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La guerra: un buen negocio... para algunos

En 1961 Dwight Eisenhower alertó sobre la influencia del complejo militar-industrial sobre la democracia (Wikimedia Commons)
En 1961 Dwight Eisenhower alertó sobre la influencia del complejo militar-industrial sobre la democracia (Wikimedia Commons)

La guerra tiene muchas caras: las víctimas, las ciudades devastadas, los campos de refugiados, la pantomima de los políticos… En ocasiones emergen también las cifras que describen cómo cada conflagración arrasa economías y compromete el futuro. Detrás de todo ese terrible escenario siempre han vivido quienes se aprovechan de la tragedia colectiva.

Los números de la guerra también abren diversos ángulos a la interpretación. ¿Cuánto pagan los contribuyentes por cada conflicto? ¿Los gastos bélicos concluyen con el silencio de las armas? ¿En qué bolsillos cae el torrente de dólares de los presupuestos de defensa?

La contienda más costosa de la historia

Hasta hace poco tiempo la Segunda Guerra Mundial encabezaba la lista de guerras más dispendiosas en la historia de Estados Unidos. Un estudio realizado por el Servicio de Investigaciones del Congreso calculaba el gasto total en 4,1 billones de dólares, según el valor de la moneda estadounidense en 2008. Según esa estimación, el conflicto internacional que enfrentó a los Aliados con el Eje cerró como el de mayores repercusiones financieras en el siglo XX.

La Segunda Guerra Mundial, a pesar de haber durado solo cuatro años, representó un gasto más de 2.000 veces mayor al de la Revolución Americana (o de las Trece Colonias), que se extendió de 1775 a 1783.  El enfrentamiento contra México entre 1846 y 1849, para citar otro ejemplo, costó 1.800 millones de dólares.

La Guerra contra el Terrorismo, lanzada por George W. Bush en 2001, amenaza con dejar atrás al peor conflicto que ha sufrido la humanidad en su historia. Datos recientes del proyecto “Cost of War”, una iniciativa de la Universidad de Brown, en Rhode Island, pronostican que la cruzada estadounidense contra los grupos terroristas en el mundo penderá como espada sobre los contribuyentes durante las próximas décadas.

La Guerra contra el Terrorismo se ha convertido en la más costosa de la historia de Estados Unidos (Wikimedia Commons)
La Guerra contra el Terrorismo se ha convertido en la más costosa de la historia de Estados Unidos (Wikimedia Commons)

Hasta 2014 las operaciones en Afganistán, Pakistán e Irak, además de otros países en el Medio Oriente, Asia y África, sumadas al despliegue en Estados Unidos, habían costado 4,4 billones de dólares. Esa cifra comprende las erogaciones del Departamento de Defensa directamente para misiones militares, la asistencia a las naciones en conflicto, los intereses por los préstamos que ha solicitado el gobierno, la seguridad interna y la atención a los veteranos.

Washington ha pagado la mayor parte de la Guerra contra el Terrorismo mediante el incremento de la deuda. Entre 2001 y 2013 los estadounidenses habían pagado 316.000 millones de dólares en intereses sobre los gastos del Pentágono. El proyecto “Cost of War” pronostica que para 2023 el monto total por ese concepto rondará el billón de dólares.

¿Quién se ha bañado en ese manantial de dinero que surge del bolsillo de los contribuyentes? Igual que hace dos siglos, los especuladores de hoy sobrevuelan como aves carroñeras cada estallido bélico.

Los especuladores de la guerra

Los amantes de las armas y la alta costura tienen algo en común: conocen seguramente a dos de los personajes más inescrupulosos de la historia de Estados Unidos.

Samuel Colt, el hombre de negocios que popularizó los revólveres de 45 milímetros en el siglo XIX, vendió por igual ese armamento a la Unión y la Confederación durante la Guerra Civil (1861-1865). Colt ofrecía sus pistolas a cada bando –casi al doble de su precio de costo—, como mismo contribuía con los políticos durante las campañas electorales para garantizar el visto bueno a sus emprendimientos.

Brooks Brothers aprovechó la corrupción política durante la Guerra Civil americana (Elizabeth Lippman/The New York Times)
Brooks Brothers aprovechó la corrupción política durante la Guerra Civil americana (Elizabeth Lippman/The New York Times)

Y si bien nadie dudaba de las legendarias Colt, otro exitoso empresario no vaciló en defraudar al gobierno para enriquecerse durante la contienda entre norte y sur. Elisha Brooks y sus hermanos vendieron miles de uniformes de pésima calidad al ejército norteño. La vestimenta, supuestamente concebida para soportar los rigores de la vida de campaña, se deshacía bajo los primeros aguaceros.

Brooks Brothers sobrevivió a la guerra y a los escándalos de corrupción de la época. La mayoría de los presidentes norteamericanos han usado trajes y accesorios de esa marca, desde Ulyses Grant hasta Barack Obama.

De los negociantes de ayer aprendieron las grandes compañías del complejo militar-industrial y las empresas de contratistas que han llenado sus arcas tras el 11 de septiembre. Desde el comienzo de las operaciones en Afganistán e Irak las empresas de seguridad privada y los contratistas militares han embolsado miles de millones de dólares por trabajos que no siempre han escapado al escándalo.

Así ocurrió con Custer Battles, acusada de múltiples fraudes en Irak. Interpelado por el general de brigada (retirado) Hugh Tant III sobre la entrega de una treintena de camiones defectuosos, uno de los dueños de la compañía, Mike Battles, replicó que el contrato mencionaba los vehículos, pero no especificaba si debían o no funcionar. Tant describió el caso como el peor fraude en sus tres décadas de carrera en el ejército.

Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz, con sede en Estocolmo, solo en 2011 las 100 principales proveedoras de armamento y servicios militares realizaron ventas por un valor de 410.000 millones de dólares. El sector ha crecido en más de 50 por ciento desde 2002 gracias en gran medida a los gastos militares de Estados Unidos.

Muchos de los contribuyentes que hoy rechazan un nuevo despliegue en Irak seguramente se preguntan cuánto se habría podido construir con todo ese dinero, si no hubiera caído en el sórdido remolino de la guerra.