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Aplicaciones anónimas, libertad con doble filo

Los incidentes en Secret provocaron su prohibición en Brasil y reclamos en México.
Los incidentes en Secret provocaron su prohibición en Brasil y reclamos en México.

Muchachas desnudas, confesiones que provocarían despidos, gritos al borde del suicidio… Las aplicaciones anónimas de teléfonos móviles albergan mensajes inusuales en el resto de las redes sociales.

La vertiginosa expansión entre los adolescentes de estos sitios de intercambio ha disparado la alarma de quienes ven en el fenómeno una puerta abierta al ciberacoso.

Observadores más cautelosos, en cambio, sugieren no “botar el sofá” (como dicen en cierta isla caribeña). La necesidad de mantener el anonimato parece una respuesta lógica a las crecientes dudas sobre el uso que hacen las compañías de la información de sus usuarios. Además, ese velo sobre la identidad permitiría a muchos manifestarse como son realmente, sin sentirse juzgados por un entorno social conocido.

Angustiosos secretos

Un reciente reportaje del periódico mexicano Milenio cuenta la historia de Diana Hernández, una adolescente que despierta cada día a la espera de un mensaje: “Subieron tus fotos a Secret”. Las imágenes, tomadas por su ex novio, la exhibirían desnuda frente a sus compañeros de aula y otros ojos extraños. Su ansiedad parece el factor común entre muchos jóvenes usuarios de esa aplicación en México.

Según el diario, Secret ha conquistado a los clientes de la telefonía celular en México. En la primera mitad de este año ocupó el primer lugar por el número de descargas a partir de la App Store y la Play Store, para los dispositivos que usan Android. Esa fiebre no ha pasado sin secuelas. Las fotografías de muchachas desnudas y los relatos de infidelidades han irrumpido como un alud en los colegios del país norteamericano.

El ciberacoso entre los jóvenes se ha extendido por ordenadores y teléfonos inteligentes.
El ciberacoso entre los jóvenes se ha extendido por ordenadores y teléfonos inteligentes.

Las consecuencias de Secret y otras aplicaciones similares como Whisper y Ask.fm inquietan a los activistas contra el ciberacoso. Mike Dreiblatt, presidente del grupo estadounidense Stand Up to Bullying, considera que estas redes “tienden a sacar los peor de la gente”. En declaraciones a la web AdWeek, el también coautor del libro “How to Stop Bullying and Social Aggression” advirtió sobre el efecto “embriagador” en los adolescentes “que no saben cuándo parar”. “El ciberacoso y las aplicaciones anónimas van de la mano”, sentenció.

Sin embargo, los ejecutivos de Whisper y Secret han rechazado los señalamientos sobre la relación entre anonimato y violencia. Tras varias semanas en el centro de la polémica, la segunda aplicación implementó cambios en sus algoritmos que facilitan la detección de palabras e imágenes abusivas. Además, impide la utilización de nombres reales. El CEO, David Byttow, ha afirmado que su compañía se toma muy en serio la prevención del suicidio, para despejar dudas sobre la política corporativa sobre este delicado tema.

Whisper, por su parte, ofrece la posibilidad de reportar publicaciones inadecuadas o usuarios que acosan a otros, se apropian de identidades ajenas o diseminan contenido basura.

El costo de la libertad

“Ninguna persona en su sano juicio cree que la libertad de expresión no tiene costo alguno”, apuntó Lee Tien, abogado de la organización sin fines de lucro Electronic Frontier Foundation, en declaraciones a AdWeek. Tien coincide con otros expertos que ven en las aplicaciones anónimas una salida válida en una época plagada de denuncias de espionaje y violación de la privacidad.

Las revelaciones de Snowden demostraron el alcance de la vigilancia en las redes de telecomunicaciones.
Las revelaciones de Snowden demostraron el alcance de la vigilancia en las redes de telecomunicaciones.

El auge de Secret, Whisper, Yik Yak y sus competidoras ocurre tras una larga temporada de espectaculares descubrimientos sobre cómo los gobiernos y las compañías tecnológicas manejan los datos de los clientes/ciudadanos. Las revelaciones de Edward Snowden sobre los programas de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) destaparon una Caja de Pandora cuyos males no han terminado de emerger.

Los incidentes de ciberacoso serían entonces el precio a pagar por obtener un nuevo espacio virtual de libertad. En un entorno basado en el anonimato, al margen de la hipocresía derivada de lo “políticamente correcto” y otras convenciones sociales, seríamos más honestos con nosotros y con quienes nos rodean, aunque esos “vecinos” virtuales se oculten también en identidades ficticias.

En un artículo publicado por la MIT Technology Review, la editora Rachel Metz describió un encuentro cara a cara con uno de sus contactos en Secret. Para sorpresa suya, se sintió excitada al poder hablar sobre lo que realmente ocurría en su vida y escuchar confesiones similares de su interlocutora. Ese raro ambiente de franqueza, señala la periodista, fue posible quizás a que “no era algo acostumbrado y porque tal vez nunca volverían a verse”.

¿Será que las aplicaciones anónimas se transformarán, finalmente, en el tan esperado alivio para la represión y el estrés? ¿O sucumbirán como otra moda de estos agitados tiempos?