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El primer astronauta en pisar Marte podrías ser tú

Quizás, si cumple con determinadas exigencias de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA). Nada demasiado difícil. La agencia estadounidense no busca genios para sus misiones espaciales, sino profesionales competentes, gente decidida a superar el duro entrenamiento para observar un día, desde el cosmos, nuestro hermoso planeta.

Usted podría ser el próximo en dar un gran salto para la humanidad (Wikimedia Commons)
Usted podría ser el próximo en dar un gran salto para la humanidad (Wikimedia Commons)


La selección es muy rigurosa, sin dudas, y algunos elegidos tuvieron que presentarse en varias ocasiones hasta obtener la aprobación. A José Hernández, un hijo de campesinos mexicanos establecidos en California, le tomó 12 intentos. Pero su tenacidad terminó por recompensarlo. Ante el sueño de volar a las estrellas, ni siquiera el cielo impone límites.

Preparado y ameno

Los candidatos deben poseer, al menos, una licenciatura en ingeniería, matemáticas o ciencias (medicina, biología, química, etcétera), obtenida en una universidad reconocida. Este primer filtro deja fuera a los graduados en humanidades. Psicólogos, periodistas, historiadores, sociólogos… si quieren contribuir a la conquista del espacio, tendrán que hacerlo con los pies en la Tierra.

Además, la NASA requiere tres años de experiencia profesional “progresivamente responsable” en los campos elegidos, o 1.000 horas de vuelo como piloto en aviones de reacción. Una maestría equivale a un año de experiencia y un doctorado a tres.

La experiencia profesional no garantiza el éxito de una candidatura. El carácter y el espíritu de equipo cuentan (Wikimedia Commons)
La experiencia profesional no garantiza el éxito de una candidatura. El carácter y el espíritu de equipo cuentan (Wikimedia Commons)

Los parámetros han cambiado con el tiempo. Al principio la agencia norteamericana prefería a los candidatos con una formación militar, en particular a los provenientes de la fuerza aérea. Siete oficiales integraron el primer grupo de astronautas en 1959, los “Mercury Seven”, conocidos así por el nombre del primer proyecto de misiones tripuladas de la NASA.

Apenas cinco años después los civiles hicieron su entrada en el programa espacial estadounidense. Desde entonces las competencias científicas se valoran tanto como el conocimiento de los aviones de propulsión a chorro, porque en los trasbordadores se necesitan pilotos y especialistas en otras esferas técnicas. No obstante, en la práctica los militares parten con cierta ventaja: el 61 por ciento de los astronautas elegidos hasta 2009 provenían de las fuerzas armadas.

Pero un buen currículo no garantiza el éxito. En las entrevistas finales la personalidad puede inclinar la balanza a favor o en contra. Los astronautas pasan meses en la Estación Espacial Internacional, donde un carácter cordial y el espíritu de equipo cuentan casi tanto como las habilidades técnicas. Nadie quiere convivir día y noche con un malhumorado, arrogante, egoísta…

Los astronautas se entrenan para trabajar en condiciones de ingravidez (Wikimedia Commons)
Los astronautas se entrenan para trabajar en condiciones de ingravidez (Wikimedia Commons)

El difícil ascenso a las estrellas

Luego, cualquier persona con la formación adecuada y buena salud podría tripular la próxima generación de vehículos espaciales de la NASA. En realidad, no cualquiera. Algunos requerimientos eliminan automáticamente, incluso, al más erudito de los científicos.

Por ejemplo, los candidatos no pueden ser ni muy pequeños ni muy grandes: los límites de estatura van desde 1.57 metros hasta 1.90 (entre 62 y 75 pulgadas). Bueno, en ese rango clasifican la mayoría de los humanos.

La NASA solo acepta ciudadanos estadounidenses, incluidos quienes poseen doble ciudadanía. El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos ofrece varios caminos para obtener ese estatus.

Más difícil aún es el período de entrenamiento y evaluación que se extiende por dos años. Durante ese tiempo los aspirantes a astronautas deberán dominar los sistemas de la Estación Espacial Internacional, aprobar la formación en Actividad Extravehicular y Robótica, además de aprender el idioma ruso y superar las sesiones de vuelos en aviones a reacción.

Las probabilidades de pasar todas las etapas se acercan a cero. En más de cinco décadas la NASA apenas ha reclutado a 339 astronautas –12 de ellos de origen hispano—, entre miles de candidaturas. Trece han muerto en misiones espaciales –los desastres de los trasbordadores Challenger y Columbia—y otros 10 perecieron en ensayos o entrenamientos.

La nueva generación de astronautas concluirá el desarrollo y luego viajará en el nuevo vehículo Orion, que la NASA ha concebido para misiones en el espacio profundo. Y tal vez ninguno pise la superficie marciana, pero contribuirán al avance de la humanidad y el descubrimiento, en fin, del infinito cosmos.