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Las trampas del prefijo "trans" y el debate que ha revuelto las aguas del racismo

Vivimos una época de trasgresiones. Pocos dogmas quedan en pie, intactos frente a la avalancha de cambios sociales que ha cubierto el planeta en las últimas décadas. Pero algunas realidades resisten, porque se levantan sobre los pilares de la historia. Y nada ofrece una base más sólida que los hechos, pues aunque puedan reinterpretarse, no desaparecen.

La identidad –saber quiénes somos—se ha convertido en un terreno singularmente movedizo, fluido según describen los expertos en el tema. En esa cambiante geografía del ser, la pretendida negritud de Rachel Dolezal encendió el debate en Estados Unidos y allende sus fronteras. La activista, que se definió como transracial, provocó, al mismo tiempo, ira y aprobación dentro de la comunidad afronorteamericana.

¿Por qué las declaraciones de Dolezal ofendieron a una parte de los afrodescendientes en Estados Unidos? ¿Qué relación hay entre su supuesta identidad “trans” y las personas transgénero? ¿Quiénes se identifican como transraciales?

Ser negro, ¿una opción?

La reacción contra lo que algunos críticos calificaron como “el engaño” de Dolezal no ha sido unánime. “Si quiere ser una mujer negra, pues bien. Ella está preparada para asumir todo lo que eso representa”, afirmó la conocida actriz y conductora del programa de televisión The View, Whoopi Goldberg.

Los blancos llevaron las fronteras raciales a límites absurdos en EEUU (Bibioteca del Congreso - Flickr)
Los blancos llevaron las fronteras raciales a límites absurdos en EEUU (Bibioteca del Congreso - Flickr)

En un artículo publicado por The Huffington Post, la escritora Laura Collins Lyster-Mensh se cuestionó el significado de “realmente negro” y “realmente blanco”, en un país donde la frontera entre la razas se ha construido sobre la ascendencia genética. La raza, una idea sin sentido desde el punto de vista biológico, es una construcción social, afirmó la activista. “Si bien existe una identidad racial, su origen no es genético, sino el deseo de la sociedad de establecer una distinción entre ‘negro’ y ‘blanco’, y beneficiarse de esos conceptos”, subrayó la activista, partidaria de una sociedad post-racista.

Sin embargo, otras han fustigado el gesto de una mujer blanca, sin ascendencia africana conocida. Dolezal “aún usa cada porción de su privilegio blanco para mantener el poder y el estatus de elite que ha acumulado desde su engaño”, señaló la escritora Lisa Marie Rollins, una de las voceras de la comunidad transracial en Estados Unidos.

Rollins comparó la actitud de Dolezal con la manipulación racial ejecutada por los supremacistas blancos en Estados Unidos, que “movían las fronteras entre las razas cuando les apetecía, usando el lenguaje de la ley, a costa de las vidas de negros, mestizos, asiáticos y nativos.” ¿Una acusación excesiva?

A juicio de Charles M. Blow, columnista de The New York Times. Dolezal sabe que puede regresar en cualquier momento a lo que la sociedad entiende como blanco, pero la “gente de ascendencia negra verdadera no tiene esa opción. Sus hijos no tienen esa opción. Y no nos equivoquemos: tener esa opción es un privilegio”, aseveró el periodista.

Las críticas han fluido también desde la derecha. Robert A. George, columnista del New York Post conocido por sus posiciones conservadoras, acusó a la izquierda de la “ficción transracial” de Dolezal. “¿Acaso la visión política de la izquierda sobre la identidad terminará por robar a los negros su único y culturalmente relevante papel en la historia estadounidense?”, preguntó. Y concluyó con otra interrogante: “¿Los negros conforman una parte especial en la historia de Estados Unidos o apenas un elemento intercambiable del “crisol de razas” (melting pot) multicultural que se puede usar y desechar como, digamos, el maquillaje?”

La transformación de Caitlyn Jenner tiene causas biológicas distintas a la transracialidad de Dolezal.
La transformación de Caitlyn Jenner tiene causas biológicas distintas a la transracialidad de Dolezal.

Las trampas del prefijo “trans”

La declaración transracial de Dolezal emergió días después de la conmoción causada por Caitlyn Jenner, la transgénero que presentó su identidad femenina en la portada de la revista Vanity Fair. Algunos observadores han querido interpretar ambos hechos como trasgresiones paralelas.

Pero lo trans en el caso de Dolezal surge de una afinidad cultural, de una experiencia que la activista desea reivindicar como propia, de su voluntad por reconocerse en la negritud. Ese “pasar por” negra dista años luz de las causas biológicas de la transexualidad, y de sus consecuencias en sociedades dominadas por el machismo. Se puede nacer mujer en el cuerpo de un hombre, un trastorno de identidad demostrado por las ciencias médicas, mas no se nace blanco en el cuerpo de una persona negra o viceversa.

Por otra parte, Dolezal ha sido acusada de querer usurpar un término aceptado por la academia como “la adopción de un niño de raza diferente a la de su familia adoptiva”. Una carta abierta de un grupo de estadounidenses identificados como transraciales calificó de “erróneo, ahistórico y peligroso” el uso de ese concepto por “una mujer blanca que asume rasgos de la ‘negritud’ para pasar como ‘negra’”.

En Estados Unidos alrededor del 40 por ciento de las adopciones son transraciales, de acuerdo con cifras de 2007 citadas por The Washington Post, las únicas disponibles sobre el tema, pues no hay estadísticas nacionales sobre ese fenómeno social.

Las huellas de la segregación racial aún están frescas en Estados Unidos (Foto AP/Bill Hudson, archivo)
Las huellas de la segregación racial aún están frescas en Estados Unidos (Foto AP/Bill Hudson, archivo)

Un debate americano

La polémica trasciende la geografía estadounidense. Los afrodescendientes comparten un mismo devenir de discriminación en las Américas. Esa acumulación histórica de injusticias los hermana con los pueblos autóctonos y con otras “minorías”, que han padecido durante siglos la explotación de un sistema dirigido por blancos, descendientes de colonizadores e inmigrantes europeos.

¿Qué diríamos de un blanco, en cualquiera de los países latinoamericanos, que se declarase indígena? Aunque la solidaridad con la causa de los pueblos originarios justifique la decisión de asumir otra identidad, el color de la piel y la ascendencia europea marcan una distancia con respecto a su compatriota de tez cobriza.

Más que creernos artificialmente otros, los blancos debemos comprender en primer lugar por qué la sociedad nos ha colocado en una situación de privilegio. Luego, como recomienda el activista estadounidense Tim Wise, retar a nuestras familias, vecinos y colegas blancos, cuestionar desde adentro esa jerarquía social construida sobre el color de la piel.

Las cicatrices de la segregación racial tardarán en cerrarse. Mientras ese futuro “post-racial” llega, cargaremos con el peso de una violenta historia. Solo la igualdad plena, sin importar el color, devolverá a la raza humana su total significado.