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Mujeres indígenas, víctimas de la historia y la indiferencia

La cifra exacta de las mujeres indígenas asesinadas o desaparecidas se desconoce (Obert Madondo - Flickr)
La cifra exacta de las mujeres indígenas asesinadas o desaparecidas se desconoce (Obert Madondo - Flickr)

Helen Betty Osborne tenía 19 años cuando fue secuestrada por cuatro hombres blancos, que la violaron y asesinaron. Casi 30 años después, Felicia Solomon, prima de Helen, desapareció en el camino de la escuela a la casa. La policía encontró un brazo y una pierna tres meses después, pero jamás capturaron al homicida. Claudette Osborne, otra prima de Helen, también se desvaneció sin dejar rastros.

¿Una maldición familiar? Más bien una maldición histórica que hasta hoy amenaza la vida de miles de mujeres indígenas en Canadá. Las primas Osborne no vivieron en los belicosos tiempos de la colonización. Tina, la hermana de Claudette, recibió su último mensaje el 24 de julio de 2008. Helen murió en 1971. Ninguna señal vaticina el fin de esta tragedia en un futuro cercano.

La indiferencia de Ottawa

El 17 de diciembre pasado el primer ministro canadiense, Stephen Harper, descartó la apertura de una investigación nacional sobre el asesinato y desaparición de mujeres indígenas. "Para ser honesto, ese tema no es muy importante para nosotros", confesó sin recato el político conservador a la cadena pública CBC.

Las palabras del gobernante resonaron siete meses después de que la Policía Montada del Canadá publicara un informe sobre los crímenes contra la población femenina de las llamadas Primeras Naciones. Según el reporte, 1.181 indígenas habían sido asesinadas o desaparecido entre 1980 y 2012. Esa cifra representa el 16 por ciento de los casos de homicidios y el 11,3 por ciento de las desapariciones de mujeres en el país. Sin embargo, las aborígenes constituyen apenas el cuatro por ciento de las canadienses.

A pesar de la condena internacional y las protestas, el gobierno canadiense se niega a abrir una pesquisa nacional (Obert Madondo - Flickr)
A pesar de la condena internacional y las protestas, el gobierno canadiense se niega a abrir una pesquisa nacional (Obert Madondo - Flickr)

A pesar del reclamo de la Asamblea de las Primeras Naciones, organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW) e, incluso, Naciones Unidas, el gobierno canadiense se resiste a crear una comisión que reúna todos los datos existentes y proponga medidas con alcance nacional. Harper insiste en que se trata de un asunto a resolver por la justicia criminal, no de un fenómeno sociológico.

Sin embargo, sucesivos informes contradicen al primer ministro. El más reciente, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, publicado en diciembre, afirma que las "desapariciones y asesinatos de mujeres indígenas en Canadá son parte de un patrón de violencia y discriminación más amplio” contra ese grupo poblacional.

El organismo invitó a las autoridades a hacer frente a desigualdades como el despojo de las tierras de los aborígenes, las leyes que impiden el disfrute pleno de los derechos humanos, la marginalización económica, el acceso a la educación y la vivienda, y la desproporcionada aplicación del derecho penal contra los indígenas.

Complicidad uniformada

"Es un problema complejo", señaló la investigadora Annie Bergeron en una conferencia realizada en Montreal. "Las desapariciones no siempre son reportadas porque los pueblos autóctonos no confían en la policía. Aún quedan muchos prejuicios en las autoridades que obstaculizan la rapidez de las pesquisas", indicó esta joven mestiza, de madre indígena y padre canadiense, que trabaja en la organización Mujeres Autóctonas de Quebec.

Este desencuentro entre los aborígenes y los agentes del orden se ha hecho especialmente dramático en torno a la llamada Carretera de las lágrimas, una vía de 724 kilómetros de largo en la Columbia Británica. De acuerdo con un informe de HRW, desde 1969 alrededor de 40 mujeres y niñas indígenas han desaparecido o muerto en esa zona.

El reporte recoge denuncias sobre el abuso físico y sexual, así como el lenguaje racista usado por los policías de la Policía Montada del Canadá y otros cuerpos policiales en la región. Aunque las autoridades afirman que no hay diferencia en la resolución de casos entre las mujeres indígenas y las blancas, varios estudios coinciden en la negligencia de las autoridades para asistir a las poblaciones autóctonas.

Un ejemplo que ilustra esta desconfianza: en la lengua de la nación Tl’azt’en, un pueblo residente en la Columbia Británica, el término usado para referirse a la policía significa, literalmente, "el hombre que te lanza en un hoyo".

El abuso psíquico, físico y sexual en las escuelas internas traumatizó a varias generaciones de niños indígenas (Wikimedia Commons)
El abuso psíquico, físico y sexual en las escuelas internas traumatizó a varias generaciones de niños indígenas (Wikimedia Commons)

El peso de una historia ignorada

En su conferencia Annie Bergeron resumió la desventurada historia de los pueblos indígenas de Canadá, desde la llegada de los primeros europeos en 1534. La relación de los aborígenes con los canadienses de origen británico y francés está reglamentada en la Ley sobre los Indios, aprobada en 1876 y apenas reformada hasta 1985. "Esa legislación contribuyó decisivamente a la asimilación de los pueblos autóctonos", afirmó la investigadora.

Las Primeras Naciones sufrieron una larga pesadilla durante el siglo XX. Hasta una fecha tan cercana como 1996, más de 150.000 niños de esos pueblos fueron arrancados de sus familias y enviados a escuelas internas, creadas con el objetivo expreso de matar el espíritu indígena desde la infancia. Además, otros miles de menores fueron separados de sus hogares a la fuerza para darlos en adopción a familias canadienses o norteamericanas. En junio de 2008 Harper pidió perdón en nombre del gobierno de Ottawa.

A pesar de la magnitud de ese horror, la historia reciente de los primeros habitantes del país sigue siendo ampliamente ignorada. “La gente se pregunta: ¿por qué esos indios no pueden ser como nosotros?”, recordó el jefe de la Asamblea de las Primeras Naciones, Perry Bellegarde, en declaraciones a The Globe and Mail. En su opinión los canadienses necesitan comprender el trauma de las escuelas internas y los efectos intergeneracionales que han tenido. Mientras eso no ocurra, la tozudez del gobierno y la indiferencia de los ciudadanos mantendrán a las mujeres aborígenes en el vórtice de la tragedia.