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El envidiado sistema educacional finlandés

Hace unas cuatro décadas los finlandeses decidieron reformar radicalmente la educación. Nadar a contracorriente, dicen, porque solo los peces muertos son arrastrados por las aguas. Ese desafío al sentido común tan alabado en otros países, sustenta hoy los extraordinarios resultados en exámenes internacionales de matemáticas, ciencias y lectura.

Otra historia de la fabulosa vida en las naciones nórdicas, dirán algunos, inimitable en regiones con poblaciones más numerosas y heterogéneas. Ciertamente el modelo finés no puede importarse tal cual. Sin embargo, algunos de sus pilares retan nuestra idea de una formación académica costosa, regida por evaluaciones estandarizadas, currículos estrechos, profesores mal pagados y escuelas que compiten como empresas privadas.

Igualdad, esa temida palabra



Sin grandes recursos naturales para impulsar su economía, Finlandia tomó una determinación trascendental en los años 60. El gobierno estableció un sistema de educación pública, universal y gratuita hasta la universidad, que permitiera al país potenciar su principal riqueza: los seres humanos. Desde entonces las autoridades finesas se empeñan en desarrollar al máximo las habilidades de cada niño, cuya formación contribuirá luego al avance del país.

¿Una visión socialista? Probablemente, aunque ajena a la naturaleza totalitaria de los regímenes que bajo esa sombrilla ideológica oscurecieron a Europa del Este en el siglo XX. Al margen de las clasificaciones ideológicas, esta nación nórdica apostó por la igualdad de oportunidades, sin importar el origen étnico, edad, estatus económico o lugar de residencia de los alumnos.

El gobierno de Helsinki subsidia una parte importante de los libros de texto, la alimentación y el transporte. Con frecuencia también financia la contratación de especialistas para atender las necesidades especiales de determinados alumnos. Además, ofrece préstamos y becas para los jóvenes de familias de bajos ingresos que deseen continuar sus estudios en los niveles superiores. El resto del financiamiento proviene de las autoridades locales, que distribuyen de manera equitativa sus recursos para asegurar la calidad en todos los planteles. 

En la base el sistema cuenta con enseñanza preescolar y escuelas primarias, estas últimas de los siete hasta los 16 años. Luego los estudiantes deben cursar como promedio tres años de secundaria, al final de la cual se enfrentan al primer examen nacional de sus vidas. A partir de sus intereses personales y los resultados en esta prueba, pueden continuar su formación en escuelas vocacionales o ingresar en la educación superior, que se divide en institutos politécnicos –o de ciencias aplicadas—y universidades. 

Maestro, una profesión de ensueño



Los finlandeses conceden una importancia extraordinaria a la formación de los profesores. Para impartir clases en un aula de primaria es imprescindible poseer como mínimo una maestría en educación general o en alguna especialidad de la enseñanza vocacional. La profesión ha ganado tanto prestigio que apenas uno de cada diez aspirantes a los programas de máster es aceptado, por exceso de candidatos.

Los maestros fineses disfrutan de un alto grado de autonomía. El currículo nacional sugiere líneas generales sobre los contenidos de las clases, pero cada comisión escolar y colegio pueden adaptar esas recomendaciones a sus condiciones particulares e, incluso, experimentar nuevos métodos. Los profesores dedican al menos dos horas semanales al perfeccionamiento y deben participar cada año en sesiones de entrenamiento para mejorar sus competencias.

Al contrario de sus pares estadounidenses o noruegos, por solo citar dos ejemplos, los profesionales de la pedagogía en Finlandia desconfían de los exámenes estandarizados. Prefieren evaluaciones cotidianas, que permitan comprobar el avance de los estudiantes y adaptar la formación a las necesidades de cada uno. Y curiosamente, cuando sus discípulos participan en test internacionales como el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), estos suelen obtener las mejores notas en el planeta, junto a otras potencias de la educación como Corea del Sur, Singapur y Japón. 

Además, en el currículo de las escuelas primarias las actividades académicas tradicionales comparten el tiempo con otras no menos importantes, como las clases de arte, música, los talleres de cocina, carpintería, metalurgia y otros oficios manuales. Los finlandeses creen que durante la infancia y la adolescencia, más que cargarse con conocimientos abstractos de ciencias y humanidades, los estudiantes deben descubrir cuál es su pasión, apreciar el trabajo y crecer en armonía con sus comunidades. Los enseñan a vivir, afirman con orgullo.