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De Juan Pablo II a Francisco, ¿qué huella han dejado los papas en Cuba?

Que Cuba se abra al mundo (...) y que el mundo se abra a Cuba, pidió Juan Pablo II (AFP/Archivos | Michel Gangne)
Que Cuba se abra al mundo (...) y que el mundo se abra a Cuba, pidió Juan Pablo II (AFP/Archivos | Michel Gangne)

Aunque muchos cubanos no lo sepan, sin la intervención del Sumo Pontífice la isla habría probablemente desaparecido en 1962. En el cénit de la Crisis de los Misiles, la mediación del papa Juan XXIII contribuyó a evitar una guerra nuclear. Pero eso es historia distante. Los habitantes del país de régimen comunista han sentido recientemente cómo sucesivas visitas papales pueden transformar el curso de sus vidas.

¿Solo gestos?

Fidel Castro abolió las Navidades en 1969. El feriado por la festividad cristiana se interponía en su obsesión de producir 10 millones de toneladas de azúcar de caña. A finales de 1970 dijo que los cubanos no debían "ponerse de rodillas" frente a determinadas tradiciones. "Nosotros podemos cambiar una por otra", aseguró.

Los cubanos han visto declinar a la otrora floreciente industria azucarera y al casi nonagenario líder. Las Navidades regresaron en 1997. El gobierno de la isla afirmó que se trataba de un gesto hacia el papa Juan Pablo II. En realidad, el fin de siglo sorprendió al régimen comunista con una economía en crisis y necesitado de aliados externos.

A Juan Pablo II en 1998 han sucedido Benedicto XVI, quien viajó al país caribeño en 2012, y Francisco, este 19 de septiembre. Antes de cada viaje, las autoridades han ofrecido indultos masivos. En esta oportunidad se trata de 3.522 reclusos, la mayor excarcelación de la historia de la Revolución, aunque ninguno de ellos aparece en la lista de 60 opositores tras las rejas, según la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.

Sigue aquí el especial de la visita del papa Francisco a Cuba y EEUU

La Iglesia Católica cubana ha podido extender sus labores educativas y sociales (Foto AP/Desmond Boylan)
La Iglesia Católica cubana ha podido extender sus labores educativas y sociales (Foto AP/Desmond Boylan)

"Esos gestos son migajas que caen de la mesa de los amos", aseveró Froilán Domínguez. Antes de colgar los hábitos, Domínguez ejerció el sacerdocio durante 23 años, la mayor parte en Cuba. Aunque reconoce que las liberaciones benefician a los indultados y sus familias, "no es una política orientada al bienestar del pueblo cubano a largo plazo", señaló.

Primero Fidel y luego su hermano Raúl Castro han multiplicado las concesiones a la Iglesia Católica. Además de la Navidad, los cubanos recuperaron el Viernes Santo y las procesiones han vuelto a recorrer las calles de pueblos y ciudades. Incluso, en ocasiones excepcionales algún representante del episcopado ha tenido acceso a los medios de comunicación nacional o local. El gobierno ha devuelto propiedades de la Iglesia confiscadas después de 1959 y aceptó la construcción de nuevos templos.

Portar un crucifijo dejó de ser un acto de contrarrevolución –una suerte de pecado capital en la Cuba de los Castro—, mientras las imágenes de Jesús y los santos católicos retornaron a los hogares, a la vista de todos. Porque más allá de los gestos políticos, la visita de los papas han dejado un mensaje de apertura, de respeto a las libertades individuales, de reconciliación. Los cubanos han podido vivir su espiritualidad con menos temor a la censura. Incluso los militantes comunistas pueden practicar su fe sin contradicciones ideológicas.

Domínguez recuerda las Navidades antes de la prohibición decretada por Castro, cuando las familias se reunían y olvidaban sus desavenencias para festejar el nacimiento de Jesús. Para el ex rector del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, la visita de los papas "ha sido una pequeña luz en medio de una gran oscuridad".

En Cuba predomina el sincretismo, una confluencia entre religiones africanas y el cristianismo. (AP Foto/Ramón Espinosa)
En Cuba predomina el sincretismo, una confluencia entre religiones africanas y el cristianismo. (AP Foto/Ramón Espinosa)

¿Por qué la Iglesia ha ganado protagonismo?

El acercamiento entre el régimen comunista y la Iglesia Católica puede explicarse con una palabra: pragmatismo.

Solo después de la caída del Muro de Berlín y el desplome de la Unión Soviética, Fidel Castro comprendió que el ateísmo comunista de Moscú le serviría de poco en la nueva época, sin socios económicos ni aliados políticos. Como explicó a la revista Temas el reconocido sociólogo cubano Aurelio Alonso, antes de ese momento, a principios de la década de 1990, el gobierno había ignorado los gestos de la Iglesia.

Las visitas papales "han consolidado el papel clave de la Iglesia Católica como principal organización no gubernamental y como mediador en asuntos álgidos como el tratamiento de los movimientos de disidentes y opositores y los presos políticos en la Isla", sostiene Jorge Duany, director del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de la Florida.

Gracias a la mediación de la Iglesia, la revolución cubana ha deshecho dos de los grandes entuertos políticos de su historia. En 2011 el gobierno accedió a liberar los presos políticos del llamado grupo de los 75, cuyo encarcelamiento había levantado una ola de condena internacional. Pero sin dudas, el triunfo mayor del Vaticano ha sido el papel del papa Francisco en la reconciliación entre Washington y La Habana, un acuerdo inimaginable hace apenas unos meses.

Sin embargo, los católicos son una minoría en el arcoíris religioso de la isla, donde predominan los practicantes de las religiones de origen africano y las comunidades protestantes. La Iglesia Católica cubana jamás había tenido una influencia comparable a la de sus similares en América Latina, ni siquiera antes de la Revolución de 1959.

Entonces, ¿por qué la Iglesia ha conseguido forzar la mano del régimen en temas tan peliagudos? La respuesta, más que dentro de la isla, podríamos hallarla fuera. Fidel Castro en los 90 y su hermano Raúl hoy han necesitado una figura internacional para "bendecir" la legitimidad del régimen, a pesar de las críticas. Si para obtener esa gracia tenían que plantar árboles de Navidad –en lugar de caña de azúcar—y mostrarse magnánimos por unos días… pues amén.