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Bienvenido a las guerras de la COVID-19. ¿Por qué aun seguimos peleando por las mascarillas?

Mike Kelly

Uno se pregunta en qué estaban pensando las decenas de personas que se amontonaron en el recinto exterior de un restaurante italiano situado en las colinas del norte de Nueva Jersey la noche anterior al Día de Acción de Gracias.

La multitud de personas de entre 20 y 30 años vivió un momento alegre, animado por el alcohol. Pero también fue una imprudencia.

Esa noche, muy pocas personas en el restaurante Portobello de Oakland usaron mascarilla para protegerse de la propagación del coronavirus. A pocos parecía importarles.

La escena del Portobello, documentada en las redes sociales, se ha repetido en innumerables comunidades a lo largo de todo el país. Incluso se repitió en Portobello unos días después de Acción de Gracias, según funcionarios locales.

Podemos considerarlo un ejemplo de negacionismo a la COVID-19. Podemos calificarlo como otro capítulo de las guerras culturales del coronavirus. O podemos llamarlo, como hizo el gobernador Phil Murphy esta semana, otro ejemplo de comportamiento de los cabeza de chorlito. O simplemente podemos catalogarlo como idiotez desenfrenada.

Pero a medida que las nubes oscuras de la pandemia de COVID-19 se vuelven más siniestras con más de 14 millones de casos en todo el país y el número de muertes sigue aumentando astronómicamente, uno se pregunta cómo es posible que a tanta gente parezca no importarle lo suficiente como para usar una mascarilla quirúrgica que les permita protegerse a sí mismos y a los demás.

¿Y cómo es posible que tantos rincones de Estados Unidos, desde restaurantes hasta tiendas, escuelas secundarias, universidades y equipos deportivos profesionales, sigan jugando una versión extraña de la ruleta rusa y parezcan atreverse a que el virus los infecte?

Divisiones pandémicas

No es ningún secreto que Estados Unidos está profundamente dividido. El presidente electo Joe Biden sumó alrededor de 81 millones de votos en las elecciones presidenciales del mes pasado, un récord. Pero el actual presidente Donald Trump ganó casi 74 millones, el segundo total más alto en la historia de Estados Unidos. Biden ganó claramente, pero su margen no ha sido arrollador.

Sin embargo, las votaciones y las elecciones son una cosa. La salud pública es otra. A medida que la pandemia ha ido empeorando dramáticamente en las últimas semanas, también lo ha hecho la división sobre cómo debemos combatirla.

Varias encuestas realizadas a inicios de este año mostraron que la mayoría de los demócratas consideraban que la pandemia de coronavirus era un problema de salud importante, mientras que los republicanos la minimizaban. La mayoría de los demócratas optaron por usar mascarillas, pero muchos republicanos se negaron a usarla. Ahora, una encuesta reciente de la Universidad de Monmouth sugirió que la COVID-19 es el tema que más preocupa a la nación.

Nuevo espacio para cenar al aire libre en el restaurante Portobello de Oakland.
Nuevo espacio para cenar al aire libre en el restaurante Portobello de Oakland.

Sin embargo, apenas hay consenso. Desde la ciudad de Nueva York, donde los padres están enojados con el alcalde Bill de Blasio por su política de abrir y cerrar de manera intermitente las escuelas, hasta la Casa Blanca, donde la administración Trump ha programado fiestas navideñas sin tener en cuenta el uso de mascarillas, la nación no logra ponerse de acuerdo en una estrategia conjunta para luchar contra la COVID-19.

El doctor Anthony Fauci, uno de los principales expertos del país en enfermedades infecciosas y ahora firme defensor de las mascarillas, necesita guardaespaldas debido a las innumerables amenazas a su vida. Los críticos de Fauci, incluido Trump, lo rebaten con tono acusador recordando que una vez dijo que las personas comunes no necesitaban usar mascarilla. Esa declaración de Fauci se produjo en una entrevista en 60 Minutes, en el mes de marzo.

El detalle que olvidan estas personas es que en aquel momento a Fauci le preocupaba que los médicos y enfermeras no tuvieran suficientes mascarillas. Por eso que no quería que los estadounidenses agotaran los suministros de los hospitales. Además, a medida que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades emitieron nuevas pautas en abril, hubo una mayor disponibilidad de mascarillas para el público en general y los médicos descubrían más detalles sobre las vías de propagación del virus, Fauci recomendó que todos usaran mascarillas.

El cambio de opinión de Fauci no es un delito. Es completamente comprensible teniendo en cuenta lo poco que sabían nuestros mejores científicos sobre la COVID-19 durante los primeros meses de la pandemia. Pero si escuchas a la multitud anti-mascarilla en la actualidad podrías pensar que el cambio de opinión de Fauci sobre el uso de las mascarillas es una ofensa capital.

Ese es solo un ejemplo del tono desquiciado que se ha instaurado en el debate de Estados Unidos sobre cómo derrotar al coronavirus.

Tomemos en cuenta lo que le sucedió a Paul White, un exmaestro de escuela secundaria, cuando acudió recientemente a un gimnasio en Ocean City, Nueva Jersey.

White, quien vive en Ridgewood, enseñó historia e inglés y fue entrenador de fútbol y atletismo durante dos décadas en la vecina Glen Rock High School antes de retirarse en 2007, estaba visitando a sus familiares en Ocean City y simplemente quería hacer ejercicio en un gimnasio local.

White usaba mascarilla, como indicaban las reglas del gimnasio. A mitad del entrenamiento, White se dio cuenta de que había un hombre sin mascarilla. A sus 70 años, White se encuentra en un grupo de riesgo a la infección por COVID-19. Por eso le pidió al hombre que se pusiera una mascarilla. El hombre se enojó y le gritó a White que el virus COVID-19 era un engaño y que Fauci y White eran unos “ignorantes”.

Hace dos semanas, en el mismo gimnasio, White vio a una mujer con dos niños pequeños sin mascarilla. Cuando White le pidió que se pusiera una, la mujer respondió levantando el brazo derecho en lo que White interpretó como el “saludo a Heil Hitler”. Luego le dijo a White, quien tiene una maestría en historia, que “vaya a casa y estudie la Segunda Guerra Mundial”.

“Ella realmente cree que le están arrebatando su libertad”, me dijo White más tarde.

Seguridad personal vs libertad personal

Ahora ese es el dilema. Para demasiados estadounidenses, usar una mascarilla y acatar otras normas básicas de salud pública, como mantener la distancia social, se ha convertido en una cuestión de libertad personal. Algunos consideran que imponer reglas sobre el uso de mascarillas y la distancia social es una intromisión en los derechos constitucionales. Puede parecer una tontería, pero los argumentos sobre el uso de mascarillas se han transformado en argumentos sobre el totalitarismo.

Sin duda, ese fue el mensaje de la multitud que se reunió una noche de esta semana en una calle frente a una taberna de Staten Island que la policía había cerrado por violar las reglas anti COVID-19.

Es necesario decir que Mac's Public House en Staten Island se ha posicionado como lo que el New York Times describió “un punto de inflamación en las guerras culturales de la COVID”. Parece que su propietario se ve como una versión moderna de los “Hijos de la Libertad”, que organizaron el Boston Tea Party el 16 de diciembre de 1773. Sus patrocinadores se ven a sí mismos como soldados de infantería en un movimiento de resistencia antigubernamental.

Área exterior de asientos al aire libre de Portobello en Oakland, el viernes 27 de noviembre de 2020.
Área exterior de asientos al aire libre de Portobello en Oakland, el viernes 27 de noviembre de 2020.

Cuando los funcionarios de Nueva York ordenaron que todos los bares cerraran a las 10 de la noche, Mac's mantuvo sus puertas abiertas. Cuando se prohibió comer en interiores en Staten Island debido a un aumento dramático en la tasa de infección por COVID-19, Mac's siguió sirviendo a sus clientes en las mesas dentro del local. Finalmente, después de que las autoridades suspendieron la licencia de venta de alcohol de Mac, el dueño del bar sirvió comida y bebida gratis y les pidió a los clientes que le realizaran una donación.

El propietario de Mac, Keith McAlarney, desafió al alcalde de Blasio, apodado “de Bozo” por los clientes de Mac, a que fuera al bar y le quitara personalmente la licencia de venta de alcohol enmarcada y colocada en una pared.

La policía arrestó al gerente de Mac’s, Danny Presti. Al parecer, cuando lo sacaron del bar a inicios de esta semana, los agentes del alguacil tuvieron que impedir al senador del estado de Nueva York, Andrew Lanza, un republicano, que interfiriera y acudiera al rescate de Presti. La noche siguiente, cientos de simpatizantes llenaron la calle frente al bar, muchos de ellos ondeando banderas estadounidenses.

No importa que los expertos en salud de todo el país hayan dicho que los bares abarrotados se han convertido en fuentes de propagación rápida del virus de COVID-19, al igual que los cruceros. El dueño de Mac dijo que sentía que las reglas del gobierno le estaban negando efectivamente la oportunidad de ganarse la vida.

En Oakland, los propietarios del restaurante italiano Portobello no se han unido a las filas de los revolucionarios del coronavirus de Staten Island. Dicen que planean cumplir con la sanción impuesta por los funcionarios de Oakland después de que una multitud se reuniera en su restaurante durante el Día de Acción de Gracias. Por tanto, Portobello cerrará su bar al aire libre a las 4 de la tarde cada día durante el mes siguiente.

“Todo lo que puedo decir es que se produjo una situación desafortunada”, confesó dijo Vincent Amen, gerente de Portobello, en una entrevista. “Obviamente cambiaremos los procedimientos para que esto nunca vuelva a suceder”.

Amén admitió que no estaba completamente sorprendido por la afluencia de clientes. Dijo que contrató seguridad adicional, pero no fue suficiente para detener a la multitud que se negó a usar mascarilla.

Insistió en que “sigue siendo muy cauteloso”, pero que ahora muchas personas sufren de “fatiga COVID”, lo que hace que no quieran usar mascarillas.

Mascarillas quirúrgicas
Mascarillas quirúrgicas

“La gente podría estar cansada de las reglas, de manera que las ignoran o se vuelven más laxos en su cumplimiento”, explicó Amen.

Puede ser verdad. Pero, ¿por qué Portobello dejó que una multitud rompiera las reglas?

Otros factores que pueden explicar lo ocurrido es el alcohol y el deseo de festejar.

“Cuando empiezas a beber, tus defensas bajan”, me dijo la alcaldesa de Oakland, Linda Schwager. “Por eso se producen tantos accidentes automovilísticos en los que están involucrados conductores ebrios. Por eso la gente hace tantas estupideces cuando está borracha. Además, la gente se ha vuelto complaciente con la COVID. Se están deprimiendo con la llegada de las navidades”.

Eso también puede ser verdad. Pero Estados Unidos se encuentra en medio de una inminente crisis de salud pública.

La manera en que salgamos de esta crisis dependerá de nuestra capacidad para unirnos.

Este artículo fue publicado originalmente en Yahoo por USA Today

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