La muerte de los idiomas indígenas en México

Con la modernidad, las nuevas generaciones han abandonado el uso de las lenguas indígenas (Hernán García Crespo - Flickr)
Con la modernidad, las nuevas generaciones han abandonado el uso de las lenguas indígenas (Hernán García Crespo - Flickr)

México corre el peligro de perder una de sus más valiosas y subestimadas riquezas: el patrimonio lingüístico. Casi un tercio de sus lenguas originarias avanza hacia una inexorable extinción, porque para muchos tal tesoro es, simplemente, un lastre. Otros se preguntan qué puede importar la muerte de un idioma cuando se agotan recursos vitales como el agua.

Imagínese que nadie –absolutamente nadie—hablara español, ni quedara constancia de siglos de tradición oral y literaria. Sería como si nunca hubiera existido la cultura hispana, y por ende, nosotros. Tal desenlace, improbable para el segundo idioma más hablado del mundo, amenaza hoy a una veintena de pueblos indígenas en México, nación multicultural donde conviven 11 familias idiomáticas, de las que derivan 68 lenguas, ramificadas en 364 dialectos.

Sin embargo, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) alerta que 259 de esas variantes corren el riesgo de desaparecer  y 64 cuentan con menos de un centenar de hablantes. El ayapaneco, por ejemplo, solo tiene siete.

¿El último de los ayapanecos?

En plena selva de Ayapa, Tabasco, viven los últimos hablantes del “nnumte oote”, que significa lengua verdadera en ayapaneco. Este idioma, rico en simbolismos, pertenece a la familia del mixe-zoqueana, y entre sus singularidades destaca el uso de onomatopeyas como “ploj”, el inconfundible sonido de pisar lodo. Pero solo siete personas lo hablan cotidianamente, y apenas 13 lo entienden.

La otrora floreciente cultura ayapaneca sucumbió al fatalismo geográfico de radicar en una región rica en petróleo. El oro negro atrajo una fuerte inmigración que inundó a este pueblo y sus tradiciones. Como otras comunidades indígenas, los ayapanecos sufrieron múltiples formas de discriminación, entre ellas la imposición del español en las escuelas. Otros factores, como el éxodo de sus miembros, diezmaron a esta cultura.

El “nnumte oote” parece condenado. Otras lenguas amenazadas aún tienen la esperanza de salvarse. No obstante, el avance implacable de la modernidad dificulta dicha supervivencia. Pocos entre las nuevas generaciones de indígenas usan el idioma de sus ancestros, pues sus principales referentes hablan español o inglés. En estos tiempos, incluso, consideran más práctico aprender chino.

En el empeño por salvar sus idiomas, los indígenas se debaten entre el aislamiento y la asimilación (Eduardo Robles Pacheco)
En el empeño por salvar sus idiomas, los indígenas se debaten entre el aislamiento y la asimilación (Eduardo Robles Pacheco)

Adecuarse o retraerse, la disyuntiva de los indígenas

Cerca de un millón de indígenas –concentrados principalmente en los estados de Oaxaca, Chiapas, Veracruz y Guerrero—hablan únicamente su idioma nativo. Se aferran a su entorno pues saben que fuera solo encontrarán rechazo. Tendrían que renunciar a sus valores para ser asimilados, pero ni siquiera eso les garantizaría un empleo digno, o al menos ser tratados como iguales.

Preocupadas por esta situación, las autoridades mexicanas reconocieron en 2003 los derechos lingüísticos indígenas. Sus idiomas recibieron el mismo estatus que el español y nació el Inali para preservar y darle mayor visibilidad a esta riqueza cultural, una tarea noble pero dura. Las máximas autoridades de esa institución advierten que si la propia sociedad no exige el conocimiento de una lengua, resulta difícil potenciarla. Además, todavía en México las personas son estigmatizadas por el color de su piel o sus vestimentas, y los idiomas indígenas son silenciados en los medios de comunicación.

Magnicidio lingüístico en nombre de la unidad nacional

Según las estadísticas oficiales, el único lugar del país donde ha crecido el uso de lenguas originarias es Chiapas. Ahí el 75% de la población indígena habla chol, tzeltal y tzotzil, o tojolabal. Pero ese estado es la excepción de una triste regla impuesta en nombre de la unidad nacional: la erradicación de todos los dialectos autóctonos. Ello implicó el asesinato selectivo de la esencia misma de la nación mexicana, la negación de un rico acervo cultural legado en maya, náhuatl, zapoteco, mixteco.

En Chiapas las lenguas indígenas aún resisten a la fatalidad que se extiende por el resto de México (Eduardo Robles Pacheco - Flickr)
En Chiapas las lenguas indígenas aún resisten a la fatalidad que se extiende por el resto de México (Eduardo Robles Pacheco - Flickr)

Por su parte, los lingüistas niegan que la extinción de una lengua dependa de cuántos la hablen. Por ejemplo, el seri o el kikapú son muy vitales pese a su reducido número de hablantes, mientras que el otomí y el mazahua, de comunidades mayores, sufren un acelerado proceso de desaparición. Otras lenguas, como el náhuatl, son muy habladas en algunas regiones y prácticamente han desaparecido en otras.

La aceleración de un viejo fenómeno mundial

Numerosas lenguas han perecido desde la prehistoria, vencidas por conquistas o por influencias de dominación socioeconómica, política y cultural. Pero actualmente ha ocurrido una aceleración del proceso debido a la globalización.

Según la ONU, 248 lenguas originarias en América Latina corren el riesgo de morir y un 90% de los casi 7.000 idiomas del mundo desaparecerán en los próximos 100 años. En 2008 se extinguió el eyak de Alaska, y dos años después el bo de las islas Andamán, por ejemplo.

Miles y miles de años de identidad y civilización silenciados para siempre. Como si nunca hubieran existido.

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