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La sorprendente (y rica) geografía de las segundas lenguas de América Latina

En México el náhuatl supera por su uso al resto de las lenguas indígenas (Agencia EL UNIVERSAL/ Lucía Godínez)
En México el náhuatl supera por su uso al resto de las lenguas indígenas (Agencia EL UNIVERSAL/ Lucía Godínez)

Imaginemos un continente dividido no por las fronteras que heredamos de la colonización europea y las sacudidas de la independencia, sino por el idioma principal. Se extenderían dos enormes países, uno hispanófono y Brasil. Pero si descendemos un escalón y escuchamos los lenguajes que más se utilizan después del castellano y el portugués… Emergería una geografía lingüística rica y sorprendente.

Quienes conozcan solo un poco la región no se asombrarán por el predominio de las lenguas indígenas en México –en especial el náhuatl— y del quechua en las naciones andinas –Ecuador, Perú y Bolivia. Un mapa detallado de estas áreas incluiría otras como la lengua maya y el aimara.

En Chile el mapudungun, idioma del pueblo mapuche, apenas sobrevive. La enseñanza casi exclusiva en castellano –salvo en los raros centros escolares donde la quinta parte de los alumnos son indígenas—y la poca utilidad de la lengua nativa en las relaciones cotidianas, auguran la desaparición. En cambio, el relativo aislamiento del pueblo wayuu en la península de la Guajira, que comparten Colombia y Venezuela, ha permitido la conservación de su lengua, el wayuunaiki.

Un caso excepcional en el corazón de Suramérica, Paraguay, resaltaría por la persistencia del guaraní, preferido en los hogares al español.

La historia de las segundas lenguas describe, sobre todo, cómo los latinoamericanos han tratado de definir su identidad. En los pasajes de esa búsqueda se cruzan la resistencia de los pueblos originarios y la red de vínculos económicos entre naciones vecinas. También, en momentos sombríos, los nacionalismos, la discriminación y la xenofobia.

La masiva inmigración italiana de principios del siglo XX permeó la cultura argentina (Leandro Kibisz - Wikimedia Commons)
La masiva inmigración italiana de principios del siglo XX permeó la cultura argentina (Leandro Kibisz - Wikimedia Commons)

Del cocoliche al italiano

Los miles de italianos que desembarcaron en la capital argentina en las primeras décadas del siglo traían consigo una diversidad de dialectos regionales. Esa primera generación de inmigrantes creó un híbrido entre el castellano local, de los barrios pobres porteños, y su lengua materna. De esa fusión nació el cocoliche.

Los periodistas, escritores y dramaturgos de la época, representantes de una clase inquieta por la marejada migratoria, adoptaron el cocoliche en textos y piezas humorísticas. Esa forma de hablar evidenciaba a sus ojos la torpeza de los recién llegados. La burla ante lo desconocido disfrazaba el racismo.

El tiempo atenuó el desprecio. Las sucesivas generaciones de argentinos de origen italiano penetraron la vida del país y transformaron esa herencia europea en otra pieza indispensable de la identidad del país austral. Hoy se estima que alrededor de 1,5 millones de personas hablan italiano en Argentina, el segundo idioma más hablado.

Las comunidades de la frontera entre Uruguay y Brasil comparten una lengua que mezcla ambas raíces (Gilmar Mattos - Flickr)
Las comunidades de la frontera entre Uruguay y Brasil comparten una lengua que mezcla ambas raíces (Gilmar Mattos - Flickr)

La “amenaza” del portugués

Desde el nacimiento de la independiente República Oriental del Uruguay hasta la dictadura militar de 1973 a 1985, los gobiernos combatieron la utilización del portugués en la frontera con Brasil. En Montevideo consideraban esa confluencia de gentes y el uso del llamado portugués uruguayo como una amenaza contra la unidad nacional.

A pesar de las campañas gubernamentales, miles de habitantes de Artigas, Rivera, Cerro Largo y Rocha conservaron su idioma. En 2003 se inició un programa de educación bilingüe español-portugués en zonas de la frontera. Según datos del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), unos 20.000 estudiantes uruguayos reciben cursos de portugués en los departamentos fronterizos.

En lugar de los viejos temores, las autoridades actuales en Montevideo han entendido la importancia de la lengua de Camões en sus relaciones económicas. Un ejemplo de esa comprensión, el nuevo documento de identidad uruguayo en vigor desde mayo pasado, que incluye el español y el portugués.

Y del otro lado de la frontera, alrededor de 12 millones de brasileños hablan español con más o menos fluidez. Ese dato hoy tampoco le quita el sueño a nadie en Brasilia.