Otra selva en la mira del petróleo

La selva de Darién podría ser la próxima víctima de la avidez petrolera (Orbán López Cruz - Flickr)
La selva de Darién podría ser la próxima víctima de la avidez petrolera (Orbán López Cruz - Flickr)

La determinación del gobierno de Panamá de iniciar la prospección petrolera en el Tapón de Darién amenaza con destruir la segunda selva más importante de América Latina. Aunque las autoridades aseguran que la explotación del crudo no afectará las áreas protegidas, ecologistas alertan sobre los efectos de esa industria sobre la biodiversidad y la economía local.

La probable deforestación de zonas de Darién coincide con la publicación del último informe del Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC). El reporte científico augura un catastrófico siglo XXI si la humanidad no reduce las emisiones de dióxido de carbono. La destrucción de los bosques tropicales y el uso de combustibles fósiles encabezan la lista de culpables del calentamiento global.

El presidente Ricardo Martinelli prometió impulsar la explotación petrolera en Darién (EFE)
El presidente Ricardo Martinelli prometió impulsar la explotación petrolera en Darién (EFE)

La euforia petrolera

En abril de 2010 el presidente panameño, Ricardo Matinelli, reveló el descubrimiento de petróleo en el Tapón de Darién. Si bien los estudios no habían concluido, el mandatario aseguró que su administración impulsaría el desarrollo energético de esa región, la más pobre del país centroamericano.

Luego en agosto de 2011 la empresa consultora OTS Latin America LLC confirmó la presencia de reservas estimadas en más de 900 millones de barriles. Según el reporte de la empresa, Panamá podría recibir hasta 20.000 millones de dólares en las próximas dos décadas por las inversiones en la extracción de ese combustible fósil.

Además, esos yacimientos representan el fin de la dependencia del combustible extranjero, cuya importación costó más de 2.000 millones de dólares en 2012. La demanda de gasolina en Panamá creció un 25 por ciento en los últimos cinco años.

El parlamento de la nación centroamericana aprobó en agosto pasado el proyecto de ley 618, que modificó las regulaciones sobre la exploración y producción de hidrocarburos. Esa nueva medida establece el marco legal para las compañías extranjeras interesadas en invertir en el petróleo panameño.

Funcionarios del gobierno de Martinelli han anunciado el inicio de las licitaciones para los trabajos en bloques fuera de las zonas naturales protegidas. Sin embargo, la precaución de las autoridades no ha convencido a todos, en particular a los ecologistas.

El consumo de combustibles fósiles han acelerado el calentamiento global (AFP)
El consumo de combustibles fósiles han acelerado el calentamiento global (AFP)

Petróleo y deforestación, los ingredientes del desastre

El llamado Tapón de Darién abarca 21.000 kilómetros cuadrados entre Panamá y Colombia. La selva en esa región es tan densa que la Carretera Panamericana se interrumpe e impide el enlace por tierra entre Centroamérica y Suramérica. Su situación geográfica entre dos subcontinentes ha favorecido el flujo de especies y la existencia entonces de una riqueza natural extraordinaria.

"Los bosques del Darién representan un pulmón importante: son el segundo pulmón más importantes del continente después del Amazonas y junto con el de la Biosfera Maya, en El Petén en Guatemala”, resumió Raisa Banfield, directora ejecutiva de la Fundación Panamá Sostenible, en declaraciones al diario español El País.

Banfield ha alertado sobre las consecuencias de la prospección petrolera sobre la biodiversidad de la región, la economía de las comunidades de pescadores del Pacífico, y los pueblos indígenas.

Pero su campaña contra la explotación del Darién podría estrellarse contra los cálculos económicos del gobierno panameño, como ya ocurrió en otros países del área como Ecuador. El fracaso del proyecto de conservación de la Reserva de Yasuní constituye un antecedente desafortunado para los ecologistas que defienden los bosques tropicales frente a la industria petrolera.

Banfield ha cuestionado antes la política energética de Martinelli, en su opinión conducida más por los valores del mercado que por el interés en un modelo alternativo a los combustibles fósiles.

Si la voz de los ecologistas panameños no bastara, quizás el gobierno de Panamá escuche el criterio de los científicos del IPCC. En su más reciente informe el panel de expertos culpa al carbón, el gas y el petróleo del 40 por ciento del incremento de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, desde la revolución industrial.

De mantenerse el volumen actual de emisiones, advierten, la humanidad cruzará el umbral de los 2º Celsius hacia finales de este siglo, lo cual elevará el nivel de los mares, incrementará las olas de calor y agudizará las sequías e inundaciones en regiones habitualmente golpeadas por estos fenómenos extremos.

La deforestación de las selvas tropicales y las zonas lacustres que contienen turba representa alrededor del 20 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono. Al ser derribados, los bosques se transforman de almacenes naturales de ese gas de efecto invernadero, en emisores masivos.

La deforestación avanza a un ritmo de 13 millones de hectáreas anuales (un área equivalente a la superficie de Nicaragua) y el consumo de combustibles fósiles no ha dejado de crecer, impulsado por el auge económico de países emergentes como China. Aunque los especialistas en cambio climático recomiendan una transformación radical la explotación de ambos recursos, hay pocas señales de que empresas y gobiernos escucharán esa demanda.