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Bastoy, la paradisíaca prisión con menos índice de reincidencia de Europa

Una de las formas de llegar a la prisión noruega Bastoy para una visita es el ferry que pilota uno de los propios presos. Últimamente ese trabajo le corresponde a Petter, que ameniza con este trabajo su condena de 14 años por tráfico de armas. Petter va y viene de la isla que alberga la prisión, sita a unos kilómetros de la costa de los fiordos de Oslo y a unos 74 kilómetros de la capital noruega. Pero eso no quiere decir que Petter reciba un trato especial.

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Bastoy es lo que sus responsables llaman "la primera prisión ecológica y humana", una de las más llamativas cárceles noruegas, el país con menos índice de reincidencia de Europa (menos del 30%), donde violadores, asesinos y narcotraficantes reciben un trato tan especial, tan poco punitivo en comparación con lo que acostumbramos a ver en el resto del continente, que llega a ofender a muchos ciudadanos.

"Nos dan confianza y responsabilidades", resume Petter. "Nos tratan como adultos. Es como vivir en un pueblo o en una comunidad. Todo el mundo tiene que trabajar. Pero también tenemos tiempo libre que podemos usar para pescar o nadar en la playa en verano. Sabemos que somos prisioneros, pero aquí nos sentimos personas".

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El día a día en Bastoy suele ser bastante tranquilo (llamativamente tranquilo, teniendo en cuenta que es una prisión y cómo es la vida en nuestro concepto tradicional de esos sitios): durante el día, hay 70 empleados para atender a los 115 presos. Solo la mitad van uniformados.

Su principal tarea es contarlos varias veces. A primera hora de la mañana; dos veces durante el día; otra vez durante la reunión de las cinco de la tarde y una última vez a las once de la noche. Por lo demás, los presos gozan si bien no de libertad, al menos de tranquilidad. A las ocho y media de la mañana tienen que estar trabajando.

Pueden hacerlo en la granja, donde cuidan las ovejas, las vacas y los pollos y cultivan verduras, fruta y legumbres. "Generalmente producen su propia comida", explica Thorbjorn, un guarda de 58 años que lleva 17 trabajando en Bastoy. También se puede trabajar en la lavandería, los establos, donde se cuida a los caballos que tiran de los carros con los que se transportan las cosas en la isla, el taller de reparación de bicicletas, mantenimiento de la propia prisión o el taller de madera.

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A cambio, reciben unos siete euros al día, más los ochenta que se les da al mes para comprar provisiones para los desayunos que deben prepararse ellos mismos con comida del mini-supermercado que hay en la isla de 2,6 kilómetros cuadrados.

Después tienen tiempo libre. Pueden jugar al tenis, hacer equitación, esquiar... Y luego pueden volver a sus casas, donde viven en grupos de hasta seis. Cada uno tiene su propia habitación y ha de compartir la cocina, el baño y otras zonas comunes. Por la noche solo quedan cinco guardas.

"La idea es que vivan como deberían vivir en cuanto salgan a la calle", ilustra Thorbjorn. Porque saldrán a la calle. El sistema penal noruego no comprende ni cadena perpetua ni, mucho menos, pena de muerte. Todos sus prisioneros vuelven a insertarse en sociedad y con más éxito que en países como Gran Bretaña, cuyo índice de reincidencia entre ex presos está en el 70%. Eso cuando se gastan más de 46.000 anuales por cada preso.

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El alcaide Arnie Nilsen no entiende la cárcel tanto como un lugar en el que someter al criminal y enseñarle lo más cruel del peso de la ley, una estancia donde cada día debe pagar por su pasado, sino como un "área de desarrollo de responsabilidades".

Y añade: "En las prisiones cerradas, encerramos a los criminales y los volvemos a soltar sin que tengan ninguna responsabilidad sobre su propia comida o su propio trabajo. Según la ley, ir a prisión no es ir a un lugar a sufrir como castigo. El castigo es que pierdes tu libertad. Si tratamos a la gente como animales cuando están en la cárcel, es probable que se comporten como animales. Aquí prestamos atención a los seres humanos".

Es cierto que Noruega puede hacer estos experimentos con mayor facilidad que otros países. Tiene una población de menos de cinco millones (menos que Madrid, por poner un ejemplo), y menos de 4.000 prisioneros (en Gran Bretaña hay unos 84.000). Sin embargo, burocracia aparte, no deja de existir la duda de que, a lo mejor, la lección que ejemplifica esta pequeña isla noruega no sería algo que se podría aplicar en el resto del mundo con resultados similares.

Fuente: Yahoo! España

Bastoy, la “paradisíaca” prisión con menos índice de reincidencia de Europa