Las blancas contradicciones del ecologismo

En Estados Unidos los hombres blancos dominan las organizaciones ecologistas (Michael R Perry - Flickr)
En Estados Unidos los hombres blancos dominan las organizaciones ecologistas (Michael R Perry - Flickr)

Hombres blancos, como superhéroes de dibujos animados, encabezan las campañas para salvar al planeta del desastre ambiental. En las filas de sus huestes ecologistas, otros hombres blancos dominan las operaciones, desde los puestos profesionales hasta el voluntariado. Y aún algunos se preguntan por qué a las organizaciones ambientalistas les cuesta convencer al público en Estados Unidos. Quizás no sea un problema de indiferencia, sino de rechazo a esa homogeneidad blanca.

La palabra del hombre blanco

"A pesar del interés explícito por incrementar la diversidad en las organizaciones ambientalistas, hay una brecha entre ese deseo de desarrollar iniciativas y el apoyo real a esas actividades cuando se ponen en práctica”, sostiene el estudio "El estado de la diversidad en las organizaciones ambientales", publicado por el grupo Green 2.0.

Dicho de otra manera: los líderes de los grandes organismos de defensa del ambiente proclaman su compromiso con la promoción de la diversidad de raza, género y edad en su staff, pero esas bellas palabras caen al vacío en los hechos.

Según el reporte, las "personas de color" representan alrededor del 16 por ciento de la fuerza de trabajo en 293 organizaciones, agencias gubernamentales y fundaciones relacionadas con temas ambientales. Esa proporción apenas se ha movido durante décadas, un estancamiento que los críticos califican de "techo verde".

El reducido número de negros y mestizos en el sector ambientalista resulta más escandaloso por el hecho de que alrededor de un tercio de los ingenieros y profesionales de la ciencia en Estados Unidos son afroamericanos. Sin embargo, la elite blanca ecologista ha alimentado el mito de que este grupo poblacional no posee las competencias necesarias para ocupar un empleo profesional en sus organizaciones.

"Un número significativo de talentosas minorías étnicas están deseosas y capacitadas para trabajar en grupos ambientalistas, pero prácticas de contratación discriminatorias les impiden obtener esos empleos”, señala el resumen ejecutivo de la investigación, encabezada por la doctora Dorceta Taylor, la primera afronorteamericana en obtener ese grado en Escuela de Silvicultura y Estudios Ambientales de la Universidad de Yale.

En opinión de Brentin Mock, periodista y activista por los derechos civiles, muchas personas creen que "los pobres están demasiado ocupados en ser pobres, o los negros demasiado ocupados en ser negros para ser empleados en organizaciones ambientalistas."

Pocas mujeres como Jane Kleeb, de Bold Nebraska, han alcanzado puestos de liderazgo en grupos ecologistas (maisa_nyc - Flickr)
Pocas mujeres como Jane Kleeb, de Bold Nebraska, han alcanzado puestos de liderazgo en grupos ecologistas (maisa_nyc - Flickr)

Minorías, la mayoría perjudicada

Pero la realidad dista de ese prejuicio teñido de blanco. A los negros, mestizos, latinos y otras minorías les preocupan los problemas ambientales tanto o más que a sus vecinos blancos.

Las comunidades afronorteamericanas e hispanas han demostrado un mayor interés por invertir en temas ambientales, de acuerdo con encuestas citadas por Taylor. Un sondeo efectuado en Harlem en los años 60 reveló que la principal inquietud de los residentes era la falta de árboles y áreas verdes, un resultado opuesto a la creencia generalizada de que los negros pasan de las actividades en la naturaleza.

Por otra parte, estos grupos étnicos sufren desproporcionadamente los efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud. La precariedad de millones de familias no blancas también las hace más vulnerables a las consecuencias económicas del cambio climático.

Los líderes blancos de las organizaciones ecologistas, en su mayoría pertenecientes a la elite de altos ingresos, padecen el deterioro ambiental de una forma muy diferente a los negros y latinos de los barrios pobres de Estados Unidos. Esa diferencia de contexto ha cavado un abismo entre quienes proponen más protección a la fauna silvestre y los que vinculan el ambientalismo con otras luchas por la justicia social.

"Pero en general, queremos lo mismo: lugares seguros para vivir, trabajar y jugar, espacios limpios y comunidades sostenibles y duraderas", ha dicho Taylor a Los Angeles Times. Ese deseo común deberá traducirse en una creciente diversidad en las filas ecologistas, o el movimiento por la defensa del planeta estará demográficamente exhausto en unas pocas décadas.