Más de 5.000 años en prisión… por error

Las pruebas de ADN han rescatado a más de 300 personas de la cárcel en EEUU desde 1989.
Las pruebas de ADN han rescatado a más de 300 personas de la cárcel en EEUU desde 1989.

La vida de un hombre no alcanza para pasar tanto tiempo tras las rejas. Pero la de muchos inocentes sí, enviados a la cárcel por pruebas falsas y procedimientos deficientes en Estados Unidos. Afortunadamente para algunos la justicia ha llegado de la mano de los exámenes de ADN o de la revisión de sus casos.

La prueba salvadora

Quizás pocos recuerden a Gary Dotson, quien según las informaciones más recientes vive tranquilo en un suburbio de Chicago. Sin embargo, a finales de los años 80 este norteamericano ocupó titulares por el sorprendente desenlace de su proceso criminal, tras 10 años preso por una supuesta violación. La nueva evidencia aportada por un test de ADN había confirmado su inocencia.

La desgracia de Dotson había comenzado el 9 de julio de 1977, cuando Cathleen Crowell relató a un agente de policía cómo una banda de jóvenes la había violado. La joven identificó a Dotson como el ejecutor del acto sexual forzoso y esto bastó para condenarlo a más de 25 años de privación de libertad. El remordimiento y la ciencia impidieron que la injusticia prevaleciera por demasiado tiempo.

Crowell había inventado la violación para evitar el reproche de sus padres si salía embarazada de su novio. Para asegurar su credibilidad se había inspirado en una escena similar de la novela "Sweet Savage Love" (Rosemary Rogers, 1974). En 1985 se presentó ante el juez para revelar la verdad. Dotson aún tuvo que esperar tres años a que las pruebas de ADN despejaran las dudas sobre el arrepentimiento de Crowell.

Bain recibió una indemnización de 50.000 dólares por cada uno de los años pasados en prisión (Innocence Project of Florida - Youtube)
Bain recibió una indemnización de 50.000 dólares por cada uno de los años pasados en prisión (Innocence Project of Florida - Youtube)

El caso de Dotson fue la primera exoneración en Estados Unidos luego de la introducción de los estudios de ADN sobre pruebas como la sangre, el semen, los cabellos y otras muestras relacionadas con los presuntos victimarios. Desde entonces 324 personas han obtenido su libertad por esta vía.

En la lista de rescatados por ese avance de la ciencia y la criminalística, James Bain, un afroamericano residente en la Florida, ostenta el triste récord de haber pasado más años en prisión que ningún otro inocente en Estados Unidos: 35. Acusado de robo, secuestro y violación de un menor, recibió la condena a cadena perpetua. Cuando salió de la cárcel en 2009 no había una gota de rencor en su espíritu.

Las condenas de Bain y Dotson se incluyen en la cuenta de 5.192 años perdidos por los inocentes que han recuperado su libertad en Estados Unidos gracias a los test de ADN. Pero según el Innocence Project, una organización que aboga por la exoneración de personas inculpadas injustamente, otros miles de reclusos permanecen aún en la misma situación.

Ricky Jackson estuvo 39 años en prisión por el testimonio erróneo de un testigo. (Captura de pantalla Youtube)
Ricky Jackson estuvo 39 años en prisión por el testimonio erróneo de un testigo. (Captura de pantalla Youtube)

Un sistema defectuoso

De acuerdo con los datos del Innocence Project, el 72 por ciento de los casos de exoneraciones por pruebas de ADN habían sido condenados por identificación errónea de testigos presenciales. Un 47 por ciento fue víctima de análisis inapropiados o invalidados de medicina legal. En ocasiones, aclara la organización, las condenas se sustentaban en más de un tipo de prueba falsa.

La lista de encarcelaciones injustas resulta más extensa cuando se suman las personas exoneradas por otras razones. El Registro Nacional de Exoneraciones de Estados Unidos contaba 1.535 desde 1989 hasta el 20 de enero de 2015.

Expertos en el tema han exigido reformas al sistema de justicia para evitar que otros ciudadanos inocentes terminen en prisión. Mark Godsey, editor del blog Wrongful Convictions, sugiere cambiar la manera en que se realizan las identificaciones por testigos presenciales, la grabación de los interrogatorios policiales, y que los fiscales cumplan rigurosamente con sus obligaciones constitucionales.

Aunque todos los estados norteamericanos poseen leyes que permiten a los convictos demandar pruebas de ADN para demostrar su inocencia, las muestras no siempre se conservan. Además, este tipo de pruebas biológicas apenas se utilizan entre un 10 y un 20 por ciento de las pesquisas. En no pocos casos los prejuicios raciales juegan en contra de los sospechosos no blancos, que representan la abrumadora mayoría de condenados por error.

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