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La vida en el infierno de Yarmuk o cómo vivir sin comida, medicinas y electricidad

La situación de este campamento de refugiados palestinos en Siria es dramática tras sufrir los duros ataques de Estado Islámico

Residentes de Yarmuk esperan para recibir comida (Reuters)
Residentes de Yarmuk esperan para recibir comida (Reuters)

“Para saber lo que se siente en Yarmuk, apague la electricidad, agua, calefacción, coma una vez al día, viva en la oscuridad”: Anas, superviviente de Yarmuk.

La historia de Yarmuk (Siria) se escribe en base a la ilusión, a la esperanza y a las ganas de mirar hacia el futuro, pero también con dolor, sufrimiento y angustia; unos sentimientos que son los que se han terminado apoderando del campamento de refugiados palestino más grande de Siria en los últimos meses.

A la ya difícil situación en la que suelen estar las personas que se han convertido en desplazadas, ahora hay que unirle los estragos de una guerra civil que ya supera los 4 años, con continuos bombardeos por parte de Assad sobre el recinto y ahora la aparición de Estado Islámico en un cóctel explosivo en el que los de siempre son los que más tienen que perder.

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Yarmuk fue fundado en 1957 y está situado a apenas 8 kilómetros al sur de la capital Damasco. Durante décadas ha acogido a miles de refugiados palestinos que huían de la violencia en Gaza y Cisjordania. En él se han creado escuelas y hospitales y en sus mejores tiempos ha llegado a acoger a más de 130.000 habitantes (año 2004), pero ya hace tiempo que la época de bonanza pasó para el campamento.

Varios niños asisten a clase en Yarmuk (Reuters)
Varios niños asisten a clase en Yarmuk (Reuters)

De hecho, en la actualidad apenas quedan unas 18.000 personas, 3.500 niños. El resto ha terminado huyendo o ha muerto en los sucesivos ataques que ha recibido el campamento en los últimos años. Situado en mitad del conflicto, una gran parte de la población se marchó en el año 2012 debido a los intensos bombardeos que realizó el Gobierno con el objetivo de atrapar a los rebeldes.

Ahora el ataque de Estado Islámico supone la puntilla definitiva a unas personas que están exhaustas, que han visto cómo se cortaba el acceso de medicamentos, cómo no tenían apenas comida que llevarse a la boca y cómo su contacto con el mundo exterior quedaba reducido a nada.

El campamento actualmente es completamente dependiente de la ayuda de las organizaciones internacionales, que están teniendo un acceso muy limitado a las instalaciones debido al bloqueo impuesto por el Gobierno y a los enfrentamientos que se producen en los alrededores.

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ACNUR ha hecho un llamamiento a los contendientes para que se contengan y permitan la evacuación de los civiles que así lo deseen. Una petición que por el momento ha caído en saco roto y es que la guerra ni atiende a razones ni tiene piedad por aquellos que puedan caer.

Por el momento han sido evacuadas 200 personas, desde que empezó la Batalla de Yarmuk y apenas han podido entrar en el campamento unas pocas raciones de comida. Avances insuficientes para una población que lleva ya casi 60 años buscando la paz y a la que nuevamente le toca seguir peleando por su vida con todas las fuerzas que les queden.

Twitter: @javiertaeno