Cómo fue la Batalla del Río de la Plata, el primer gran combate naval de la Segunda Guerra Mundial que sacudió a Uruguay y Argentina
Entre Europa y la desembocadura del Río de la Plata hay más de 10.000 kilómetros de separación.
Con tal distancia, ¿quién hubiese imaginado que la primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial ocurriría en sus alrededores? Sin embargo, así fue y los primeros sorprendidos fueron los habitantes de Montevideo.
Todo ocurrió hace 85 años, a primera hora del 13 de diciembre de 1939, cuando cuatro embarcaciones comenzaron a dispararse sin parar durante más de una hora.
Por el bando aliado había tres naves británicas y por el alemán, una, pero no era cualquier embarcación. Se trataba del Almirante Graf Spee, el cual cuando fue lanzado al mar en 1934 fue presentado como “más fuerte que el más veloz y más veloz que el que el más fuerte”.
Un fantasma en el océano
¿Por qué el enfrentamiento tuvo lugar a solo unos cientos de kilómetros de Uruguay y Argentina, dos países que se habían declarado neutrales?
“Para agosto de 1939 el comando alemán ya preveía el inicio de la guerra y decidió enviar dos de sus barcos al Atlántico para atacar el tráfico mercantil entre América y Reino Unido”, explicó a BBC Mundo el historiador uruguayo Daniel Acosta y Lara.
Sin embargo, el régimen nazi no envió a cualquiera de sus embarcaciones, sino a dos de las más avanzadas de la época: el Almirante Graf Spee y el Deutschland.
Ambas naves eran unos "Panzerschiffe" (acorazados de bolsillo), un nuevo tipo de barco de guerra diseñado para cumplir las restricciones que el Tratado de Versalles le había impuesto a Alemania unos años antes.
El acuerdo que puso fin a la Primera Guerra Mundial prohibió a Berlín desarrollar naves de guerra de más de 10.000 toneladas de desplazamiento.
No obstante, el Graf Spee y Deutschland llegaban hasta las 12.000 toneladas y estaban equipados con cañones de 280 milímetros.
Pero su característica más innovadora era su motor.
“Tenían propulsión diésel y eso les daba un gran radio de acción, en comparación con los barcos de vapor que estaban obligados a estar cerca de Europa, porque consumían mucho más combustible”, explicó Acosta y Lara.
Aunque Alemania carecía de una flota naval que pudiera rivalizar con la aliada, en particular con la británica, sí tenía una estrategia con la que esperaba causar serios daños a sus oponentes: aplicar tácticas de un corsario.
“La idea era que el barco pasara desapercibido el mayor tiempo posible. Sus instrucciones eran hundir mercantes y desaparecer, ubicándose en zonas del Atlántico fuera de la línea de tráfico”, apuntó el historiador coautor del libro “Graf Spee: de Wilhelmshaven al Río de la Plata”.
El experto aseguró que la táctica tenía un doble efecto: “No solamente se producía la pérdida del barco mercante, sino que además otros barcos se desviaban por temor a nuevos ataques, trastocando el comercio”.
De la zona del Río de da Plata salían los envíos de carne y de otros alimentos para Reino Unido.
Entre el 30 de septiembre y el 7 de diciembre de 1939, el Graf Spee hundió ocho cargueros en el Atlántico sur y otro más en el Índico, de acuerdo con los registros de la época.
Una decisión fatal
A primera hora del 13 de diciembre el acorazado alemán divisó a lo lejos dos embarcaciones y enfiló a hacia ellas pensando que eran naves mercantes. Sin embargo, se trataban del cruceros británicos Exeter, Ajax y Achilles, los cuales estaban a su caza.
En lugar de huir, el capitán del Graf Spee, Hans Langsdorff, decidió batallar con la formación británica, una decisión que, a juicio del también historiador uruguayo Fernando Klein, selló el destino de la nave.
“Hubo una sucesión de hechos desafortunados para el capitán Langsdorff. El más importante fue que perdió un hidroavión, el cual le permitía ver más lejos de lo que veía con los prismáticos; entonces no supo que eran tres y no dos los barcos británicos que estaban en la zona”, afirmó el autor del libro “El Graf Spee en el tiempo”.
“Con la información errada, el capitán seguramente pensó que era una batalla fácil, pero terminó rodeado y sin escapatoria alguna”, agregó.
Acosta y Lara, por su parte, afirmó que el Graf Spee habría podido vencer a dos de los barcos británicos, pero no a tres.
“Los 'Panzerschiffe' tenían cañones pesados, pero disparaban dos proyectiles por minuto. En cambio, los buques británicos disparaban cerca de 24 y eso les daba ventaja”, apuntó.
Pero como si lo anterior no fuera suficiente, el Graf Spee tampoco tenía suficiente munición.
“El barco ya había utilizado parte de su arsenal durante sus incursiones en el Atlántico y, además, sufrió algunos daños en instalaciones secretas que los alemanes ocultaron para no revelar el talón de Aquiles de la nave”, explicó.
Durante el combate, en el que fallecieron 68 marinos ingleses y 36 alemanes, todas las naves involucradas sufrieron daños. Sin embargo, el acorazado de bolsillo terminó herido mortalmente.
“El Exeter destruyó, por casualidad, la caldera de vapor en la que se preparaba el diésel que utilizaba el Graf Spee para propulsarse. Esto quiere decir que solo tenía combustible listo para unas 16 horas, lo cual era insuficiente para volver a Europa”, indicó Acosta y Lara.
Además de atender los daños, el capitán Langsdorff decidió buscar refugio para “darle sepultura a los fallecidos y tratar lo antes posible a los heridos”, agregó Klein.
Los aliados también se retiraron por considerar que no podían liquidar a su enemigo con las municiones que les quedaban y comenzaron una campaña de propaganda para hacerle creer a su enemigo que una enorme flota estaba en camino.
La única opción
Langsdorff puso rumbo hacia el puerto de Montevideo.
Uruguay se había declarado neutral. Sin embargo, el hecho de que los trenes y las empresas de agua y de gas estuvieran en manos de compañías británicas hizo que Londres pudiera ejercer gran influencia sobre el gobierno del país sudamericano. Esto explica por qué las autoridades locales solo le permitieron a la nave estar tres días en el puerto.
Argentina, por su parte, era más proclive a Berlín. No obstante, las posibilidades de llegar hasta Buenos Aires eran mínimas, aseguraron los expertos.
“El viaje a Buenos Aires era imposible por el calado del barco”, explicó Klein.
Aunque el capitán intentó infructuosamente reparar el barco en la capital uruguaya, Acosta y Lara aseguró haber conseguido nueva información en los archivos navales alemanes que indica que Langsdorff tenía en mente una opción más radical.
“El capitán le ordenó a su buque aprovisionador volver a Alemania. ¿Qué significa esto? Que el barco ya no podrá cargar provisiones ni combustible, es decir, que el capitán había decidido que no iba a continuar”, precisó.
“El capitán tenía tres opciones: salir a luchar con el barco dañado, casi sin combustible y sin municiones, con el peligro de que los ingleses lo vencieran y lo tomaran. La otra opción era ir a Buenos Aires, que no era posible por las condiciones del canal de navegación. Y la tercera era volar el barco”, agregó Acosta y Lara.
Langsdorff entonces urde su último golpe: saca al grueso de la tripulación hacia Argentina en unos remolcadores y ordena colocar explosivos en distintos puntos de la nave para destruirla.
El objetivo era evitar que los aliados se hagan con avances como la famosa máquina Enigma, la cual servía para enviar mensajes cifrados.
Así, el 17 de diciembre el dañado Graf Spee deja el puerto y, a los pocos minutos, estalla.
“El fuego duró un mes”, contó Klein, quien consideró extraño el sitio escogido por el capitán para volar la nave.
“La explosión se produjo en una zona donde la profundidad de las aguas es de siete metros. De hecho, cuando bajaba la marea, se podía ver la parte superior en el barco. ¿Por qué el capitán no la dirigió hacia el océano donde se llega fácilmente a 30 o 40 metros?”, dijo.
A los meses, militares ingleses recorrieron el barco e incluso compraron partes a través de un testaferro, por supuesto.
El experto recordó que el Graf Spee solo terminó realmente bajo las aguas en 1953, cuando la Marina uruguaya lo volvió a explotar.
De misterio en misterio
Tres días después de que el Graf Spee estallara, el capitán Langsdorff apareció muerto en Buenos Aires.
“La propaganda alemana dijo que (Adolfo) Hitler le ordenó hundir el barco, pero eso no es cierto; fue el capitán quien lo decidió. Sin embargo, después de eso no podía volver a Alemania y, por ello, se suicidó”, afirmó Acosta y Lara.
Klein ve algo extraño en este deceso: “El cuerpo del capitán apareció envuelto en la bandera de la marina alemana, pero ¿cómo se pudo disparar si estaba envuelto en la bandera? Esto da motivos para creer que fue asesinado por la Gestapo”.
El historiador aseguró que horas antes de que el oficial falleciera, recibió la visita de dos personas.
“Está la idea de que lo presionaron: eres tú o tu familia y le dejaron un revólver”, agregó.
La decisión de Langsdorff de hundir el barco supuso un duro golpe para la entonces imbatible maquinaria bélica nazi. Así, poco después, ordenaron a todos sus navíos dar batalla hasta el final y jamás rendirse.
“Esto trajo como consecuencia que barcos como el Bismarck fueran hundidos con gran pérdida de vidas”, agregó Acosta y Lara.
El grueso de los miembros de la tripulación del Graf Spee, por su parte, permaneció en Buenos Aires durante el conflicto y, cuando regresaron a la Alemania derrotada, fueron internados durante seis meses en un campo de concentración.
Una batalla millonaria
Pese a que ha estado más de ocho décadas en el fondo del Río de la Plata, el buque sigue siendo motivo de controversia en Uruguay.
En 2006 un grupo de empresarios e investigadores bajó hasta sus restos y rescató una pieza que se pensaba perdida para siempre: un águila de más de dos metros de altura que sostiene con sus garras una esvástica, el símbolo nazi.
El hallazgo ha desatado un problema político, judicial y económico que lleva casi dos décadas.
Las autoridades uruguayas no exhiben la pieza ni la han puesto en venta, tal y como establece las leyes locales actuales, por temor a que contribuya a ensalzar al nazismo.
La decisión gubernamental de colocar al símbolo en una caja dentro de un almacén militar, como en las películas de Indiana Jones, ha puesto en pie de guerra a los responsables de hallarla y podría terminar costándole millones al país suramericano.
“No tiene sentido que el águila no se exponga y se explique su contexto”, declaró a BBC Mundo, Alfredo Etchegaray, quien financió la exploración del Graf Spee cuando todavía era legal.
“Su destino debe ser educativo, esa es mi opinión, pero eso lo deben decidir los políticos. Yo lo que busco es que se me compense por mi trabajo”, explicó el explorador, quien anunció que en diciembre presentará una nueva demanda por US$ 25 millones contra el Estado uruguayo.
Así que, a su manera, la batalla del Río de la Plata, continúa.
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