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La energía oculta en el retrete

Cada ser humano produce diariamente alrededor de una libra de excrementos y 1,5 litros de orina. Esas cifras varían según el peso y el estado de salud de la persona, claro. Pero la constante en todo ese material “desechable” –además de nuestro pudor para nombrar un hecho tan natural—es su potencial para generar energía eléctrica.

El planeta enfrenta un serio problema por la abundancia de los desechos humanos no tratados: más de 200 millones de toneladas que se vierten al año en lagos, ríos y mares, o simplemente se depositan en cualquier sitio, lo cual contribuye a la proliferación de enfermedades en países subdesarrollados. Sin embargo, en los últimos años se han perfeccionado tecnologías capaces de procesar esos líquidos y sólidos, y convertirlos en un recurso aprovechable.

El poder de las heces

Casi todas las prisiones en Rwanda suplen sus necesidades energéticas con los desechos producidos por los prisioneros. Las heces y el orina de los criminales, algunos vinculados con el genocidio de 1994, son la materia prima fundamental de los generadores de biogás. De esa manera, las cárceles, que por lo general solo engendran gastos para las finanzas públicas, se han transformado en un sistema autosustentable, al menos en cuanto a la electricidad.

La descomposición de las heces fecales, gracias a la utilización de la luz solar, alimentará en un futuro celdas de hidrógeno capaces de producir corriente eléctrica, según el proyecto del Instituto de Tecnología de California (Caltech). La propuesta de retrete concebida por investigadores de este centro de estudios, encabezados por el profesor Michael Hoffmann, ganó el primer lugar en Reinventing the Toilet Challenge, una iniciativa de la Fundación Bill y Melinda Gates. El proyecto permitirá a familias pobres acceder a los beneficios de la electricidad y contar con una fuente de agua limpia, sin estar conectadas a redes de distribución o acueductos.

En la India miles de hogares utilizan ya los procesadores de biogás de la empresa Biotech. Se estima que en ese país asiático unas 600 millones de personas carecen de instalaciones sanitarias básicas. Los equipos de Biotech no solo mejoran las condiciones de higiene, sino también satisfacen la mitad de las demandas energéticas de las familias de bajos recursos.

Orina para la batería de tu smartphone

Quizás el ejemplo más espectacular en este campo sean las celdas de combustible microbianas, creadas por investigadores de la Universidad de Bristol y del Laboratorio de Robótica de esa ciudad del Reino Unido. Estos equipos utilizan los orines humanos como fuente de energía para baterías que generan la electricidad necesaria para cargar un teléfono celular.

Básicamente se trata de aprovechar el trabajo de microbios que se alimentan de los desechos. Estos microorganismos, cultivados en ánodos de carbono, fragmentan los componentes de la orina, una operación en la cual se generan electrones y protones. Luego estas partículas se combinan para formar hidrógeno, que se enlaza finalmente con oxígeno. El resultado es agua limpia y electricidad.

El equipo científico británico, con el financiamiento de la Fundación Bill y Melinda Gates, aspira a difundir su invención mediante un retrete inteligente. Además, consideran que su aplicación beneficiaría a las misiones espaciales, pues idealmente los astronautas deben reutilizar cada producto de desecho.

A pesar de los avances en esta área, las instalaciones de reciclaje de excretas humanas aún deben demostrar su viabilidad económica. El desafío para la comunidad científica es concebir tecnologías fáciles de utilizar, que puedan fabricarse a gran escala para reducir los costos y garantizar la expansión a todos los mercados. Cuando el cotidiano acto de defecar u orinar nos sirva para recargar las baterías de los teléfonos, cocinar y alumbrar la casa, entonces cualquier objeción pudorosa desaparecerá.