Ayuda para que los pacientes de accidentes cerebrovasculares recuperen el movimiento en las manos

Heather Rendulic, quien sufrió un accidente cerebrovascular a los 23 años que le incapacitó el brazo y la mano izquierdos y le imposibilitó realizar tareas como amarrarse los zapatos, corta una fresa en su casa de Pittsburgh, el 17 de febrero de 2023. (Kristian Thacker/The New York Times).
Heather Rendulic, quien sufrió un accidente cerebrovascular a los 23 años que le incapacitó el brazo y la mano izquierdos y le imposibilitó realizar tareas como amarrarse los zapatos, corta una fresa en su casa de Pittsburgh, el 17 de febrero de 2023. (Kristian Thacker/The New York Times).

Heather Rendulic tenía 23 años cuando sufrió un accidente cerebrovascular que la dejó paralizada del lado izquierdo. Diez años después, su brazo y mano izquierdos siguen tan afectados que no puede amarrarse los zapatos, teclear con las dos manos ni cortar su comida.

Sin embargo, durante un mes extraordinario, mientras participaba en un estudio innovador, de repente fue capaz de abrir un candado con una llave, dibujar un mapa de Italia, meter un nugget de pollo en salsa y comérselo con un tenedor... todo con esa mano izquierda.

“Fue como si en verdad tuviera dos brazos, ¡Dios mío!”, comentó hace poco Rendulic.

Investigadores de la Universidad de Pittsburgh y la Universidad Carnegie Mellon le implantaron electrodos a lo largo de la médula espinal para que recibiera estimulación eléctrica mientras intentaba hacer distintas actividades. Con la estimulación, el brazo izquierdo tuvo más movilidad, los dedos más destreza y pudo hacer movimientos deliberados con más rapidez y fluidez.

El estudio, publicado el lunes en la revista Nature Medicine, representa la primera demostración exitosa de la estimulación de la médula espinal para tratar la debilidad y parálisis de los brazos y manos en pacientes que sufrieron accidentes cerebrovasculares.

El estudio fue pequeño y preliminar, pues las únicas participantes fueron Rendulic y otra paciente. Según varios científicos, todavía quedan muchas interrogantes sobre la eficacia y aplicabilidad de la técnica, pero la investigación sugiere que, con el tiempo, la estimulación de la médula espinal podría ayudar a algunas de las muchas personas que sufren accidentes cerebrovasculares.

Heather Rendulic, quien sufrió un accidente cerebrovascular a los 23 años que le incapacitó el brazo y la mano izquierdos y le imposibilitó realizar tareas como amarrarse los zapatos, en Pittsburgh, el 17 de febrero de 2023. (Kristian Thacker/The New York Times).
Heather Rendulic, quien sufrió un accidente cerebrovascular a los 23 años que le incapacitó el brazo y la mano izquierdos y le imposibilitó realizar tareas como amarrarse los zapatos, en Pittsburgh, el 17 de febrero de 2023. (Kristian Thacker/The New York Times).

“Creo que hay enormes implicaciones para mejorar la calidad de vida”, opinó Lumy Sawaki-Adams, directora del programa en la división de investigación clínica del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, quien no participó en la investigación. A pesar de todo, comentó que “tenemos que ser cautelosos al momento de ofrecer esperanza a muchas personas, pues creo que todavía nos falta camino por recorrer”.

La estimulación de la médula espinal se ha utilizado durante décadas para tratar el dolor crónico. Hace poco, los experimentos de estimulación —ya sea mediante electrodos implantados quirúrgicamente o de forma no invasiva por medio de electrodos colocados en la piel— han demostrado potencial para ayudar a los pacientes con lesiones medulares a recuperar la movilidad en las piernas y, en algunos casos, en brazos y manos.

Sin embargo, según expertos en neurología, este método casi no se ha explorado en los accidentes cerebrovasculares, debido en parte a las diferencias en la localización y el tipo de daño.

Debido a que los accidentes cerebrovasculares se producen en el cerebro, se había supuesto que aplicar una estimulación fuera del cerebro no rendiría “los mismos frutos”, comentó Arun Jayaraman, director ejecutivo del centro de tecnología e innovación Shirley Ryan AbilityLab, un centro de rehabilitación en Chicago. Según Jayaraman, el estudio, en el que no participó, se opone a esa suposición y más bien sugiere que la estimulación de la médula espinal, la vía que va del cerebro a los músculos de manos y brazos, puede ayudar a las extremidades dañadas.

Cada año, más de 12 millones de personas en todo el mundo y casi 800.000 en Estados Unidos sufren accidentes cerebrovasculares, señaló Karen Furie, vicepresidenta del subcomité científico para la salud del cerebro apopléjico de la Asociación Estadounidense de Accidentes Cerebrovasculares.

En un inicio, los pacientes suelen recibir unos seis meses de terapia física, ocupacional y de otros tipos, pero luego los progresos a menudo se estancan.

“En esencia, no tenemos nada que ofrecerles a las personas que llevan años afectadas y con discapacidades de larga duración”, afirmó Furie, quien también es presidenta de Neurología de la Escuela de Medicina Warren Alpert de la Universidad Brown y no participó en el estudio.

Unas tres cuartas partes de los pacientes de accidentes cerebrovasculares experimentan deterioro, debilidad o parálisis en brazos y manos, según Elliot Roth, médico tratante del Centro de Innovación Cerebral del Shirley Ryan AbilityLab, quien no participó en el estudio. “Para muchas personas, es la parte más dura del proceso de recuperación de un accidente cerebrovascular y la que suele tardar más en recuperarse”, puntualizó.

Las pacientes que participaron en el estudio habían sufrido distintos tipos de accidentes cerebrovasculares y tenían diversos grados de deterioro. El accidente cerebrovascular de Rendulic fue hemorrágico, a causa del estallido de vasos sanguíneos. La otro paciente, una mujer de 47 años que tiene un deterioro más grave y a la que los investigadores no identificaron, sufrió un accidente cerebrovascular isquémico, que es más común y consiste en la obstrucción de vasos sanguíneos.

Los investigadores implantaron hilos de ocho electrodos en dos sitios, que corresponden a los lugares donde las fibras neurosensoriales del brazo y la mano entran en la médula espinal.

Marco Capogrosso, profesor adjunto de Cirugía Neurológica en la Universidad de Pittsburgh, comentó que el método se derivaba del hecho de que, en los accidentes cerebrovasculares, algunas zonas neuronales permanecen intactas.

“Así que, si podemos construir esta tecnología para amplificar las señales neuronales, tal vez logremos restaurar el movimiento del brazo y la mano”, comentó Capogrosso, quien dirigió la investigación con Elvira Pirondini, profesora adjunta de Medicina Física y Rehabilitación en la Universidad de Pittsburgh, y Douglas Weber, profesor de Ingeniería Mecánica en el Instituto de Neurociencia de la Universidad Carnegie Mellon.

Cinco días a la semana durante cuatro horas al día, los investigadores activaron la estimulación, la calibraron con el fin de determinar los parámetros óptimos para cada paciente y les pidieron que intentaran hacer distintos movimientos y tareas. De inmediato, el efecto fue notorio.

“El primer día en el laboratorio y la primera vez que lo encendieron, estaba sentada en una silla y me pidieron que abriera y cerrara la mano, algo muy difícil para mí”, recordó Rendulic. Mientras su esposo y su madre observaban, “de inmediato abrí y cerré la mano”, narró. “Todos rompimos en llanto”.

Durante cuatro semanas, se le asignaron tareas cada vez más difíciles, como agarrar y mover una lata de sopa. Con estimulación, movió catorce bloques pequeños por encima de una barrera en una caja con la mano izquierda, en comparación con seis bloques sin estimulación.

El protocolo aprobado para el estudio exigía retirar los electrodos a los 29 días. Sin embargo, un mes después, las pacientes conservaban algunas capacidades mejoradas, lo cual sorprendió a los investigadores. “Pensábamos que no era posible” con solo cuatro semanas de estimulación, comentó Pirondini.

Según Capogrosso, no queda claro exactamente por qué puede persistir el beneficio, pero planteó la hipótesis de que “los mismos procesos neuronales que les permiten utilizar este método de estimulación también llevan a una recuperación del movimiento cuando la estimulación está desactivada”. Y agregó: “No estamos creando nuevas fibras, pero sin duda estamos reforzando las que hay”.

Varios expertos hicieron notar que este estudio piloto no estaba diseñado para responder a la pregunta más relevante para los pacientes: ¿las mejoras en las tareas de laboratorio pueden traducirse en habilidades importantes para la vida diaria?

“Es un primer paso de cientos”, mencionó Daniel Lu, profesor y vicepresidente de Neurocirugía en la Universidad de California, campus Los Ángeles, quien fue coautor de un estudio de 2016 que mostró que la estimulación espinal con electrodos implantados mejoró la fuerza y el control de la mano en dos pacientes con lesiones de la médula espinal.

Lu señaló que cree que la estimulación es prometedora, pero que su impacto en el nuevo estudio era difícil de evaluar porque no había un grupo de comparación y los pacientes no recibieron el mismo régimen de actividades intensivas antes de la estimulación, actividades que en sí mismas podrían tener un beneficio terapéutico.

“¿Es posible que solo se esté ejercitando al paciente y que, sin la estimulación, hubiera obtenido el mismo efecto?”, cuestionó.

Otra pregunta que plantean los neurocientíficos es si —o bajo qué circunstancias— es mejor implantar electrodos de forma quirúrgica o colocarlos sobre la piel, un método menos costoso denominado estimulación transcutánea. Los autores del nuevo estudio consideran que la implantación quirúrgica es superior porque es “mucho más específica”, comentó Weber, lo que le permite “estimular los músculos que controlan la muñeca y la mano”.

Los autores del estudio señalaron que su investigación en curso está evaluando a pacientes de accidentes cerebrovasculares con distintos grados de gravedad, de varios grupos etarios y con otras características para determinar quiénes se beneficiarían de la técnica. Han creado una empresa y comentaron que imaginan que, al igual que con una tecnología similar para el dolor crónico, los pacientes podrían ajustar su estimulación mediante una aplicación digital o un control remoto.

Si la estimulación se vuelve disponible de forma regular para los pacientes de accidentes cerebrovasculares, Rendulic la aceptaría con gusto. “Amenacé con no presentarme a la operación para que me la quitaran”, afirmó. “Quería tenerla todo el tiempo”.

c.2023 The New York Times Company