Ateos, los menos apreciados en Estados Unidos

Los cristianos representan el 73 por ciento de la población estadounidense (George Fox Evangelical Seminary - Flickr)
Los cristianos representan el 73 por ciento de la población estadounidense (George Fox Evangelical Seminary - Flickr)

Los americanos desconfían de los ateos, casi tanto como de los musulmanes. Sobre los segundos la propaganda ha lanzado un velo de sospecha que difícilmente se borrará en el futuro próximo. Todos los fieles al Islam son, para muchos estadounidenses, terroristas hasta que se demuestre lo contrario. Pero, ¿por qué la aversión a los no creyentes? ¿Qué culpas cargan quienes han renunciado a la religión?

Los “enemigos” de la nación

Estados Unidos acumula una larga historia de desamor hacia sus ovejas descarriadas. Si bien judíos y católicos sufrieron en épocas pasadas el recelo de sus vecinos protestantes, hoy los consideran tan bien como a cualquier inocente cristiano. Sin embargo, los ateos nunca han escapado del dedo acusador que los señala como la antítesis de los valores de la sociedad estadounidense.

En las colonias británicas de Norteamérica el “ateo del pueblo” era un personaje rechazado por los lugareños, que lo veían como “una persona inmoral y peligrosa, abandonada por Dios, incapaz de distinguir entre el bien y el mal, y condenada a ser eternamente un paria”, relata un artículo del European Journal of American Studies.

Los ateos fueron relacionados con la amenaza comunista a lo largo del siglo XX (Wikimedia Commons)
Los ateos fueron relacionados con la amenaza comunista a lo largo del siglo XX (Wikimedia Commons)

Desde el siglo XIX, cuando la religión se convirtió en uno de los pilares de la identidad estadounidense, los no creyentes pasaron, a los ojos del común de los ciudadanos, al bando de los enemigos del país. Luego en la pasada centuria el ateísmo rimó con la amenaza comunista proveniente de la Unión Soviética. En el discurso de políticos y líderes religiosos, “el comunista sin dios” era enfrentado por el “americano religioso”, recuerda el citado texto.

Una investigación realizada por la canadiense Universidad de Columbia Británica en 2011 reveló que la desconfianza hacia los ateos se debía a la ausencia de un ser superior que los vigilara. Los creyentes atribuyen el buen comportamiento de una persona a la omnipresencia de Dios y el temor a ser castigados. Ese papel de supervisión, en un contexto laico, lo desempeñan el gobierno y otras autoridades, pero en Estados Unidos, al contrario de países como Suecia y Noruega, esas instituciones no han desplazado la influencia de Dios sobre la manera de juzgar a los demás.

Otro estudio, este efectuado por la Universidad de Minnesota en 2006, concluyó que los estadounidenses asocian a los ateos con los criminales comunes y la élite cultural. En ambos extremos predominan el egoísmo absoluto y la falta de preocupación por el bien colectivo, actitudes que se sitúan en las antípodas de los valores inculcados por la religión.

Expertos consideran que el presidente Barack Obama ha tratado de establecer puentes hacia los ateos. En su primer discurso de toma de posesión, el 20 de enero de 2009, se refirió a Estados Unidos como “una nación de cristianos, musulmanes, judíos, hindúes y no creyentes”, un gesto inédito en el discurso de los políticos norteamericanos.

Sarah Palin, una de las políticas conservadoras relacionadas con la derecha cristiana (Foto AP/J. Scott Applewhite, archivo)
Sarah Palin, una de las políticas conservadoras relacionadas con la derecha cristiana (Foto AP/J. Scott Applewhite, archivo)

El lento declive de las religiones

Quizás en ningún otro país desarrollado la religión ocupa un espacio tan visible en lo cotidiano como en Estados Unidos. De acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew, el 58 por ciento de los estadounidenses consideran a la religión como un elemento muy importante de sus vidas, en comparación con solo 17 por ciento de los británicos, 13 por ciento de los franceses, 21 por ciento de los alemanes y 22 por ciento de los españoles.

Sin embargo, el número de personas que no se identifican con ninguna de las religiones organizadas ha crecido en los últimos años, hasta alcanzar cerca del 20 por ciento. En este grupo, poco menos de la tercera parte se declarara atea y agnóstica, mientras el resto cree en Dios, la naturaleza, la tierra o practica alguna otra forma de espiritualidad.

El Centro Pew atribuye este paulatino alejamiento de las iglesias tradicionales, por una parte, al reemplazo generacional. Un tercio de los menores de 30 años no declara afiliación religiosa alguna, frente a solo nueve por ciento entre los mayores de 65 años. Además, muchos jóvenes relacionan a las religiones organizadas con el conservadurismo político. De hecho, los republicanos y sus simpatizantes tienen la peor opinión de los ateos, doce puntos por debajo del criterio de los demócratas, en una escala de 100 puntos elaborada por el Centro Pew, en la cual judíos y católicos reciben las mejores evaluaciones.