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La soledad, esa amiga de la muerte

La soledad mata. Te apunta con un revólver en el centro de tus miedos, te arrincona, y antes de escuchar el disparo, mueres. ¿Literatura? No, investigaciones científicas han revelado que esta escena se repite en millones de hogares en el mundo. Aislados de sus semejantes, hombres y mujeres que un día vivieron, se consumen en una solitaria agonía.

Se estima que en Estados Unidos alrededor del 40 por ciento de las personas se sienten solas, el doble que hace tres décadas. En el Reino Unido esa estadística ronda el 13 por ciento, mientras en la feliz Dinamarca el 24 por ciento de los hogares tienen un solo miembro. En los países del sur y el este de la Unión Europea menos del 10 por ciento de los habitantes prefieren prescindir de compañía.

Solos en la caverna

Nadie conoce mejor los desiertos senderos de la soledad que John Cacioppo, director del Center for Cognitive and Social Neuroscience en la Universidad de Chicago. Él y su equipo han realizado los estudios más reveladores sobre las consecuencias de este fenómeno en los últimos años.

Las personas que se sienten solas duermen poco y mal. En su reclusión, el mundo exterior se convierte en una fuente constante de amenazas, lo cual provoca un estado de vigilia casi perenne. El cerebro se mantiene en alerta, como cuando nuestros antepasados se separaban de sus tribus y se sabían más vulnerables a los ataques de otros animales. Una salvadora reacción primitiva, transformada en pesadilla moderna.

Menos sueño significa también falta de descanso, ascenso de la presión arterial e incremento del cortisol, una hormona relacionada con el estrés. El resultado es una aceleración del envejecimiento.

La soledad multiplica las posibilidades de sufrir una muerte prematura. Según los estudios de la Universidad de Chicago, el aislamiento social afecta la salud casi tanto como la pobreza y el doble que la obesidad. Una persona recluida en su casa, con escasas interacciones sociales, tiene un 14 por ciento más de probabilidades de morir precozmente que otra con una fructífera vida social.

El sistema inmunitario de los solitarios reduce sus defensas ante la invasión de virus y otros peligros externos. Como consecuencia, estas personas exhiben una tasa mayor de muertes por cáncer, infecciones y enfermedades cardiovasculares.

Solos, pero en buena compañía

Para Cacioppo, en nuestras relaciones debemos buscar tres dimensiones esenciales: una conexión íntima, resultado de conocer a alguna persona que aprecia nuestra forma de ser; una relación cercana que sea mutuamente gratificante y la sensación de pertenecer a un grupo, a una colectividad que trascienda nuestra existencia como individuos.

El fundador de la neurociencia social recomienda, en particular a las personas de la tercera edad, mantener el vínculo con excolegas, conservar las tradiciones familiares que propicien el encuentro con otras personas, y compartir momentos agradables con parientes y amigos. No se trata de buscar compañía a cualquier precio, sino de establecer conexiones significativas, que alimenten nuestro espíritu.

La soledad puede tornarse un círculo vicioso, advierten los estudiosos de la Universidad de Chicago. El aislamiento nos inclina a valorar las interacciones sociales de manera negativa y a temer el resultado de nuevas salidas al exterior. Esa hipersensibilidad nos empuja hacia el interior de nosotros mismos, en una espiral que podríamos comparar con la concha de un caracol.

10 preguntas para descubrir la soledad

La Escala de la Soledad de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) propone 10 preguntas para evaluar nuestro grado de soledad. La evaluación se mueve entre “Nunca” (1 punto) y “Siempre” (4 puntos), con dos niveles intermedios, “Raramente” (2 puntos) y “En ocasiones” (3 puntos). Un resultado superior a 30 puntos nos indicaría que debemos enriquecer con urgencia nuestra vida social.

 

  • ¿Con qué frecuencia se siente triste haciendo cosas solo?

  • ¿Con qué frecuencia siente que no tiene a nadie con quién hablar?

  • ¿Con qué frecuencia siente que no puede tolerar estar tan solo?

  • ¿Con qué frecuencia se siente como si nadie lo comprendiera?

  • ¿Con qué frecuencia se descubre esperando que alguien lo llame o le escriba?

  • ¿Con qué frecuencia se siente completamente solo?

  • ¿Con qué frecuencia se siente incapaz de contactarse o comunicarse con quienes se encuentran a su alrededor?

  • ¿Con qué frecuencia se siente necesitado de compañía?

  • ¿Con qué frecuencia siente que le resulta difícil hacer amigos?

  • ¿Con qué frecuencia se siente excluido o dejado de lado por los demás?