientan a los cacos ha reducido la efectividad de los atracadores. Además, las sucursales suelen guardar mucho menos dinero en efectivo que años atrás.

La justicia federal estadounidense también ha incrementado las penas para los asaltantes de instituciones financieras. The Wall Street Journal comparó los casos de Eddie Dodson, condenado a 10 años de prisión por robos en 64 bancos, a inicios de la década de 1980; y Harold Walden, sentenciado a 73 años de cárcel en 1992 por el asalto a cinco sucursales.

El tiro de gracia a esta antigua "profesión" lo han dado las tecnologías informáticas, que permiten la transferencia de muchas operaciones a Internet. Los cajeros automáticos y los accesos online a los bancos terminarán por eliminar también el empleo de los cajeros y entonces el dinero líquido habrá prácticamente desaparecido de las sucursales. Esta transición, no obstante, ha abonado la proliferación de un nuevo tipo de criminal, que ejecuta sus fechorías en las redes.

Las intervenciones policiales para atrapar a los asaltantes pronto no serán necesarias (Wikimedia Commons)
Las intervenciones policiales para atrapar a los asaltantes pronto no serán necesarias (Wikimedia Commons)

El dinero está en otra parte

Si los bancos se mueven al universo virtual, allí también se han mudado los bandidos. Ya no amenazan con pistolas –reales o de juguete— a los aterrorizados cajeros de una sucursal, o extienden una nota con instrucciones sobre cuánto necesitan. Ahora se hacen llamar hackers y pueblan las avenidas del crimen informático alrededor del planeta.

En este mundo paralelo las ganancias desbordan las inversiones necesarias para apoderarse de una cuenta de cheques o varias tarjetas de crédito. Según un estudio de la división SecureWorks de la compañía Dell, citado por la BBC, por apenas 300 dólares se pueden obtener los detalles de una cuenta de 300.000 dólares, además del nombre de usuario y la contraseña para acceder a los fondos online.

Los hackers se han especializado en la incursión en las bases de datos. Gracias a las vulnerabilidades descubiertas en estos sistemas de almacenamiento, pueden ofrecer perfiles completos de clientes –los llamados Fullz—por apenas 25 dólares si la víctima vive en Estados Unidos. La información de esos dossiers incluye la dirección particular, los números de teléfono y correos electrónicos, la fecha de nacimiento y el número de seguridad social u otro documento de identidad.

El objetivo preferido y más barato son las tarjetas de crédito. La mencionada investigación reveló que por solo cuatro dólares se puede conseguir los detalles sobre una Visa o una MasterCard de Estados Unidos. El único inconveniente: del otro lado de la pantalla no se agitan nerviosos cajeros, sino criminales que pueden usar sus habilidades informáticas contra cualquiera, incluso si se trata de un antiguo cliente.

En su Reporte sobre el Crimen en Internet de 2012, el Internet Crime Complaint Center (IC3) de Estados Unidos registró 289.876 denuncias y pérdidas no verificadas por más de 525 millones de dólares, un incremento de 8,3 por con respecto a 2012. Desde su fundación en 2000 el IC3 ha procesado cerca de tres millones de demandas por crímenes en la red de redes.