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La mano luminosa de Ann Makosinski

Ella es una adolescente canadiense. Hace dos años una amiga residente en Filipinas le relató sus dificultades para terminar las tareas escolares. La falta de electricidad le impedía avanzar en sus estudios. Entonces Ann recordó lo que había escuchado en el colegio sobre la energía irradiada por los seres humanos, tanta como para alimentar una bombilla de 100 voltios, y se propuso construir una lámpara que solo necesitara las manos para iluminar.

Pero la carrera de Ann no comenzó con esta invención, que podría cambiar la vida de millones de personas en el mundo. Su primer juguete, confesó en la presentación de su idea a la Feria de Ciencias de Google 2013, fue una caja de transistores. La pasión por los insectos y una bien cultivada curiosidad la condujeron a participar en concursos locales de ciencias desde los 11 años. La “Linterna Hueca” representa, por el momento, la más elevada recompensa a su tenacidad.

En septiembre pasado Ann ganó el primer premio en la Feria de Ciencias de Google, entre los participantes de 15 y 16 años. El reconocimiento comprende una beca de 25.000 dólares, que podrían conducirla eventualmente a realizar estudios superiores en una universidad norteamericana.

Manos eléctricas

Para su proyecto Ann utilizó las llamadas células Peltier, unos dispositivos capaces de generar corriente eléctrica a partir de la diferencia de temperatura entre dos superficies adyacentes. La lámpara de la joven canadiense aprovecha el calor generado por la palma de la mano y el efecto de enfriamiento natural provocado por el aire. Con una diferencia de cinco grados centígrados, el artefacto puede producir hasta 5,4 milivatios, suficientes para encender tres leds blancos con una intensidad de alrededor de 24 lúmenes.

Y todo esto "sin baterías, ni químicos tóxicos o energía cinética", tampoco ruidos o vibraciones, señala la inventora. En condiciones ideales la lámpara podría funcionar hasta 20 minutos de manera continua. Y si bien la iluminación que ofrece la Linterna Hueca aún parece discreta frente a los centenares de lúmenes de las bombillas comerciales, Ann asegura que continuará trabajando en el prototipo. 

"Mi circuito único y su diseño tienen infinitas posibilidades y usos para el futuro", confía la adolescente. Una de estas aplicaciones sería la recarga de las baterías de los teléfonos celulares mientras conversamos, gracias al calor de nuestras manos. Además, Ann sueña con colocar células Peltier en los pupitres de las escuelas, que se convertirían de esta manera en generadores de electricidad.

Luz para países en desarrollo

La repentina celebridad –invitaciones a shows televisivos, varias conferencias de TED y otras charlas en escuelas canadienses—no ha borrado el propósito inicial de Ann: proveer de luz eléctrica a las personas que no poseen este servicio en los países en desarrollo.

“Me gustaría conservar los derechos de mi linterna y distribuirla, quizás mediante kits de emergencia gratuitos para las personas del Tercer Mundo, para quienes originalmente diseñé la lámpara”, declaró a The Huffington Post. En ese sentido Ann ha manifestado su interés en crear una organización sin fines de lucro sustentada sobre la patente de su invención.

Se estima que alrededor de 1.300 millones de personas no tienen acceso a la electricidad, la mayoría habitantes del sur de Asia y el África Subsahariana.