El triste otoño de las abuelas coreanas

El Parque Jongmyo, en Seúl, uno de los escenarios habituales de la prostitución de las ancianas (Joe Coyle - Flickr)
El Parque Jongmyo, en Seúl, uno de los escenarios habituales de la prostitución de las ancianas (Joe Coyle - Flickr)

Soñaron con una vejez acompañada. Trabajaron durante décadas para ofrecer a sus hijos las mejores escuelas, el futuro profesional más brillante. En la curva de los 70 años se han encontrado solas y sin dinero. Muchas ancianas de Corea del Sur se prostituyen para sobrevivir en una sociedad súper desarrollada, pero que ha olvidado el deber de venerar a los mayores, cuyo sudor fraguó la riqueza de hoy.

Según reportes de la policía en el distrito de Jongno, en Seúl, alrededor del 15 por ciento de las prostitutas que trabajan en esa zona rondan la séptima década de vida. La oferta sexual en ese barrio de la capital surcoreana se divide entre las estaciones de metro –donde laboran mujeres entre 40 y 50 años—y el Parque Jogmyo, la zona preferida por las abuelas.

El Ministerio para la Igualdad de Género estima que medio millón de mujeres integran el ejército de trabajadoras sexuales en Corea del Sur. Los cálculos de organizaciones de la sociedad civil elevan esa cifra a un millón, es decir, el cuatro por ciento de la población femenina del país asiático. A pesar de la Ley Especial sobre la Prostitución aprobada en 2004, poco han logrado las autoridades en su enfrentamiento a la explotación sexual.

Las “Señoras Bacchus”

De acuerdo con un reportaje del periódico coreano The Hankyoreh, mujeres y hombres respetan un código no escrito en sus relaciones en torno al Parque Jongmyo. Ellos, en el centro, juegan Go durante buena parte de la jornada, o se reúnen en grupos para discutir de política, en dependencia de si respaldan o critican al gobierno. En el borde del jardín, ellas esperan su turno para intervenir en esta triste coreografía.

Antes del anochecer los ancianos abandonan el lugar. Entonces se suceden las transacciones. Primero las mujeres ofrecen una bebida energizante conocida como Bacchus. Es la señal para iniciar la negociación. Por menos de 20 dólares las ancianas proponen unas horas de compañía y sexo en un motel de los alrededores. Y si bien algunos prefieren a las prostitutas más jóvenes, otros aceptan la oferta.

Cerca de la mitad de las ancianas de Corea del Sur son pobres (Freshly Diced - Flickr)
Cerca de la mitad de las ancianas de Corea del Sur son pobres (Freshly Diced - Flickr)

"¿A quiénes les gustan las mujeres viejas como nosotras?”, pregunta una abuela que utiliza el sobrenombre de Masan. “Solo porque somos baratas”, reconoce la mujer, que suele conseguir clientes por su buen sentido del humor.

El rostro envejecido de la pobreza

La mayoría de estas abuelas no había ejercido antes la prostitución. Pero la pobreza en la tercera edad las ha obligado a buscar alternativas para sobrevivir, excluidas de un mercado laboral joven y muy competitivo.

Corea del Sur exhibe el peor índice de pobreza en adultos mayores dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): 45,1 por ciento, frente a apenas 13,5 por ciento como promedio entre esas naciones de economía avanzada.

El actual sistema de seguridad social surcoreano impide a muchos ancianos el acceso a la asistencia básica de subsistencia, pues tienen hijos que deberían mantenerlos. Este requisito responde a la tradición confuciana, según la cual los descendientes deben cuidar de sus progenitores cuando estos llegan a la edad del retiro. Sin embargo, los jóvenes del país asiático no dudan en renunciar a sus responsabilidades, empujados por el exigente mundo profesional y la obsesión consumista.

Sin ahorros ni pensiones suficientes, los caminos se reducen dramáticamente para los jubilados de Corea del Sur.

En la supermoderna Corea del Sur hay poco espacio para las personas mayores (Leeyan Kym N. Fontano - Wikimedia Commons)
En la supermoderna Corea del Sur hay poco espacio para las personas mayores (Leeyan Kym N. Fontano - Wikimedia Commons)

Escenas de soledad

Las abuelas sudcoreanas han perdido casi todas sus apuestas. En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial el régimen militar de Park Chung-hee promovió la prostitución como medio para obtener ingresos. El gobierno organizó el servicio sexual alrededor de las bases militares estadounidenses en la península. En su momento de mayor apogeo las prostitutas y los negocios relacionados con la explotación sexual representaban la cuarta parte del Producto Interno Bruto sudcoreano.

A pesar de este aporte a la reconstrucción del país y su desarrollo económico, las ahora septuagenarias mujeres han recibido poco reconocimiento oficial. Las pensiones no alcanzan para subsistir y el trabajo sexual reaparece como una salida a la pobreza. En Seúl han olvidado el tiempo en que las llamaban “patriotas” y “diplomáticas”.

Los hijos y nietos tampoco han reciprocado el esfuerzo de sus mayores. La soledad, con frecuencia la única compañera, empuja también a las ancianas a salir al encuentro de un hombre. Ellos, por su parte, no siempre buscan placer sexual como beneficio en sus transacciones. Unas horas de calor humano bastan para espantar temporalmente los fantasmas de la vejez.