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Prohibido morirse y otras leyes absurdas

En el intrincado mundo de las leyes, algunos fósiles sobreviven para mostrarnos cuán caprichosos somos los humanos cuando regulamos el comportamiento de la sociedad. Algunas normas de otros tiempos, que hoy nos causan risa o asombro, no han pasado de ser leyendas urbanas. Otras rigen aún y pueden enviar a la cárcel a cualquier desventurado hijo de vecino.

Muertes imposibles

Nadie debe morir en el Palacio de Westminster, en Londres, sede de la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores. Es un crimen… o al menos eso creen muchos británicos. En rigor, según la cadena BBC, tres personajes han muerto en los terrenos de la emblemática edificación, en una de cuyas fachadas se levanta la torre del Big Ben: Guy Fawkes, el conspirador cuya máscara se hizo popular gracias a la película "V de Vendetta"; Sir Walter Raleigh, recordado entre otras hazañas por introducir el tabaco en Inglaterra; y Spencer Perceval, el único primer ministro asesinado en la historia británica.

Según la leyenda, la razón de esta absurda ley sería la obligación de realizar funerales de Estado a quienes fallecen en Westminster, un privilegio reservado al rey y la reina. Sin embargo, fuentes de la Cámara de los Comunes han negado la existencia de semejante disposición legal.

Donde ciertamente nadie puede ser enterrado es en Longyearbyen, una diminuta ciudad en el archipiélago noruego de Svalbard, dentro del Círculo Polar Ártico. Hace 70 años las autoridades descubrieron que los cuerpos depositados en el cementerio local no se descomponían, debido a las temperaturas extremadamente bajas en la capa de permafrost. Desde entonces los cadáveres son enviados a territorio continental y las personas enfermas de gravedad también deben abandonar la isla por vía aérea o en barco.

La conservación de los cuerpos en el camposanto local ha atraído la curiosidad de muchas personas, que sueñan con resucitar en un futuro, cuando la ciencia encuentre un método para vencer a la muerte. Sin embargo, pocos resisten el clima inhóspito. La mayoría de los habitantes del asentamiento –alrededor de 1.600 personas—no residen allí por más de seis años. Solo los empleados públicos y los trabajadores de la mina de carbón de Adventdalen resisten por más tiempo las frías temperaturas, que solo en julio y agosto suben de cero grados Celsius.

La imagen sagrada de Su Majestad

Tailandia, uno de los destinos turísticos populares del sudeste asiático, posee una de las legislaciones más rocambolescas para el entendimiento occidental. En ese país la familia real –el monarca Bhumibol Adulyadej y sus ancestros—están protegidos contra los delitos de lesa majestad, lo cual impone estrictas normas sobre las expresiones públicas con respecto a su nombre y su imagen.

Por esa razón, un gesto tan inocuo como pisar una moneda o un billete para evitar que escape se considera una ofensa grave contra el soberano del país. Tampoco se puede lanzar dinero a nadie como muestra de irritación, ni romper, quemar o garabatear una de las piezas de la divisa local con el rostro del venerable Bhumibol. Por cometer una falta semejante el infractor será enviado a la cárcel, como ha ocurrido a varios turistas occidentales, perdonados luego por Su Graciosa Majestad.

Pero no solo los tailandeses veneran la imagen de su rey. No pocos británicos creen que colocar un sello postal con el rostro de la reina invertido representa una felonía. En realidad, la Ley sobre el Delito de Traición, de 1848, condena cualquier intento por destituir a Su Alteza, pero nada dice sobre las estampillas. En fin, otra leyenda urbana desmentida por el Palacio de Buckingham, aunque seguramente a Isabel II no le gustaría verse en esa incómoda posición por demasiado tiempo.

Sobre este tema de las monedas, el estado de Pennsylvania mantiene una graciosa ley que prohíbe atar un billete a una cuerda y halarla cuando alguien trata de agarrarlo. Advertencia a los bromistas: ¡con el dinero no se juega!

Malos olores y otras costumbres indecentes

En Tennessee detestan ciertos olores. Por ejemplo, los dueños de bares del poblado de Kimball deben impedir que sus clientes expelan ventosidades malolientes. En ese estado también está prohibido introducir mofetas. No obstante, esos animalillos de aromática fama habitan en granjas y zonas montañosas de la región.

En Alexandria, estado de Minnesota, un hombre que ha comido ajo, cebolla o sardinas no tendrá sexo con su esposa. Si ella comparte el deseo de su marido, entonces puede exigirle que se lave los dientes. Una escena de comedia ocurriría si los amantes viviesen en Providence, Rhode Island, y las urgencias sexuales los sorprendieran sin provisiones de pasta dental y cepillo. En esa ciudad los comerciantes tienen prohibido vender ambos productos a la misma persona los domingos, aunque quizás sea solo otra leyenda urbana.

Y para concluir, otras dos supuestas legislaciones inglesas sobre ese placer reservado en otras latitudes a los borrachos y tribus adolescentes: orinar en la calle. Una mujer embarazada tiene el derecho a hacer pis donde le plazca, incluso, en el casco de un amable policía que desee socorrerla. Los hombres británicos, en cambio, deben evacuar en la rueda trasera de su automóvil y con la mano derecha sobre el vehículo. Desgraciadamente para los apurados, ambos actos sí aparecen condenados en la Ley de Orden Público de 1986. Tal vez antes de ese año…