Dos niños, uno de Israel y otra de Gaza, con las mismas heridas, en el mismo hospital

Nada será lo mismo en las vidas de Yosef y Bisan tras estos días bajo los cuidados de la cirujana Batia Yaffe. Estos dos niños de cuatro y ocho años respectivamente sufren males parecidos: ambos perdieron varios dedos de la mano tras explosiones procedientes del ahora recrudecido conflicto entre Gaza e Israel. Ambos han tenido que sufrir las prisas de un centro médico, el Sheba del hospital Tel Hashomer, saturado con víctimas como ellos. Ambos estarán igualmente marcados por un conflicto del que entienden poco. Uno de ellos es israelí. La otra, de Gaza. Sus heridas son representativamente similares.

Yosef descubrió que nunca más volvería a ver a su madre a través de su padre, ingresado también en el Tel Hashomer. La familia estaba en su apartamento de Kiryat Malachi (al sur de Israel) cuando un cohete voló desde Gaza hasta su edificio. Mina Scharf, la madre de Yosef, fue una de las primeras víctimas del lado israelí de la frontera. "Dice que su mamá no está aquí, que está con Dios. Sabe que le esperan tiempos duros", explica la abuela del pequeño, Chaya Sarah Scharf. Tiempos duros como que tengan que re-amputarle dos de los cuatro dedos que acaban de coserle en la mano. "Vive en el sur de Israel [cerca de Gaza] y en esa zona hay cohetes volando por todas partes. Hamas ni se plantea adónde apunta", lamenta la abuela.

Quizá nadie comprenda su dolor mejor que una chica de ocho años en una habitación del mismo hospital a la que atiende la misma cirujana. Bisan al-Aghram también perdió tres dedos cuando la guerra llegó a su puerta en Gaza, en el otro lado del conflicto. "Escuché el sonido de un misil. No tuve tiempo de saber qué había pasado cuando llegó el segundo", recuerda su madre, Soad al-Aghram. En el caso de la niña, fue algo más complicado: el hospital al-Shifa de Gaza estaba totalmente colapsado por cientos de víctimas y no podían atenderla. Tenían que cruzar la frontera. Ir al Tel Hashomer. Dejar a su hija herida en manos del enemigo.

"Es una situación extraña; era la primera vez que ponía pie en el Israel. Pero nos han atendido de forma muy agradable, a mi hija y a mi. Entiendo que la medicina no tiene nada que ver con la política", prosigue la madre. Exactamente ésa es la filosofía de la que este hospital concreto intenta hacer gala: da igual de dónde se venga. "La tensión no puede cruzar las puertas del hospital", explica el máximo dirigente del centro, Zeev Rotstein. "Es una isla de cordura en el temporal de Oriente Próximo. Aquí tratamos a la gente sin mirar de dónde provienen y sin preguntar qué van a hacer cuando vuelvan a la calle".

Atendiéndo a ambos niños está Batie Yaffee, circujana experta en manos, que lleva décadas trabajando en este centro y que ha atendido tanto a soldados y terroristas suicida como a los civiles que han sido heridos por ambos. "La vida de él  y la vida de ella estarán ahora marcadas para siempre por esto", explica. "Afectará la profesión que elijan, afectará qué tipo de compañeros sentimentales querrán. Todo. Este tipo de herida parece pequeña pero les marcará para toda la vida".

Y entonces se sumerge en una reflexión que lleva años sin resolver. "No hago más que pensar qué tendrá este trozo de tierra para que todo el mundo se pelee por él todo el rato. No hago más que preguntármelo. Sea o no nuestro para toda la eternidad, siempre hay luchas, siempre hay heridas en ambos bandos. Me pregunto, ¿qué sentido tiene?".

Fuente: Yahoo! España
Dos niños, uno de Israel y otra de Gaza, con las mismas heridas, en el mismo hospital