Los poderosos brujos de Egipto

A falta de recursos económicos y ante la crisis en los hospitales, muchos egipcios acuden a curanderos (Nasser Nouri - Flickr)
A falta de recursos económicos y ante la crisis en los hospitales, muchos egipcios acuden a curanderos (Nasser Nouri - Flickr)

En Egipto hay casi un brujo por cada ciudadano. La antiquísima nación del norte africano parece atada a vetustas tradiciones que atraviesan la vida cotidiana de su gente y ascienden hasta la cúpula del gobierno. La ciencia y la salud pública salen por la puerta de los perdedores en ese mundo donde la superstición se confunde con las verdades probadas en laboratorios.

Pobres y celebridades, pacientes del curandero

Días atrás la agencia Inter Press Service (IPS) relató la historia de Magada Ibrahim, una egipcia que había consultado a un herbolario popular para combatir un tumor maligno. El herbario era la alternativa a un jeque musulmán, cuyos conjuros religiosos también prometían erradicar la enfermedad. Pero la mujer prefirió el elixir de hierbas y se creyó aliviada hasta la siguiente visita al hospital. Descubrió entonces que el cáncer había empeorado.

El canal de televisión árabe Al Arabiya reportó que los egipcios invierten importantes sumas de dinero en visitar a los brujos. En declaraciones a ese medio con sede en Dubái, el psiquiatra Khalil Fadel reveló que el poder de las supersticiones se extiende a través de las clases sociales, desde las familias pobres hasta intelectuales y orgullosos titulares de doctorados.

En el caso de las enfermedades mentales la preferencia por los magos se justifica por la extendida creencia de que los psiquiatras solo tratan a los dementes o los drogadictos. En los barrios populares simplemente no hay otra opción. Y aunque la ley condena a los estafadores con penas de tres años de cárcel, poco puede hacer la justicia cuando la víctima del fraude y su victimario fraguaron el engaño de mutuo acuerdo.

Esa impunidad ha permitido a falsos médicos como Saber Abd El-Mawgoud ejercer como cirujano sin licencia. Durante años este improvisado especialista, que comenzó su carrera castrando ovejas y cabras, operó a miles de niñas egipcias, a quienes realizó mutilaciones genitales avaladas por sus padres. Algunas murieron, pero El-Mawgoud jamás fue enjuiciado, porque las familias habían dado su consentimiento al procedimiento.

El ejército es quizás la única institución con cierta credibilidad en Egipto (Foto AP/Khalil Hamra)
El ejército es quizás la única institución con cierta credibilidad en Egipto (Foto AP/Khalil Hamra)

Según relató a IPS Naglaa El-Shabrawy, jefe de obstetricia y ginecología de la Facultad de Medicina Al-Azhar, la mutilación genital en Egipto se remonta a los tiempos de los faraones. Las familias creen que una niña sin mutilar traerá desgracia al hogar. La costumbre ha atravesado milenios, invicta como el oro en la máscara de Tutankamón.

El ejército egipcio promete curar el sida

A finales de junio pasado el ejército de Egipto informó que durante los próximos seis meses probaría un equipo capaz de detectar y curar la hepatitis C y el sida. En la conferencia de prensa, el doctor Mostafa Hussein aseguró que en exámenes anteriores el artefacto había reducido la carga viral en varios pacientes y eliminado la enfermedad en al menos tres de ellos.

El espectacular anuncio de la institución más respetada del país musulmán –nuevamente en el poder tras el golpe de Estado de 2013—ocurre pocos meses después de la presentación del C-Fast y el I-Fast, dos aparatos que se complementan para detectar y curar enfermedades virales, sin tomar muestras de sangre ni recetar medicamentos convencionales. La detección y el tratamiento se realizan mediante ondas electromagnéticas, según los militares egipcios.

A pesar de la incredulidad generalizada de la comunidad científica internacional, la jerarquía castrense de El Cairo ha dado luz verde a los experimentos. Sobran los “conejillos de indias”: al menos uno de cada 10 egipcios entre 15 y 59 años padece la hepatitis C, una enfermedad que mata a 40.000 personas cada año en las antiguas tierras de los faraones.

Décadas atrás la epidemia se expandió entre la población local a causa del uso de jeringuillas no esterilizadas, que se utilizaron en una campaña masiva de vacunación. El fallo del sistema de salud pública entonces hipotecó el futuro del país. Hoy la tácita alianza entre los estafadores populares y los “científicos” del ejército consuma la vulnerabilidad de un pueblo que aún vive a la sombra pretérita de las pirámides.