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La isla de las muñecas

Como un recuerdo de su pasado glorioso, la antigua capital azteca conserva su encanto único y sus tradiciones milenarias. Situada a unos 28 Km al sur del centro de México, con sus islas artificiales y redes de canales, está Xochimilco (en náhuatl "lugar de flores"), uno de los sitios turísticos más populares de la ciudad de la esperanza. El culto a la flor, su belleza y sus secretos, ha sido la esencia de este pintoresco pueblo, y más de cinco siglos después sus dioses prehispánicos —Xochipilli (príncipe de la flor) y Xochiquetzal (la flor de pluma rica)— siguen siendo símbolos de color y vida. Entre trajineras y jardines flotantes, los canales de Xochimilco no han perdido su historia, ni sus famosas fiestas populares. Pero entre los mismos canales, y muy lejos de esas encantadoras leyendas, hay una pequeña isla que nunca tuvo la intención de ser un destino turístico.

Cientos de muñecas en descomposición —amputadas, decapitadas y con los ojos en blanco— se esconden y cuelgan de los árboles, como un gigante santuario para alejar el espíritu inquieto de una joven que según cuentan murió ahogada en el mar.

Llegar a la Isla de las Muñecas no es tan fácil. La mejor opción es tomar un ferri desde el Embarcadero Cuemanco o el Fernando Celada; o ir directamente en una trajinera. El viaje, que según el medio de transporte y el punto de partida, es un hermoso recorrido por las legendarias venas de agua y puede tomar desde dos hasta seis horas.

Casi de suponer, el origen de la macabra decoración fue una tragedia. Cuenta la historia que por los años 50, el único habitante y cuidador de la isla, Don Julián Santana Barrera, encontró el cuerpo de una chica ahogada en el canal. Obsesionado por su muerte, un día vio a una muñeca flotando en el mismo sitio del accidente y la colgó en un árbol para proteger a la isla y apaciguar el alma torturada de la joven que desde su muerte lo perseguía.

Pero la ofrenda de una muñeca no era suficiente para calmar su mente perturbada. Don Julián siguió "pescando" muñecas de plástico y colgándolas como una barrera en la isla y alrededor de su choza.

Otras versiones narran que el cuidador era un ser ermitaño que recogía muñecas en los basureros para ahuyentar espíritus y por la buena cosecha, que pasaba el día pescando frente a su chinampa cantándole a una sirena, y que su soledad lo llevó a inventarse la leyenda de la joven ahogada… una leyenda que terminó siendo su pesadilla real.

La historia dio un giro aun más siniestro en el año 2001, cuando encontraron a Don Julián ahogado en el canal justo en el sitio donde supuestamente se había ahogado la muchacha. No son pocos los que dicen que las muñecas estaban poseídas por almas diabólicas que conspiraron para asesinarlo; mientras algunos creen que su muerte fue un accidente y que desde entonces las muñecas son quienes cuidan la isla.

Más de uno afirma haber escuchado a las muñecas susurrando entre sí, otros dicen que mueven la cabeza y los brazos, e incluso que abren los ojos… pero misterios y exageraciones aparte, este altar a la supuesta muchacha que conoció su destino en extrañas circunstancias es el único motivo para viajar a la isla olvidada, que desde la muerte de su cuidador se ha convertido en una atracción turística y los visitantes han seguido su tradición de colgar muñecas.