La naturaleza cifra sus esperanzas en América Latina

Las selvas tropicales reservan un incalculable número de especies animales y vegetales (Aris Gionis - Flickr)
Las selvas tropicales reservan un incalculable número de especies animales y vegetales (Aris Gionis - Flickr)

Un pequeño grupos de países, casi todos latinoamericanos, atesoran una biodiversidad tan rica que bastaría con conservarla para cumplir con los objetivos de la humanidad. Aunque parezca exagerada, a esta conclusión llegaron dos científicos estadounidenses luego de un vasto estudio sobre las plantas publicado por la revista Science.

Aunque las metas en este tema, ratificadas por la abrumadora mayoría de los gobiernos –con pocas excepciones como Estados Unidos—, no resultan demasiado ambiciosas, su ejecución podría postergarse más allá de 2020. Muchos países en desarrollo enfrentan una disyuntiva: proteger las áreas de extraordinaria diversidad natural, o utilizar esos recursos para impulsar sus economías.

La riqueza natural del Yasuní ecuatoriano podría desaparecer por la explotación petrolera (Geoff Gallice - Flickr)
La riqueza natural del Yasuní ecuatoriano podría desaparecer por la explotación petrolera (Geoff Gallice - Flickr)

El gran dilema de la conservación

La investigación de Stuart Pimm y Clinton Jenkings, académicos de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, concluye que alrededor de dos tercios de las especies de plantas conocidas crecen en apenas el 17 por ciento de la superficie terrestre del planeta. Para obtener ese resultado utilizaron la base de datos del Jardín Botánico Real de Kew, en Londres.

"También monitoreamos aves, mamíferos y anfibios, y descubrimos que en gran medida están presentes en las mismas zonas priorizadas para las plantas", explicó Jenkins. Luego, la conservación de la flora en las regiones señaladas tendría un impacto directo sobre la fauna local.

Según el mapa elaborado por los científicos, América Latina reúne algunos de los países de mayor densidad de especies endémicas: Ecuador, Panamá, Costa Rica y las islas del Caribe. Además, Madagascar, Filipinas, África del Sur, Taiwán, Indonesia y Malasia también poseen altos niveles de endemismo, una condición dada por la presencia exclusiva de especies de plantas y animales.

Pero hay una mala noticia. Menos del seis por ciento de esas zonas están resguardadas, acotan los autores del informe. "La cruel realidad es que la mayoría de las áreas prioritarias que necesitan protección generalmente están en países pobres", lamentó Jenkins en declaraciones a la agencia Inter Press Service (IPS).

La organización científica Bioversity International ha lanzado un nuevo proyecto para tratar de armonizar el desarrollo agrícola, indispensable para estas naciones pobres, con la conservación de la biodiversidad. De acuerdo con su presentación, en la Iniciativa Tendiendo Puentes entre la Agricultura y la Conservación (Bridging Agriculture and Conservation Initiative), por primera vez ecologistas y representantes del sector agrícola trabajarán juntos para ofrecer soluciones globales en este tema.

La mayoría de los 2.000 millones de campesinos de los países en desarrollo viven en condiciones de pobreza, a pesar de habitan en las regiones donde se produce la mayor parte de los alimentos del planeta.

Ann Tutwiler, directora de Bioversity, considera imprescindible comprometer a las grandes empresas que controlan el negocio de la alimentación. “Hay maneras de cambiar sus prácticas y de hacer un mejor uso de la biodiversidad. Existen soluciones, pero será necesario cambiar la mentalidad”, dijo a IPS.

Sin embargo, la confluencia entre los intereses comerciales y los ambientales podría ser ardua cuando los gobiernos inclinan la balanza. La decisión del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, de dar luz verde a la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní demostró recientemente cómo las presiones económicas pueden hundir los programas más altruistas.

Al margen del manejo del proyecto Yasuní ITT, que engendró escepticismo en potenciales donantes y exhibió la vacilante política ambiental de Quito, el financiamiento internacional de iniciativas de conservación en países en desarrollo parece una alternativa realizable. Costa Rica recibirá 63 millones de dólares del Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques, del Banco Mundial, por sus programas de conservación de bosques y regeneración de tierras degradadas.

En esta pequeña nación centroamericana viven más de 500.000 especies de plantas y animales, lo cual representa el cuatro por ciento del total estimado en todo el planeta. Costa Rica protege más del 25 por ciento de su territorio bajo alguna de las categorías reconocidas por la comunidad científica.

Costa Rica exhibe una biodiversidad extraordinaria en sus selvas tropicales (Niv Maoz - Flickr)
Costa Rica exhibe una biodiversidad extraordinaria en sus selvas tropicales (Niv Maoz - Flickr)

Un acuerdo para salvar la naturaleza

El Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica entró en vigor en diciembre de 1993. Esa convención proponía la protección del 17 por ciento de las áreas terrestres del planeta, el 10 por ciento de las marítimas y costeras, y la conservación del 60 por ciento de las especies vegetales para el año 2020.

Según la Base de Datos Mundial sobre las Áreas Protegidas, veinte años después de aquel acuerdo, la humanidad ha hecho grandes progresos, pero aún no alcanza los objetivos de la Cumbre de la Tierra, celebrada entonces en Río de Janeiro. Las zonas marinas protegidas se acercan a la meta con un 9,7 por ciento de cobertura, mientras las terrestres se extienden hoy por 14,6 por ciento de la superficie.

Más que una cuestión de estadísticas, el reto de la comunidad internacional sería asignar los recursos necesarios para conservar las regiones de mayor riqueza natural. Como han señalado los científicos, aunque de manera global el planeta se aproxima a sus objetivos, buena parte del financiamiento se dedica a regiones que no atesoran una gran biodiversidad. La diferencia entre las 800 especies endémicas de Costa Rica y las 70 de Canadá, con un territorio 200 veces mayor, es un ejemplo muy convincente de hacia dónde debería fluir ese apoyo económico.