Las misteriosas desapariciones en los cruceros

El pasado martes, los pasajeros del crucero de lujo Balmoral estaban en las cubiertas. Esperaban llegar a casa, en Southampton (Inglaterra), después de pasar unos días surcando los fiordos noruegos. Entonces se hizo el anuncio: nadie podía bajar del barco; faltaba un pasajero y nadie podía moverse hasta que la policía terminara su investigación.

Ese pasajero, un hombre de 89 años llamado Francis Hemsley, pasó a engrosar una tremebunda lista que guarda la Asociación Internacional de Víctimas de Cruceros: al menos 165 personas han desaparecido en el mar desde 1995. Solo en lo que va de año, ya son 13.

Es un misterio que desconcierta a muchas autoridades. Se trata de gente que se apunta a pasar unos días de lujo en el mar y desaparece sin dejar ni rastro. Una de ellas es la estadounidense Rebecca Coriam, empleada del crucero Disney Wonder, que en 2007 navegaba de México a Los Ángeles. Fue vista por última vez a las 5.45 del 22 de marzo: un compañero suyo la vio disgustada, le preguntó si todo iba bien y ella respondió que sí, que se iba a la cama. Las cámaras de seguridad la grabaron caminando con las manos en los bolsillos (como solía hacer) y nunca más se supo de ella. Cuando la policía empezó a investigar, comprobaron que la tarjeta de crédito no estaba entre sus efectos personales.

"Todo apuntaría a que Becky se suicidó", cuenta su tío, John Jennings., "pero no hay nada que indique que estuviera deprimida. Es verdad que parece que se había peleado con alguien, pero podría haber sido por cualquier cosa; acababa de comprar unos billetes para ir a Disneyland Paris con su familia después del crucero; sería una sorpresa. Eso no lo hace alguien que quiera suicidarse. Y la policia no encontró indicios de rapto".

Es un caso parecido al de una alemana de 62 años llamada Sabine L, que desapareció de un crucero prestigioso en 2007 que iba de la islas Canarias a Madeira. Aunque iba con su marido, su desapareción es inexplicable: una noche se fueron a dormir y a la mañana siguiente había desaparecido. De nuevo, ni rastro del cuerpo ni testimonios ni indicios de depresión.

Las consecuencias suelen ser fatales para los familiares, que tienen que vivir con la pérdida y la incertidumbre. Así ocurre con la familia de John Halford, un librero británico de 63 años que pasó una semana en un crucero por Egipto donde desapareció en abril de este año. Su mujer, Ruth, recibió un mensaje de texto diciendo que la vería al día siguiente en el aeropuerto y no volvió a oír de él. "Intento pensar que está muerto, que de alguna forma se resbaló y cayó al agua. No se me ocurre otra, aunque no se encontrara el cuerpo; me dicen que hay muchos tiburones en el área: da escalofríos pensarlo", confiesa para el Daily Mail.

No es el único de sus problemas: "John tenía un seguro de viaje. He intentado cobrarlo, pero la compañía me dice: '¿Qué está intentando cobrar?' No hay pruebas de que esté muerto así que tampoco puedo recibir una pensión de viudedad; estamos en el limbo; no sabemos qué hacer. ¿Celebramos un funeral?". Lo peor de todo, termina, es que nada tiene sentido: "Se fue solo en el crucero porque no podíamos pagar un viaje en familia. Los pasajeros le vieron en el bar pero no estaba borracho ni deprimido, todo lo contrario. Nos trajeron su maleta hace poco y había tres collares: uno para mi y otros dos para nuestras hijas que tenían nuestros nombres escritos en jeroglíficos. Él quería volver a casa con nosotras".