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El otro combate de las mujeres en el ejército

El ministro de Defensa de la India, Manohar Parrikar, ha dicho que no reclutará mujeres para operaciones de combate. “¿Qué pasaría si son tomadas prisioneras?”, preguntó. Su temor, compartido en otras latitudes, nace de una idea errónea: la debilidad inherente de lo femenino y la fortaleza natural de los hombres.

No todos los países latinoamericanos autorizan a las mujeres a participar en misiones de combate (Alex Proimos - Flickr)
No todos los países latinoamericanos autorizan a las mujeres a participar en misiones de combate (Alex Proimos - Flickr)

Ese paternalismo trasciende culturas y niveles de desarrollo. En Estados Unidos las militares podrán acceder a todos los puestos de las fuerzas armadas solo a partir del 2016, en el Reino Unido no hay fecha fija para integrarlas a misiones de combate, mientras las argentinas esperaron hasta febrero de 2013 para pertenecer a la infantería y los blindados, antes prohibidos por razones de género. Una de las excepciones, España, abrió todas las posiciones de su ejército a las mujeres en 1999.

El problema de la igualdad de oportunidades en los cuerpos castrenses no concluye con el ingreso a las filas. La guerra ha sido durante milenios un coto casi exclusivo de los hombres, luego a ellas les cuesta el doble ganar el respeto de sus colegas varones. Además, los ejércitos no existen al margen de la violencia de género que salpica la vida civil.

Mujeres en primera línea

La tradición pudo haber comenzado con el mito de las amazonas. Mas no es necesario retroceder a legendarias eras para encontrar mujeres que empuñen un arma.

Hoy en Siria las combatientes de las Fuerzas Populares de Defensa (YPG) y las Unidades de Defensa de Mujeres (YPJ) representan un tercio del total de efectivos kurdos en guerra contra el Estado Islámico. En Occidente la prensa ha reaccionado con asombro y fascinación ante las imágenes de estas guerreras. Pero las mujeres kurdas han peleado desde hace más de un siglo contra regímenes opresores en Irán, Turquía y Siria.

A pesar de las restricciones, las mujeres se han ganado un puesto en el ejército estadounidense (U.S. Army Korea - Flickr)
A pesar de las restricciones, las mujeres se han ganado un puesto en el ejército estadounidense (U.S. Army Korea - Flickr)

En Estados Unidos el exsecretario de Defensa Leon Panetta abolió en enero de 2013 el reglamento que prohibía la participación de las mujeres en misiones de combate. En realidad esa interdicción existía solo en papeles, pues decenas de miles de estadounidenses habían sido desplegadas en Irak y Afganistán. Más de un centenar han muerto en el campo de batalla.

La decisión de Panetta no fue una concesión a un lobby feminista. El ministro había recibido una carta del General Martin E. Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto, que reconocía el valor y la contribución de las militares en los recientes conflictos. Además, tres de cada cuatro norteamericanos aprueban la inclusión de las mujeres en la primera línea de combate.

Las españolas representan alrededor del 12 por ciento de los militares de ese país europeo. Ellas han participado en la guerra de Afganistán, en posiciones “tradicionales” como enfermeras, médicas y otras ocupaciones en la retaguardia, pero también en la infantería, los blindados y la artillería, a la par de los hombres.

En América Latina la mayoría de los países aceptan el reclutamiento de mujeres, pero pocos contemplan su empleo en operaciones combativas. En Ecuador las patrullas que defienden la frontera con Colombia incluyen personal femenino, mientras en la vecina nación, aunque algunas poseen la formación para participar directamente en el enfrentamiento a la guerrilla, aún no han sido utilizadas en esos roles. En Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay no hay restricciones, al tiempo que Brasil, Guatemala, México, República Dominicana y Honduras prohíben, de manera más o menos abierta, el despliegue en la línea de fuego.

Nada limita el desempeño de las mujeres en situaciones de guerra (Israel Defense Forces - Flickr)
Nada limita el desempeño de las mujeres en situaciones de guerra (Israel Defense Forces - Flickr)

¿Las mujeres deberían combatir?

A pesar de la aceptación generalizada de la participación femenina en las fuerzas armadas, la vida en los cuarteles abunda en manifestaciones de la reticencia masculina.

El acoso sexual aún constituye un problema en los ejércitos de varios países como Canadá, Estados Unidos, México y España. El rígido orden que caracteriza a los cuerpos armados desestimula las denuncias y en ocasiones, cuando estas emergen, se desestiman o se tratan fuera del escrutinio público.

Por otra parte, las mujeres en operaciones deben demostrar su aptitud para igualar o superar el desempeño de sus compañeros varones. De hecho, el cuerpo de marines y los rangers de Estados Unidos, por ejemplo, realizan estudios de resistencia física y mental para comprobar que la integración femenina no reducirá la capacidad de las unidades en el terreno.

Tanta presión ha cobrado ya su precio en vidas. Según una investigación publicada por el Journal of General Internal Medicine, la tasa de suicidios entre las mujeres se triplica durante el despliegue en escenarios de guerra, mientras entre los hombres ese índice solo aumenta ligeramente.

¿Debilidad? No se pueden negar las diferencias físicas entre ambos sexos. Sin embargo, las uniformadas poseen fortalezas también importantes en un pelotón cuando las balas y las explosiones acercan la muerte. Los ejemplos de la efectividad femenina sobran, en la historia y en el presente. Quizás cuando los hombres aceptemos la igualdad plena entre ambos sexos, nos parecerá menos extraño verlas en la guerra.