Kleinforntein, el pueblo sudafricano que no admite negros

La entrada a Kleinforntein, una pequeña comunidad a menos de una hora de la capital sudafricana, está decorada con un busto del primer ministro que tuvo el país en los años 60, Henrik Verowerd, que actúa como una nada sutil declaración de intenciones: a Verowerd se le considera el padre del apartheid, el cruel sistema de discriminación racial legislada que traumatizó a su sociedad hasta que Nelson Mandela consiguió revocarlo en los años 90, y Kleinforntein es la representación más clara de sus principios.

Quien quiera unirse a los mil residentes de esta comunidad aislada con verjas tendrá que presentar una solicitud que demuestre que comparte ciertos valores, a saber, que es un cristiano protestante, un afrikáner (descendiente de colonizadores holandeses) y que habla el dialecto afrikans. Es decir, es un lugar exclusivamente para blancos en un país de negros.

"Sentimos que nuestra cultura está amenazada y queremos protegerla y nutrirla", resume Marisa Haasbroek, escritora y residente de Kleinforntein que se ha erigido como portavoz de su gente. "Mi hijo es la décima generación de Haasbroek que vive en Sudáfrica. No somos colonos; llevamos aquí generación tras generación, construyendo carreteras e infraestructuras. Y de repente, ya no nos sentimos bienvenidos aquí".

No está claro si esa falta de bienvenida que percibe Marisa es algo subjetivo (quizá se sentía más privilegiada en tiempos del apartheid) u objetivo, del rechazo que pueden experimentar los hijos de la minoría étnica que dirigió el país durante décadas, impuso la segregación estricta y oprimió a la población mayoritaria negra. El caso es que la existencia de Kleinforntein ofende a muchos tanto como ofendidos se sienten los que viven ahí.

"Nos preocupan los negros", escupe Johan Foley, un banquero jubilado que lleva dos décadas viviendo allí. "Cada vez que tocan algo, lo llevan a la bancarrota y hay problemas. Los blancos les dimos ropa y los educamos. Desde 1994, cuando los negros empezaron a dirigir el país, todo ha salido mal".

Desde su construcción en 1992 (dos años después de que Mandela saliera de la cárcel y dos años antes de que a los negros se les permitiera votar) la comunidad que solo acepta vecinos en función de su piel y su pasado y que cuelga carteles de "Estamos aquí para quedarnos" en las puertas de sus casas ha tenido que enfrentarse a varias manifestaciones. Estas han crecido recientemente desde que, en mayo, se le prohibiera la entrada a un negro. Las autoridades han anunciado que están investigando su legalidad.

"El hecho de que se estén criando niños allí y se les esté adoctrinando esta ideología tan llena de odio que pinta a los negros como criminales nos preocupa mucho", explica Czerina Patel, una periodista sudafricana que también es la directora ejecutiva de Yenza, una caridad que trabaja con discapacitados.

Pero Kleinforntein también está ganando apoyos. Haasbroek asegura que desde el incidente, se han disparado las suscripciones a su boletín de noticias y que han recibido llamadas de diez personas que quieren mudarse ahí de inmediato. "La impresión que nos dan varios afrikáners es que apoyan la forma en la que vivimos, aunque no todos quieran vivir en un pueblecito pequeño y tranquilo como el nuestro", añade.

Fuente: Yahoo! España
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