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Alimentos naturales, superalimentos… una bolsa llena de mitos

La moda de los alimentos naturales y orgánicos está plagada de mitos creados por la publicidad.
La moda de los alimentos naturales y orgánicos está plagada de mitos creados por la publicidad.

La obsesión por seguir un régimen mágico, que cubra las necesidades nutricionales, ralentice el envejecimiento y proteja de enfermedades como el cáncer, ha lanzado a millones de consumidores en brazos de la industria de los superalimentos, orgánicos, naturales… Y si bien los expertos reconocen los beneficios de algunos de estos exóticos invitados al menú, el ruido publicitario en torno a sus cualidades solo deja escuchar una parte de la verdad.

Navegar en las tentadoras aguas del supermercado, sin caer en las trampas que nos tienden las grandes compañías del sector alimentario, exige una búsqueda incansable de información. Pero los equipos de marketing saben que la mayoría de los compradores se conforma con la ilusión de llevar a casa comida sana. La conciencia tranquila y la mesa a la última moda orgánica… Gotcha!

Etiquetas engañosas

La industria de los alimentos se alimenta a sí misma de mitos. Esas historias nos llegan a través de la publicidad y mediante las etiquetas en los recipientes.

Los ilustradores se empeñan en hacernos creer que los cereales y vegetales provienen de bucólicas granjas, mientras las aves y el ganado pastan en paisajes de ensueño. Pura fantasía. La idea tan cara a cierta militancia progresista de que los productos naturales han sido manufacturados por pequeños emprendimientos familiares, también cae en el estante de la ficción. En las últimas dos décadas, multinacionales como Coca-Cola, PepsiCo, Unilever y Kraft han engullido casi todas las empresas de comida orgánica en Estados Unidos.

Además, en no pocos casos las etiquetas mienten, sin recato. Así ocurrió meses atrás cuando Kellogg’s aceptó retirar las descripciones “todo natural” y “nada artificial” en la línea de cereales de su marca Kashi. Esos productos contenían ingredientes como el clorhidrato de piridoxina y el pantotenato de calcio, añadidos durante el procesamiento industrial.

El consumidor debe leer con cuidado las etiquetas para desnudar algunos mitos. (AP Foto/J. David Ake, Archivo)
El consumidor debe leer con cuidado las etiquetas para desnudar algunos mitos. (AP Foto/J. David Ake, Archivo)

Otras compañías han abandonado discretamente su pasado “orgánico” tras ser adquiridas por algunas de las Big Food –como llaman en Estados Unidos a los gigantes de la alimentación. Silk, otrora una marca de leche de soja orgánica, cambió su etiquetado a “natural” cuando los ejecutivos de White Wave decidieron utilizar leguminosas cultivadas con métodos convencionales. La denuncia del Instituto Cornucopia provocó la ira de muchos consumidores, que se sintieron engañados por ese cambio.

Con el auge del mercado de los alimentos naturales, valorado en 110.000 millones de dólares en 2013, todo apunta a que se mantendrá la tendencia a la desaparición de pequeñas empresas independientes de productos orgánicos. Las grandes compañías han detectado la avidez por esta alimentación alternativa y gastarán lo necesario para añadirla a su portafolio. “No es una cuestión de escala corporativa, sino de ética”, señala Mark Kastel, cofundador del Instituto Cornucopia. La responsabilidad social y ambiental de las gigantes del sector dista de ser un campo tan impoluto como pretenden las etiquetas de sus productos.

Mitologías naturales

Pero al consumidor promedio probablemente le aburran estas historias corporativas. Seducido por el último superalimento, paga gustoso en la caja el precio adicional por llevarse a casa un milagroso paquete de quinoa, semillas de chía, bayas de açaí o bayas de goji, por solo mencionar algunos de los más populares.

En declaraciones al sitio australiano Good Food, el bioquímico Paul Roach, profesor de la Universidad de Newcastle, afirmó que las supuestas cualidades de los superalimentos suelen responder a estrategias de marketing. En rigor pocas de estas frutas, granos y vegetales han pasado por experimentos científicos que validen su uso en la prevención del cáncer o la ralentización de los efectos del envejecimiento. Estas pruebas son demasiado costosas y demandan mucho tiempo, por lo cual las empresas se conforman con datos incompletos para armar sus mensajes promocionales.

De acuerdo con Michael Vagg, médico y conferencista en la Universidad de Deakin, en Melbourne, la gente se siente bien cuando compra estos productos porque cree que ha hecho una elección inteligente para su salud. La publicidad se aprovecha entonces de esta especie de autoengaño para promover la ilusión de que determinado superalimento nos hará más fuertes.

El kale ofrece abundantes vitaminas, pero puede causar trastornos en la glándula tiroides; las bayas de goji desbordan de antioxidantes, mas también de un potente alergénico, las saponinas; las semillas de chía consumidas en exceso reducen la capacidad de absorber determinados minerales; los jugos de açaí contienen demasiada azúcar y la quinoa podría irritar el intestino.

¿La solución? Un consejo muy viejo, anterior a la moda de los superalimentos y la comida orgánica: una dieta balanceada, que incluya variedad de frutas y vegetales. Todas ellas, combinadas, constituyen el más poderoso aliado de nuestra salud… y nuestro presupuesto.