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El Bayern de Múnich y una liga definida desde el minuto 43 del primer partido

MUNICH, GERMANY - AUGUST 14: Lucas Hernandez of Bayern Muenchen celebrate during the Bundesliga match between FC Bayern München and VfL Wolfsburg at Allianz Arena on August 14, 2022 in Munich, Germany. (Photo by Roland Krivec/DeFodi Images via Getty Images)
MUNICH, GERMANY - AUGUST 14: Lucas Hernandez of Bayern Muenchen celebrate during the Bundesliga match between FC Bayern München and VfL Wolfsburg at Allianz Arena on August 14, 2022 in Munich, Germany. (Photo by Roland Krivec/DeFodi Images via Getty Images)

Así como si nada, se terminó. Durante más o menos dos meses, los clubes de la Bundesliga habían tenido un mínimo destello de esperanza. No lo habían sentido en bastante tiempo. No querían admitir que ahora lo sentían, no en público: era frágil, culpable, seguramente vana, pero era esperanza sin duda.

Robert Lewandowski se había ido. Durante un tiempo, parecía que Serge Gnabry iba a ser el siguiente en marcharse. Thomas Müller y Manuel Neuer eran otro año más viejos. Por primera vez en una década, el Bayern de Múnich no parecía débil —el Bayern de Múnich nunca es débil—, pero sí un poco mermado, un poquito más humano.

En el Borussia Dortmund, el Bayer Leverkusen, el RB Leipzig, se había formado la idea, espontánea y silenciosa. ¿Y si los refuerzos del Dortmund funcionaban? ¿Y si Florian Wirtz prosperaba? ¿Y si Christopher Nkunku apenas estaba empezando? ¿Y si este era uno de esos años, los de en medio, los liminales, cuando el Bayern se atenúa y otro surge?

Y, de pronto, se impuso la cruda realidad. El primer partido del Bayern en la temporada fue de visita contra el Eintracht de Fráncfort: un estadio intimidante, lleno hasta el tope, que alentaba a un equipo que había ganado la Liga Europa tan solo unos meses antes. No fue un inicio amable. No durante los primeros cinco minutos, en todo caso.

Entonces, Joshua Kimmich anotó. Cinco minutos después, Benjamin Pavard hizo lo propio. Luego, en su debut, Sadio Mané, además de Jamal Musiala y el mismo Gnabry. En ese momento, la temporada de la Bundesliga tenía exactamente 43 minutos de vida, pero toda la esperanza se había extinguido y todas hipótesis tenían una respuesta. Así como si nada, otro año más, se terminó.

Por supuesto, la esperanza es un poco más resistente que eso. Nadie, ni siquiera el Bayern de Múnich, gana un campeonato en agosto. Su victoria sobre el Eintracht tan solo fue un partido. Tal vez, en los meses por venir, la táctica de Julian Nagelsmann tendrá algo que no funcione. Tal vez la escuadra del Bayern estallará en un motín a gran escala. Tal vez una epidemia de lesiones aflija al club. Tal vez, como se hizo notar en este espacio la semana pasada, la Copa del Mundo Qatar 2022 partirá la temporada en dos mitades que estarán asoladas por la aleatoriedad.

No obstante, la impresión que dejó esa goleada del día inaugural fue indeleble. La partida de Lewandowski y la sensación persistente de un cambio generacional que esta ha engendrado en el Bayern no han hecho nada para cambiar la dinámica de poder en la Bundesliga. El destino de su campeonato se siente predestinado, si bien no desde el momento en que inicia la temporada, en definitiva, sí desde el minuto 43.

Esto, claro está, se ha llegado a percibir como el defecto fatal del fútbol alemán. El Bayern tiene la mayoría de los aficionados, la mayor influencia comercial y la mayor cantidad de dinero en premios de la Liga de Campeones, por lo tanto, tiene una supremacía que ahora ronda en lo absoluto. Ha ganado todos los títulos durante los últimos diez años. A veces, la brecha con el contendiente más cercano es de 25 puntos. No hay dramatismo. No hay dudas. No se siente del todo correcto, estando en la cima de la tabla, describir la Bundesliga como una competencia.

Por lo menos, Alemania no está sola. En Francia, el París Saint-Germain comenzó su temporada anotando tres goles en 38 minutos frente al Clermont y terminó ganando por 5-0. El PSG ha ganado ocho de los últimos diez títulos disponibles en Francia. Su presupuesto, inflado por la beneficencia catarí, no tiene ninguna relación con el de alguno de sus rivales. El aire en la Ligue 1 también está lleno de inevitabilidad.

En teoría, claro está, esto no solo hace ver mal a ambas ligas, sino también limita su atractivo y su ambición. Se nos ha hecho creer que los deportes necesitan dos cosas para retener a los aficionados antiguos y atraer a los nuevos, llenar estadios, llamar la atención de las audiencias de televisión distraídas y a la deriva.

Ambas están relacionadas (y a menudo se confunden), pero son diferentes. Una es lo que por lo general se llama equilibrio competitivo: la idea de que varios participantes de un torneo pueden, a final de cuentas, ganarlo. La otra es conocida, en términos académicos, como la hipótesis de la incertidumbre por el resultado: la creencia de que un juego individual dentro de una competencia determinada tan solo es atractivo si los aficionados sienten —o al menos pueden engañarse para sentir— que ambos bandos tienen una oportunidad.

MUNICH, GERMANY - AUGUST 14: Sadio Mane of Bayern Muenchen looks on during the Bundesliga match between FC Bayern München and VfL Wolfsburg at Allianz Arena on August 14, 2022 in Munich, Germany. (Photo by Roland Krivec/DeFodi Images via Getty Images)
MUNICH, GERMANY - AUGUST 14: Sadio Mane of Bayern Muenchen looks on during the Bundesliga match between FC Bayern München and VfL Wolfsburg at Allianz Arena on August 14, 2022 in Munich, Germany. (Photo by Roland Krivec/DeFodi Images via Getty Images)

La mejor medida de cuán importantes son estos conceptos para las ligas mismas se presenta en el formato de la profundamente arrogante pero innegablemente exitosa estrategia de mercadotecnia de la Liga Premier.

En Inglaterra, el sentido elitista de identidad no se puede separar de la idea de que no solo cualquier equipo puede vencer a cualquier otro equipo en cualquier momento, sino también de que por sí misma presume una multiplicidad de contendientes por la corona suprema.

Después de todo, Alemania y Francia tan solo tienen uno. España tiene una irrisoria tercia: el Real Madrid, el Atlético de Madrid y cualquiera de los trozos del Barcelona que no se hayan vendido para firmar a Marcos Alonso. En la actualidad, la cantidad de contendientes en Italia podría forzarse hasta cuatro, pero esto solo sucede porque la Juventus fue muy amable al decidir que iba a pasar tres años autoimplosionando.

Sin embargo, Inglaterra no tiene menos de seis, una media docena completa de equipos que llega a la temporada con una oportunidad de ganar el campeonato; esto al menos es más que teórico. Por supuesto que la realidad es bastante más compleja: no solo porque algunos de los seis son más iguales que otros, sino también porque, en comparación, tener una muestra amplia de contendientes implica que una temporada es menos predecible, pero los partidos lo son más.

No obstante, la verdad, en este caso, importa menos que la creencia. En términos generales, se acepta que el éxito de la Liga Premier se debe al hecho de que es menos procesional que todas sus competencias rivales. Entonces, esto deriva en que la posibilidad de otra temporada en la que el Bayern de Múnich y el PSG se paseen sin prisa hasta sus coronas nacionales es un tachón para las ligas que los albergan.

A la mayoría de los aficionados, esto le parece bien. Les parece justo. Sin duda es una desventaja saber, casi desde el inicio, cuál será el equipo que saldrá triunfante. Es como ir al cine a ver una película con la certeza de que un amante deja que el otro se ahogue a pesar de que hay suficiente espacio en la balsa o que en realidad el tipo es un fantasma: no tiene mucho sentido quedarse hasta el final. Debería haber equilibrio competitivo. Debería haber incertidumbre por el resultado. Después de todo, por eso es que vemos el fútbol.

MUNICH, GERMANY - AUGUST 14: goalkeeper Manuel Neuer of Bayern Muenchen looks on during the Bundesliga match between FC Bayern München and VfL Wolfsburg at Allianz Arena on August 14, 2022 in Munich, Germany. (Photo by Roland Krivec/DeFodi Images via Getty Images)
MUNICH, GERMANY - AUGUST 14: goalkeeper Manuel Neuer of Bayern Muenchen looks on during the Bundesliga match between FC Bayern München and VfL Wolfsburg at Allianz Arena on August 14, 2022 in Munich, Germany. (Photo by Roland Krivec/DeFodi Images via Getty Images)

Sin embargo, da la casualidad, que no es así. Un artículo que publicaron investigadores de la Universidad de Liverpool —para la que se aprovechó un cúmulo inesperado en la investigación académica sobre las motivaciones de los aficionados deportivos— reveló que no había ninguna correlación entre cuán incierto era el resultado de cualquier juego y cuánta gente lo veía. Mencionaron que el vínculo en definitiva era insignificante.

Resulta que no es por eso que la mayoría de la gente ve deportes, nos queramos convencer de ello o no. Según los investigadores, hay una conexión entre la audiencia y la calidad del jugador expuesto. Sin embargo, es todavía más significativo el nombre de los equipos involucrados. Señalaron que el poder de la marca tendía a “dominar cualquier tipo de contribución al tamaño de la audiencia”.

Además, en ese artículo de 2020 hay otro hallazgo que vale la pena destacar. “Se esperaría que el tamaño de la audiencia total que atrae un partido con la más alta importancia para un campeonato observada en nuestro conjunto de datos sea un 96 por ciento mayor que la de uno sin ninguna consecuencia para los premios otorgados al final de la temporada”, aunque los equipos involucrados sean los mismos, escribieron los investigadores.

En otras palabras, más que un equilibrio competitivo, más que una incertidumbre por el resultado, más que rostros famosos y nombres poderosos, los aficionados realmente quieren riesgo. Quieren, queremos, todo el riesgo que podamos obtener: los juegos que se sienten como si se jugaran el todo por el todo. Eso vende ligas. Eso atrae a los aficionados.

A final de cuentas, ni Alemania ni Francia pueden ofrecer eso. Eso es lo que se vuelve cada vez más raro en cada temporada que pasa en el resto de las principales ligas de Europa y también en bastantes de sus menores, debido a los efectos distorsionados del ingreso que produce la Liga de Campeones por todo el continente.

Sin embargo, eso queremos, más que nada. Ver cómo el Bayern y el PSG pisotean a todo el mundo ofrece un placer a corto plazo, la breve satisfacción de asombro, pero a costa del premio mayor. Lo más probable es que esta temporada no haya un partido decisivo en la Bundesliga. No habrá un enfrentamiento definitivo. ¿Cómo podría haberlo, si dio la impresión de que todo se resolvió al minuto 43?

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