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La nueva tendencia que amenaza el futuro de los automóviles

Los estadounidenses han vivido una historia de amor de más de medio siglo con sus autos (AP/Paul Sancya)
Los estadounidenses han vivido una historia de amor de más de medio siglo con sus autos (AP/Paul Sancya)

¿Para qué comprar un auto? Pocos adultos y mayores –la llamada generación X y los baby boomers—se hacen semejante pregunta en Estados Unidos y otros países desarrollados. La interrogante, sin embargo, asalta con frecuencia a los menores de 35 años, quienes han dejado de ver ese medio de transporte individual como el pasaje obligatorio hacia la libertad.

La creciente indiferencia de los jóvenes ha puesto nerviosos a la industria automotriz y a los concesionarios. ¿Será un efecto transitorio de la gran recesión o un verdadero cambio cultural? No hay una respuesta única, pero, sin dudas, los integrantes de la generación Y, también conocidos como Millennials, no comparten el entusiasmo de sus padres y abuelos por el volante.

Las huellas del declive

De acuerdo con un análisis Schroders, una reconocida empresa británica de gestión de activos, Estados Unidos, Europa y Japón alcanzaron en la última década el límite natural en la propiedad y el uso de automóviles. Los estadounidenses, por ejemplo, han roto con una tendencia que parecía indetenible: el número de kilómetros conducidos crecía cada año… hasta 2008. Desde entonces esa cifra ha disminuido de manera constante, notablemente entre los jóvenes.

La industria espera que el repunte económico revierta la indiferencia de los jóvenes (EFE/Tannen Maury)
La industria espera que el repunte económico revierta la indiferencia de los jóvenes (EFE/Tannen Maury)

La apatía por conducir empieza antes. A inicios de los 80 los menores de 30 años representaban un tercio de los conductores con licencia. Hoy esa proporción ha caído por debajo del 25 por ciento. Un descenso similar ha ocurrido en el Reino Unido, Alemania, Japón, Suecia, Noruega, Corea del Sur y Canadá, según un estudio del Instituto de Investigaciones del Transporte de la Universidad de Michigan.

El costo para obtener los permisos influye en la decisión de aplazar o renunciar a su adquisición. En algunos casos los cursos obligatorios antes de pasar el primer examen teórico, además de extensos, exigen desembolsos considerables para las frágiles finanzas juveniles. Por encima de esas razones económicas, la licencia ha perdido su aura de antaño como rito de pasaje hacia la adultez. Poseer un auto ya no es el sueño compartido por una generación.

A menos licencias, menores compras de automóviles, señala el reporte de Schroders, que cita datos de la General Motors. La propensión a comprar un vehículo entre los Millennials ha caído prácticamente sin cesar desde 1990, con un leve repunte a partir de 2010. No obstante, en este tema los mayores de 55 años expresan el doble del entusiasmo que sus hijos o nietos.

Los teléfonos inteligentes han destronado a los autos en la preferencia de los Millenials (Thinkstock)
Los teléfonos inteligentes han destronado a los autos en la preferencia de los Millenials (Thinkstock)

Teléfonos inteligentes, inesperados competidores

Los fabricantes de automóviles se enfrentan a una competencia inusual. Si bien la generación Y prefiere también otros medios de locomoción –bicicletas, transporte público o caminar— la alternativa a los autos proviene más bien de las nuevas tecnologías de la comunicación, concentradas en teléfonos inteligentes y tabletas.

Hace 20 años los autos servían como medio para conectarse. En Estados Unidos los auto-servicios, los autocines y los parqueos de los restaurantes de comida rápida alimentaban una cultura que glorificaba al automóvil. La posibilidad de comunicarse en tiempo real con los amigos mediante las redes sociales, soportadas por los smartphones, ha desvanecido la necesidad de conducir para encontrarse.

Cuando los jóvenes deben elegir entre invertir en un coche, comprar un ordenador portátil y un teléfono móvil, las dos últimas opciones suelen inclinar la balanza. Varios estudios han demostrado que, a mayor penetración de Internet, menor interés por obtener una licencia de conducción.

Otra tendencia augura tiempos difíciles para la industria automotriz. Dos tercios de los Millennials estadounidenses viven en ciudades y el 40 por ciento no piensa mudarse a un suburbio, aún después de formar una familia. El entorno citadino hace difícil la vida a los conductores a causa del precio de los estacionamientos, las frecuentes congestiones de tráfico y el costo del combustible, más elevado que en zonas rurales.

Con frecuencia las urbes de países desarrollados ofrecen, en cambio, otras comodidades que estimulan la renuncia a poseer un automóvil: transporte público eficiente, líneas reservadas para bicicletas, zonas comerciales accesibles, taxis, y los sistemas de vehículos compartidos, como Zipcar. Entonces, ¿para qué comprar un auto?

Para las compañías del sector, la integración de las tecnologías de comunicación emerge como una respuesta prometedora. Pero quizás ni siquiera esas innovaciones interrumpan lo que parece un definitivo cambio cultural.