Celibato, ¿por qué algunas religiones lo exigen y otras no?

Francisco espera encontrar soluciones a la polémica por el celibato (AFP/Archivos | Gabriel Bouys)
Francisco espera encontrar soluciones a la polémica por el celibato (AFP/Archivos | Gabriel Bouys)

El Papa Francisco ha reconocido que el celibato es un problema. Quizás no demasiado grande o prioritario, pero necesitado de soluciones que él, ha dicho, encontrará. Voces dentro de la Iglesia Católica han expresado su escepticismo sobre la posibilidad de un cambio radical en esa norma, cuyos orígenes se remontan a los primeros siglos del cristianismo.

Más allá del catolicismo, renunciar a la vida sexual activa constituye una decisión apreciada en algunas religiones y criticada en otras. Las primeras consideran una existencia célibe como uno de los escalones hacia la plenitud espiritual, mientras las segundas no creen en la presunta contradicción entre los deberes familiares –hacia la esposa y los hijos—y el servicio a la comunidad de fieles.

Sacerdotes solteros, sacerdotes casados

Las iglesias cristianas de Oriente y Occidente, separadas definitivamente por el Gran Cisma de 1054, se enfrentaron en torno al tema del celibato desde el Concilio de Elvira (España), realizado entre los años 295 y 302. Mientras las iglesias subordinadas a Roma impusieron progresivamente a los miembros del clero la prohibición de contraer matrimonio, en el este los ortodoxos solo exigen a obispos y monjes renunciar a la unión con una mujer.

En una época tan reciente como el final del siglo XV y el inicio del XVI, el Papa Alejandro VI –nacido como Rodrigo de Borja, uno de los miembros de la famosa familia italiana—mantuvo varias amantes durante su reinado. No obstante, Pablo VI confirmó la práctica del celibato como canon para el clero en el Concilio Vaticano II, en la década de 1960.

La Iglesia Anglicana suprimió la exigencia del celibato para sus sacerdotes en 1549 (REUTERS/Mohsin Raza)
La Iglesia Anglicana suprimió la exigencia del celibato para sus sacerdotes en 1549 (REUTERS/Mohsin Raza)

La Iglesia Católica sufrió un nuevo desgajamiento con la Reforma, a partir del siglo XVI, cuando emergieron las iglesias protestantes en Europa. En general estas congregaciones cristianas aprueban y estimulan el matrimonio entre sus sacerdotes, que deben dedicarse al servicio de la comunidad con el mismo amor que cuidan a su familia. Imponer el celibato, pensaba Juan Calvino, había engendrado comportamientos sexuales inapropiados en el clero.

En este sentido, una de las críticas más frecuentes a la jerarquía católica apunta a la relación entre la castidad obligatoria para los curas y los escándalos sexuales: concubinato, hijos no reconocidos, pedofilia… Sin embargo, el Papa Francisco ha descartado el vínculo entre el celibato y el abuso sexual infantil, cuyos victimarios proceden en la mayoría de los casos del entorno familiar.

El Sumo Pontífice ha expresado su comprensión hacia los clérigos que deciden abandonar su misión para entregarse a la vida como esposos y padres. Es la mejor opción, en lugar de llevar una doble vida, dijo en 2012 durante una conversación con Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano. En esa entrevista admitió que la Iglesia Católica podría abandonar la disciplina del celibato por razones culturales, como antes ocurrió en la iglesia cristiana del Oriente.

Según la investigadora canadiense Elizabeth Abbott, autora del libro “Una historia del celibato”, la Iglesia Católica lo estableció por tres razones fundamentales: porque las Sagradas Escrituras afirman que Dios ve ese estado como más perfecto; para permitir a curas y monjas entregarse en cuerpo y pensamiento a su servicio; y para impedir la posible fuga de recursos financieros provocada por sacerdotes casados.

El Papa Francisco (aún Cardenal en la foto) participa en una festividad judía en Argentina (AP Foto/NCI-Emanu El)
El Papa Francisco (aún Cardenal en la foto) participa en una festividad judía en Argentina (AP Foto/NCI-Emanu El)

Celibato, un paso hacia la perfección

Las grandes religiones de Asia, el budismo y el hinduismo, entienden la renuncia a los placeres relacionados con las relaciones sexuales como parte del camino hacia la elevación del espíritu. Los primeros ven el celibato una fase indispensable para alcanzar el Nirvana, pero no existe una regla aplicable que demande mantenerse célibe a todos los monjes de las diversas corrientes budistas. En el caso particular de los monjes tibetanos de la tradición Vajrayana, estos pueden practicar el sexo con sus esposas mediante la disciplina del tantra, que separa los deseos mundanos de la iluminación espiritual.

Los hindúes asumen el celibato para incrementar su bienestar físico y mental, con el objetivo último de alcanzar el estado ideal para consagrarse al culto de Dios. Antiguamente los jóvenes mantenían este voto de castidad hasta alrededor de los 20 años, como parte de una fase conocida como brahmacarya. Luego debían formar una familia hasta la vejez, cuando regresaban a una existencia piadosa.

Con la modernidad el sistema se ha transformado y los fieles de esta religión suelen combinar a lo largo de sus vidas las tareas hogareñas con sus deberes como creyentes. No obstante, algunos deciden  consagrarse por entero al progreso espiritual. La abstinencia se impone entonces como parte del entrenamiento para liberarse de los deseos terrenales.

Ni musulmanes ni judíos alientan el celibato, contrario al mandamiento divino de reproducirse. Rabinos e imanes pueden casarse y tener descendencia como los demás miembros de la comunidad. Los seguidores de Mahoma se abstienen de mantener relaciones sexuales durante el ayuno del Ramadán u otros períodos de recogimiento. Tanto el Islam como el Judaísmo prohíben el sexo fuera del matrimonio.

El tema del celibato, al margen de inextricables razones teológicas, podría resumirse como el enfrentamiento entre el dogmatismo de algunas religiones –por reglas antiguas que merecen una revisión—y la voluntad humana, libre de imposiciones, por consagrarse a la realización de un fin espiritual. Como ha escrito el argentino Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz: “El amor y servicio a Dios es el acto de libertad, conciencia y entrega de vida asumidos con alegría y no como una carga.”

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