La muerte de Chávez y la maldición de Bolívar

Los sucesores de Chávez hacen guardia junto a su féretro (EFE)
Los sucesores de Chávez hacen guardia junto a su féretro (EFE)

Todos los que asistieron a la exhumación de los restos del Libertador Simón Bolívar morirán. Ese fatal presagio ha inquietado el espíritu de no pocos venezolanos desde que en julio de 2010 el fallecido presidente Hugo Chávez ordenase una nueva investigación sobre las causas de la muerte del prócer, presuntamente envenenado por sus enemigos en Colombia. El deceso del gobernante esta semana ha exaltado a quienes creen en esas rocambolescas profecías.

Hace dos años Chávez se empeñó en demostrar una nueva teoría de la conspiración que cambiaría el relato histórico de los días finales de Bolívar, según el cual el “hombre de las dificultades” –como lo llamó Gabriel García Márquez—murió a causa de la tuberculosis. El ex mandatario afirmaba que los acólitos de Francisco de Paula Santander, el archienemigo del Libertador, habían utilizado arsénico para envenenarlo.

En la noche del 16 de julio de 2010 un grupo de expertos forenses vestidos de blanco abrió el sarcófago donde reposan los restos de Bolívar. Ante la mirada atónita de millones de televidentes, emergió el esqueleto del hombre más adorado por los venezolanos. ¡Sacrilegio!, gritaron los críticos de Chávez. “Confieso que hemos llorado, hemos jurado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada”, escribió el entonces gobernante en su cuenta en Twitter.

En los meses siguientes la supuesta “maldición de Bolívar” ganó el fervor de muchos venezolanos. La muerte sucesiva de varios personajes de la cúpula gubernamental alimentó la creencia de que el prócer, desde su tumba profanada, había lanzado un mortal anatema sobre quienes lo habían despertado de su sagrado sueño. El cénit de esos augurios llegó cuando en julio de 2011 cuando el propio Chávez confirmó que lo habían operado de un tumor cancerígeno en la zona pélvica.

La “maldición de Bolívar” sería una réplica venezolana de la famosa “maldición del faraón” o “maldición de Tutankamon”. La profanación de la tumba del joven rey egipcio en noviembre de 1922 habría provocado la muerte posterior de algunos de los implicados en el hecho, entre ellos el mecenas británico Lord Carnarvon, quien financió la expedición del egiptólogo Howard Carter. La prensa de la época explotó el mito de la faraónica venganza, aunque el propio Carter se burló de tales creencias. “Estas historias de maldiciones son una degeneración actualizada de las trasnochadas leyendas de fantasmas”, escribió.

El comandante de la Revolución Bolivariana luchó durante casi dos años para contener la enfermedad. Sus frecuentes viajes a Cuba, donde recibió tratamiento en una clínica reservada a la elite gobernante de la isla, marcaron los últimos meses de su mandato. Pero ni siquiera la muy reputada medicina cubana pudo rescatar al mejor aliado de Fidel Castro de su destino. El cáncer no entiende de elevadas razones políticas o sencillas justificaciones personales.

La última versión sobre la muerte de Chávez asegura que el ex presidente murió por un infarto fulminante. “No podía hablar, pero lo dijo con los labios...'yo no quiero morir, por favor no me dejen morir', porque él quería a su país, se inmoló por su país”, relató José Ornella, jefe de la guardia presidencial.

Horas antes de confirmarse el fallecimiento, el vicepresidente Nicolás Maduro había acusado a los “enemigos históricos” de la revolución venezolana de atacar la salud de Chávez. Maduro evocó la muerte del líder palestino Yasser Arafat como ejemplo de una conspiración para terminar con la vida de ciertos políticos. En diciembre de 2011 Chávez sugirió que Estados Unidos había desarrollado una tecnología para inocular el cáncer a varios presidentes latinoamericanos afines a la corriente izquierdista.

Maldición egipcia, venganza bolivariana, fracaso de rituales de la santería, cáncer… las razones científicas o imaginarias del prematuro deceso de Hugo Chávez agitarán durante años el pensamiento de los venezolanos. Quizás en un siglo futuro a algún declarado heredero del chavismo se le antoje resucitar el cadáver para demostrar una nueva teoría. Entonces el espectro de los mortuorios anatemas volverá a rondar sobre las cabezas de un país y su Historia.