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¿Quién dice la verdad sobre el petróleo de esquisto?

El boom del petróleo y gas de esquisto en las Américas se extiende de Argentina hasta Canadá (AFP/Juan Mabromata)
El boom del petróleo y gas de esquisto en las Américas se extiende de Argentina hasta Canadá (AFP/Juan Mabromata)

La industria petrolera. Los ecologistas. La comunidad científica. El gobierno. Ninguno y todos. Cuando se calienta la discusión sobre las consecuencias ambientales de la explotación del gas y el petróleo de esquisto, la verdad sale maltrecha. Porque cada parte interpreta las informaciones de modo que sustenten sus argumentos. Y nosotros, los ciudadanos, también perdemos, pues no sabemos a quién creer.

Así ha ocurrido con un reporte publicado a inicios de mes por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). Y no se trata de cualquier estudio. El Congreso norteamericano lo encargó en 2010 para zanjar la cuestión sobre el efecto de la fracturación hidráulica (fracking en inglés) en los depósitos de agua potable.

El lector latinoamericano puede considerar este asunto como un problema distante, de "los gringos". Error. Argentina, Venezuela, México y Brasil aparecen en la lista de las primeras 10 naciones con reservas recuperables de gas y petróleo de esquisto, según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos (EIA). En la transición hacia energías más limpias, estos combustibles fósiles provocarán aún dolores de cabeza a quienes decidan explotarlos.

Por otra parte, este debate sobre el impacto ambiental del sector energético trasciende, incluso, el tema en particular. Vivimos una época de sobreabundancia de información y opiniones extremas. ¿Existe acaso una fórmula para no perderse en ese galimatías?

El reporte de la EPA reunió datos de 151 incidentes que afectaron fuentes de agua potable (Reuters/Jonathan Alcorn)
El reporte de la EPA reunió datos de 151 incidentes que afectaron fuentes de agua potable (Reuters/Jonathan Alcorn)

Ecologistas vs. petroleras

El informe de la EPA afirma: "La evaluación, realizada a petición del Congreso, muestra que, si bien el desarrollo las actividades de fracturación hidráulica en Estados Unidos no ha provocado impactos sistémicos y generalizados sobre el agua potable, hay potenciales vulnerabilidades en el ciclo de vida del agua que pudieran afectar este recurso.”

Ese párrafo, citado en decenas de artículos de prensa y declaraciones, ha servido tanto a defensores de la industria como a detractores del fracking. Veamos un par de ejemplos.

"Después de más de cinco años y millones de dólares –30 millones, para ser más precisos—la evidencia recopilada por la EPA confirma lo que la agencia y la industria del gas y el petróleo ya sabían: la fracturación hidráulica se ha ejecutado de forma segura, bajo un fuerte control ambiental por parte de los reguladores estatales y siguiendo las mejores prácticas”, ha dicho, feliz, Erik Milito, uno de los directores del Instituto Estadounidense del Petróleo.

Como él, otros voceros del sector petrolero han celebrado el estudio de la EPA como un triunfo.

Del otro lado, los ambientalistas citan las mismas palabras de la agencia gubernamental para confirmar sus temores. "La evaluación destruye el mito de que puede existir explotación de gas y petróleo sin impactos en el agua potable", ha señalado John Noël, coordinador del grupo Clean Water Action.

Las críticas han ido aún más lejos. Porque a pesar de la magnitud de la revisión efectuada por la EPA –alrededor de un millar de reportes científicos, artículos, informes de la industria, datos técnicos…– la agencia ha reconocido las limitaciones de sus pesquisas. La industria se niega a hacer pública toda la información relacionada con la localización de los pozos, el uso de más de 400 químicos en el proceso de fractura y en general los incidentes en fuentes de agua potable.

Thomas Burke, uno de los asesores de la EPA, ha dicho: "El mensaje de este reporte es que hemos identificado vulnerabilidades en el sistema de agua, las cuales resulta muy importante conocer y tratar para mantener los riesgos tan bajos como sea posible."

¿Cómo esas "vulnerabilidades" perjudicarán el acceso al agua potable de los nueve millones de estadounidenses que viven a menos de una milla de un pozo petrolero? Ni siquiera la agencia federal conoce a ciencia cierta el alcance del peligro.

El auge del petróleo de esquisto ha beneficiado a miles de trabajadores en EEUU (Reuters/Lucy Nicholson)
El auge del petróleo de esquisto ha beneficiado a miles de trabajadores en EEUU (Reuters/Lucy Nicholson)

¿Quién miente?

Detrás de una mentira o una verdad a medias siempre hay razones.

El boom del petróleo y el gas de esquisto han impulsado a Estados Unidos a la cabeza de los países productores de energía. Solo la producción de gas natural pasó de 19 a 27 billones de pies cúbicos (más de 76.000 millones de metros cúbicos) en la última década. La perforación se ha extendido por unos 25 estados a un ritmo de entre 25.000 y 30.000 pozos anuales.

Esa euforia generó decenas de miles de empleos y transformó la economía de regiones como Dakota del Norte. Antes de la caída de los precios del petróleo en el otoño de 2014, pequeñas compañías crecieron como champiñones, a costa de préstamos que ahora las ahogan. Como si no bastase con el desplome de las ganancias, ¿qué pasaría si se confirmara el impacto de la fracturación hidráulica en las fuentes de agua potable? El fin.

¿Y los ecologistas? ¿Acaso comprenden las limitaciones de una sociedad muy dependiente de los combustibles fósiles? ¿Cómo transitar hacia energías limpias sin causar sacudidas a la economía? Tal vez regulaciones más estrictas podrían garantizar la seguridad en la explotación de los llamados petróleos no convencionales. Quizás.

¿La fórmula para los lectores? Una del ABC del periodismo, que sirve a cualquier ciudadano: consultar varias fuentes, constrastar opiniones de científicos, políticos, empresarios, activistas... todos los interesados en el asunto. Dudar. Luego, según nuestras creencias y valores, decidiremos a quién otorgamos el subjetivo beneficio de la verdad.