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Dar a luz en la adolescencia, una sombría realidad en América Latina

El embarazo adolescente perpetúa la desigualdad económica entre mujeres y hombres (Raúl Estrella)
El embarazo adolescente perpetúa la desigualdad económica entre mujeres y hombres (Raúl Estrella)

Yaima tuvo su primer hijo a los 15 años. Terminaba apenas la escuela secundaria donde estudiamos. Unos cinco años después volvimos a cruzarnos en la calle. En sus brazos repartía el andar de otros dos chiquillos. Nadie la había violado, como sí suele ocurrir en otros sitios de América Latina, pero en su gesto la fatiga revelaba que la vida no era como ella la había soñado.

Algunas amigas de Yaima también salieron embarazadas en la adolescencia. Abandonaron los estudios o los pospusieron. La mayoría desistió de emprender una carrera. La historia se repite a lo largo y ancho del continente latinoamericano, como una pandemia que no acapara grandes titulares. La maternidad adolescente acumula, como un montículo de trágicas piedras, varios de los problemas sociales que más golpean a las mujeres de la región.

Una madre adolescente cada cinco minutos

A ese ritmo crece el número de madres menores de 20 años en Argentina, según datos del Ministerio de Salud. Esos nacimientos representan el 15 por ciento de los más de 750.000 reportados en el país suramericano. Una proporción discreta, si se compara con otras naciones latinoamericanas.

De acuerdo con estadísticas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en Nicaragua y República Dominicana la quinta parte de las madres tienen entre 15 y 19 años. En Ecuador es el 17 por ciento.

Varios países europeos han reducido la tasa a menos de 10 por cada 1.000 adolescentes (EFE/Ennio Leanza)
Varios países europeos han reducido la tasa a menos de 10 por cada 1.000 adolescentes (EFE/Ennio Leanza)

La tasa de fertilidad en adolescentes, reportada por el Banco Mundial, confirma el alcance continental del fenómeno. Cuba, el país latinoamericano mejor situado, ocupa el puesto 107, con una tasa de 42 nacimientos por cada 1.000 adolescentes. El promedio de la región, incluyendo los estados no hispanos del Caribe, supera los 67 por cada 1.000, un nivel muy distante al de la Unión Europea (10,7 por cada 1.000) y más del doble que en Estados Unidos (29,6 por cada 1.000). Solo el África Subsahariana exhibe índices más alarmantes.

Si bien los números actuales demuestran un avance con respecto a mediados del siglo pasado, la reducción del embarazo adolescente no ha sido uniforme. En Nicaragua, por ejemplo, el último descenso notable ocurrió en 1997. Desde entonces la tasa ha bajado de manera sostenida, pero muy lentamente. Una situación similar ha vivido República Dominicana, donde la maternidad entre menores de 19 años se mantuvo estancada entre 1997 y 2007.

Madres de la pobreza

La mayoría de las adolescentes que dan a luz antes de cruzar el umbral de los 20 años pertenecen a los sectores de menores ingresos o minorías discriminadas. Con frecuencia el embarazo interrumpe el acceso a la educación, por presiones familiares o de la pareja, razones de salud o decisiones discriminatorias en los colegios. El abandono de los estudios influye en lo que la Cepal llama “reproducción intergeneracional de la pobreza”. La precariedad fluye de madre a hijo, como una fatalidad.

La mayoría de la adolescentes embarazadas vive en barrios ahogados por la pobreza (AFP|Yasuyoshi Chiba)
La mayoría de la adolescentes embarazadas vive en barrios ahogados por la pobreza (AFP|Yasuyoshi Chiba)

La maternidad en edades tempranas también denuncia la violencia sexual y la desigualdad de género. En Argentina el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos recibe alrededor de cinco denuncias diarias de abuso sexual de menores de edad. Los casos raras veces llegan a la condena en los tribunales. Cada día alumbran nueve niñas argentinas de entre 10 y 14 años.

La responsabilidad cae sobre las madres. En Puerto Rico, el Departamento de Salud ha emprendido campañas de sensibilización para que los padres adolescentes comprendan y asuman su papel. Una experiencia difícil de generalizar en un continente machista, donde la violencia de género a veces se disfraza. En Cuba, por ejemplo, la violencia psicológica y las huellas del maltrato familiar superan el impacto de las violaciones, poco frecuentes entre las madres adolescentes.

La ausencia de un proyecto de vida empuja a muchas jóvenes a tener relaciones sexuales precoces y embarcarse en una maternidad para la cual no se prepararon. Ese vacío, común entre quienes padecen el agobio de la pobreza, no distingue nacionalidades. Las Yaimas habitan en un barrio periférico de La Habana, una villa en Buenos Aires, una favela en San Pablo o un cerro de Caracas.