Frío o calor, ¿qué es mejor para la economía?

Las tormentas de nieve se han ensañado con la costa este de Estados Unidos (EFE/Katherine Taylor)
Las tormentas de nieve se han ensañado con la costa este de Estados Unidos (EFE/Katherine Taylor)

Cuando el mercurio cae como avalancha bajo el punto de congelación, la vida se ralentiza; cuando el calor sofoca, las energías para trabajar se evaporan. Las temperaturas extremas modifican nuestro comportamiento y en consecuencia actúan sobre aquellas variables de la economía dependientes de los consumidores.

Los dos últimos inviernos se han ensañado con la costa noreste de Estados Unidos. Además del frío inusualmente intenso a lo largo de las semanas de diciembre hasta marzo, las ventiscas han cubierto con abundante nieve ciudades como New York y Boston. Sin dudas, el impacto de este tiempo gélido se hace sentir en todo el país. La pregunta es: ¿las hirvientes jornadas de verano causan más o menos estragos?

Economía congelada

En 2014 expertos estadounidenses dudaban sobre las causas del repentino enfriamiento de la economía. Mientras algunos atribuían la pérdida de impulso a factores estructurales, otros apuntaban al termómetro, que se mantenía muy por debajo de cero grados Celsius. Al final, aunque no solo el clima influyó en ese frenazo, el arribo de la primavera dio la razón a los segundos.

El invierno 2013-2014 provocó una caída de 1,4 por ciento del producto interno bruto en el primer trimestre del pasado año. Según el Instituto de Información sobre Seguros, los siniestros relacionados con esa estación ascendieron a 3.700 millones de dólares, de los cuales 1.400 millones no estaban asegurados.

Las ventiscas obligan a paralizar o retardar temporalmente el transporte aéreo (Uli Seit/The New York Times)
Las ventiscas obligan a paralizar o retardar temporalmente el transporte aéreo (Uli Seit/The New York Times)

Pero esta cifra solo representa una fracción de las pérdidas vinculadas a temporadas invernales particularmente duras. El invierno 2014-2015, por ejemplo, ha costado a la economía norteamericana cerca de 50.000 millones de dólares por pérdidas de productividad y ha reducido en 76.000 empleos la oferta del mercado de trabajo, de acuerdo con especialistas de Wall Street.

Si bien para una potencia que genera más de 15 billones de dólares anuales ese monto parece irrisorio, los interminables días fríos no alegran los corazones de muchos empresarios. Los vientos glaciales, la nieve y esas hermosas mañanas soleadas cuando el mercurio desciende a menos 30 grados Celsius (menos 22 grados Fahrenheit), golpean al comercio de detalle, los concesionarios de automóviles, la restauración, a la industria turística e incrementan los gastos de los gobiernos municipales. Además, el cierre de negocios obliga a muchos empleados a quedarse en casa y perder horas de salario.

Sin embargo, quizás el añorado verano sea peor.

El calor extremo reduce la eficiencia de los trabajadores y exaspera a los turistas (AP/Julie Jacobson)
El calor extremo reduce la eficiencia de los trabajadores y exaspera a los turistas (AP/Julie Jacobson)

Calor aplastante

Un reciente estudio publicado por la Oficina Nacional para la Investigación Económica de Estados Unidos (NBER), calculó el impacto de las altas temperaturas sobre la economía. De acuerdo con los autores del artículo “Does the Environment Still Matter? Daily Temperature and Income in the United States”, Tatyana Deryugina y Solomon Hsiang, a partir de 15º C (59º F) la productividad individual se reduce en 1,7 por ciento por cada grado Celsius (1,8º F) adicional. En otras matemáticas, un día laborable por encima de 30º C (86º F) deja como promedio pérdidas en torno a 20 dólares por persona para los condados estadounidenses.

La investigación apunta a dos sectores más vulnerables a las subidas en el mercurio: la agricultura y las industrias que requieren tareas en el exterior. Mientras el rendimiento de las cosechas desciende con la canícula extrema, los trabajadores que no disponen de acondicionadores de aire son menos eficientes. Incluso aquellos protegidos en oficinas refrigeradas suelen tener peor desempeño en días de bochorno.

A pesar de la evidencia estadística aportada por Deryugina y Hsiang, el debate sobre los efectos del frío y el calor en la macroeconomía no se ha cerrado. No siempre el vínculo entre una estación gélida o demasiado calurosa y el declive económico temporal parece tan evidente. El cualquier caso, los últimos inviernos han convencido a los economistas norteamericanos de que deben incluir los efectos meteorológicos inesperados en sus pronósticos.

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