La solitaria vida y muerte del hijo del presidente de la Cienciología

Su hijo murió hará cosa de una semana, pero la vida de Karen de la Carriere siguió igual. No le había visto en dos años y solo recibió noticia del deceso cuando el cuerpo ya había pasado varios días en un depósito y había sido incinerado. Karen nunca pudo despedirse de él. No porque se llevaran mal o porque Karen no quisiera saber nada más de su vástago: es porque el chico, Alexander, de 27 años, también era hijo de Herbert Jentzsch, el presidente de la Cienciología, la misteriosa iglesia moderna que tantos adeptos tiene por todo el mundo y de la que tantas historias truculentas han contado sus antiguos miembros.

Karen es de estos últimos y esa lleva siendo su cruz durante años. Desde que dejó la iglesia hace dos años, Herbert la sometió a una política de aislamiento que la impidió volver a ver a su hijo. "Les entregué 35 años de mi vida, viví de comer arroz y habichuelas, aguanté su disciplina y salvajismo… No hay piedad, no hay benevolencia en la iglesia de la Cienciología. No tienen caridad. Durante los últimos dos años mi hijo desapareció de mi vida y hace unas semanas todo se desmoronó para él… y ahora está muerto", se lamenta esta solitaria madre de 76 años.

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Alexander no murió en paz. En algún momento en aquellos dos años que pasó sin ver a su madre, tuvo un accidente de coche que le lesionó la espalda, lo que le tuvo enganchado a calmantes para lo que le quedaba de vida. Y entonces vino el siguiente revés: quería un hijo. De hecho, su mujer se había quedado embarazada en 2007, pero como la Cienciología tiene normas muy estrictas sobre la reproducción de sus miembros, se le sugirió que abortara. "Ejercen esa presión con mucha técnica", cuenta Karen. "Nunca amenazan a nadie, solo obligan a los futuros padres a pensar en el bien común". La esposa accedió a someterse al aborto, pero en 2011, Alexander decidió volver a intentarlo. Seguía queriendo tener un hijo propio, por mucho que tuviera que pedirle permiso a la iglesia para preñar a su mujer y tener una hija.

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Quizá fuera porque, según Karen, Alexander nunca disfrutó de una vida familiar sana. "Se llama a sí mismo el chico sin padre", cuenta. "Era su gran complejo, el que hecho de que en 16 años solo le vio unas nueve veces. Nunca llamaba por Navidad o para felicitarle el cumpleaños, lo cual le entristecía enormemente. Siempre decía que era porque su padre no le quería. No entendía que estaba en una prisión".

La petición de dejar a su mujer embarazada una segunda vez le fue denegada. Siempre según Karen, esto propició una caída en picado en la vida de Alexander. Siguió combinando su medicación con los calmantes, viviendo en casa de sus suegros y sufriendo grandes penurias económicas, hasta que el pasado domingo se quejó de que tenía fiebre. Al día siguiente, apareció muerto. Karen solo se enteró días después, cuando su nuera le denegó el acceso al depósito de cadáveres. Y entonces se enteró de todos los avatares que habían marcado la vida de su hijo durante los dos años que pasó sin verlo. "No tenía trabajo, no tenía padre, no tenía madre, estaba separado de su mujer… Tenía una herida en la espalda y estaba medicado. Este tipo de destrucción es lo que ocurre con las políticas de aislamiento".


Fuente: Yahoo! España
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