Los perdones pedidos por la Iglesia Católica

El papa Juan Pablo II se esforzó por la reconciliación entre la Iglesia Católica y los judíos. (AP)
El papa Juan Pablo II se esforzó por la reconciliación entre la Iglesia Católica y los judíos. (AP)

Más de dos mil años de historia pesan demasiado sobre la espalda de la Iglesia Católica. Quizás por eso tarde tanto en pedir excusas por los errores –y horrores—que sus fieles y sacerdotes han cometido. Pero la tradición de pasar por la historia como si solo Dios pudiese juzgar tales pecados comenzó a cambiar con Juan Pablo II.

Algunas excusas de la Santa Sede reparan injusticias que ya solo preocupan a los eruditos. En el caso de Galileo Galilei, el gran científico condenado a prisión domiciliaria por sus ideas sobre la astronomía, el Papa polaco cuestionó la actuación de los teólogos de la época, aunque no rehabilitó formalmente al italiano. La absolución tácita llegó el 31 octubre de 1992, es decir, 359 años, cuatro meses y diez días después de haber sido sentenciado por el tribunal de la Inquisición.

Otras faltas del Vaticano, más cercanas en el tiempo, aún duelen a sus víctimas. El encuentro del Papa Francisco con seis personas vejadas sexualmente por miembros del clero, añade un paso hacia el final de un calvario que ha sacudido a la comunidad católica durante dos décadas. En ese camino de perdones, los críticos de la antigua institución se preguntan si las palabras encarnarán en hechos para que ningún Sumo Pontífice deba disculparse nuevamente por el pasado.

Juan Pablo II abre las compuertas

En marzo de 2000 el fallecido Karol Jósef Wojtyla decidió ignorar el consejo de algunos teólogos y pidió perdón por dos milenios de atrocidades en nombre del catolicismo. "Perdonamos y pedimos perdón. Pedimos perdón por el cisma entre cristianos, por el uso de la violencia por algunos que servían a la verdad, y por las actitudes de desconfianza y hostilidad hacia los seguidores de otras religiones”, dijo el Sumo Pontífice en una ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro.

La evangelización forzosa en América provocó siglos de sufrimiento en los pueblos indígenas (AFP | Evaristo Sa)
La evangelización forzosa en América provocó siglos de sufrimiento en los pueblos indígenas (AFP | Evaristo Sa)

El Papa se refirió entonces a un amplio abanico de pecados que, sin ser mencionados directamente, abarcaron sangrientos hechos históricos como las Cruzadas, la Colonización de América, la Inquisición y el Holocausto. La disculpa incluyó a las mujeres, las minorías étnicas, los herejes, las comunidades que profesaban otras religiones y, en particular, a los judíos, hostigados directamente por la Iglesia o diezmados bajo su mirada inmutable, como ocurrió en los años del genocidio ejecutado por los nazis.

Jamás un líder de una de las grandes religiones monoteístas del planeta había reconocido los errores de su congregación. Según la Comisión Teológica Internacional, antes de Juan Pablo II solo dos jefes de la Iglesia Católica habían pronunciado críticas abiertas contra el funcionamiento de la institución o sus faltas anteriores.

Adrián VI criticó en 1522 “las abominaciones, los abusos y las mentiras” de la corte de Roma durante el papado de su antecesor, León X. Sin embargo, no pidió perdón por la responsabilidad de la Iglesia en los excesos. Siglos después, en 1965, Pablo VI ofreció sus disculpas a los cristianos del oriente, que habían sufrido las consecuencias del cisma, la separación entre la comunidad católica de occidente y quienes continuaron fieles a la Iglesia Ortodoxa con centro en Bizancio (actual Turquía).

Un detalle interesante en todas las excusas pronunciadas por los Pontífices: la culpa cae sobre las personas, los hijos e hijas de la Iglesia, pero jamás sobre ella misma, que se considera sagrada y libre de pecados.

Francisco se ha propuesto erradicar el abuso sexual de la Iglesia Católica (Foto AP/Alessandra Tarantino)
Francisco se ha propuesto erradicar el abuso sexual de la Iglesia Católica (Foto AP/Alessandra Tarantino)

¿El fin de la impunidad?

El Vaticano ha recibido en los últimos 10 años una oleada de 3.420 acusaciones de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes, de los cuales 824 han sido expulsados. Solo en Estados Unidos la Iglesia ha pagado a las víctimas indemnizaciones por un valor de 2.500 millones de dólares.

Francisco ha advertido que no tolerará más violaciones a la integridad de menores y prometió castigo para los obispos que no protejan a los niños en el ejercicio de su ministerio pastoral. Grupos de defensa de las víctimas han criticado al Papa por su demora en reunirse con una representación de quienes han sufrido esas vejaciones.

La cuestión, más allá del mea culpa de la Iglesia, es cómo evitar la repetición de actos tan execrables. La historia reciente del catolicismo está cubierta de episodios sombríos. La reclusión forzosa de niños nativos de Canadá en internados administrados por curas católicos durante el siglo XIX y hasta 1970 provocó un trauma imborrable en las comunidades indígenas de ese país. Algo similar ocurrió en los pueblos aborígenes de Australia, donde, además, la Iglesia separó a 150.000 mujeres de sus bebés recién nacidos para entregarlos a agencias de adopción, entre los años 50 y 70 del pasado siglo.

¿De qué sirve el perdón del Sumo Pontífice frente a tantas vidas destruidas por criminales ocultados tras el nombre de Dios? ¿Será Francisco capaz de limpiar profundamente el añejo aparato eclesiástico y renovar la fe de su rebaño?