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Aventurero replicará en biplano el primer vuelo sobre los Andes ecuatorianos

Quito, 22 oct (EFE).- A bordo de un biplano de madera construido durante siete años, de garaje en garaje en un romántico barrio de Quito, el ecuatoriano Juan Rodríguez replicará el primer vuelo realizado el 4 de noviembre 1920 sobre los Andes ecuatorianos por el piloto italiano Elia Liut.

Impactado desde muy niño por esa hazaña, Rodríguez aplicó enseñanzas de construcción heredadas de su padre y se lanzó a una loca aventura: armar con sus manos una aeronave parecida a la pilotada por Liut, pese a que jamás había ensamblado ni una maqueta.

PALOS DE HELADO: ¿EN QUÉ ME METÍ?

Como quien hace una compra cualquiera, pidió en 2003 por internet un kit armable a una fábrica de EE.UU. y, cuando lo abrió en su casa, no pudo ni hacer el inventario "de tantos trocitos de madera y aluminio que había". "¡En qué me metí!", pensó.

Por aquella época, "no tenía siquiera un espacio, rentaba una vivienda, metía los tubos debajo de la cama, y las tablas en los armarios", rememora este aventurero de poca paciencia y mucha templanza, que tuvo que alquilar garajes cada vez más grandes en la zona de La Floresta, en Quito, conforme avanzaba la minuciosa obra.

Había miles de piezas. "Las maderitas más pequeñas son como palos de helado y son las costillas del ala. Las más gruesas no pasan de 12,5 centímetros, la más larga aproximadamente, unos 3,5 metros, pero son de pino blanco, una madera que no tiene nudos, lo que la hace más resistente", explicó Rodríguez a Efe.

El 90 % del biplano es de madera y el resto aluminio; mide 5,20 metros de longitud, tiene una altura de 1,86 y una envergadura de 6,80, con alas recubiertas de una tela especial.

De fuselaje rojo y alas plateadas, la aeronave pesa 276 kilos incluido un motor de cien caballos que reemplazó al de 65 recomendado por la fábrica, pues necesitaba más potencia para vuelos a gran altitud.

Con una velocidad de hasta 75 millas por hora, Rodríguez va solo en la aeronave, pues retiró uno de los asientos para compensar el peso del avión, dado su motor más grande y dos tanques extras de combustible.

Para su suerte, el proyecto se demoró mucho y pudo ir pagando en cómodas cuotas los 35.000 dólares que costó el avión, cuyas piezas unió sólo con pegamento de alta adherencia.

"Muchas veces quería botar la toalla y decía: '¡En qué me metí, ya no quiero saber nada de esto, no se termina nunca'!", dice al recordar el meticuloso pegado, pieza a pieza, las esperas de 24 horas de secado, y los procesos de pintado y lacado, así como el recubrimiento de las alas con una tela certificada.

NADA SOFISTICADO

Del proceso de construcción, Rodríguez recuerda que muchas veces entraba a las 21.00 al taller y salía cinco horas después, pues el día lo pasaba con su pequeña hija, se dedicaba a su empresa de turismo de aventura y tomaba cursos de piloto.

"Liut", como se llama el biplano de Rodríguez en honor a su héroe, tiene una autonomía de unas dos horas, 140 ó 150 millas. Pero si se acaba el combustible, aterriza y compra en cualquier surtidor pues usa el mismo que un automóvil.

El biplano lleva tres tanques: uno de 30 litros en la parte delantera (atrás del motor), y uno de 11,35 litros en cada ala.

"Un flotador que sube y baja me indica más o menos. Tengo que ver al ojo cuánto creo que tengo de combustible, no hay medidores, no hay nada (...) todo es muy básico", señala.

Al velocímetro, altímetro y brújula propios de cualquier aeronave, le añadió recientemente un transpondedor por exigencia de la Dirección de Aviación Civil que, dice, "no sabia ni dónde ponerlo".

"Me gusta navegar como se hacía antes, calculando la dirección del viento, haciendo todos los cálculos en mapas, porque es una forma de conocer la geografía", indica este piloto deportivo certificado de 54 años.

Amante de la aventura, si le falla alguna cosa "aterriza, arregla y vuele a volar", aunque una vez la situación se le complicó con una dura bajada y debió cambiar el tren de aterrizaje.

En el biplano "la visibilidad es terrible, es bastante inestable en turbulencia, pero al mismo tiempo es mágico", aunque para aterrizar -dice- es un dolor de cabeza, "pero eso le hace interesante".

CENTENARIO

"¿Vas a volar en esa cuestión de madera?", es la recurrente pregunta que le hacían familiares y conocidos, rememora Rodríguez, quien está seguro de que su madre lo "encomendó a todos los santos habidos y por haber", y que incluso debe haber escondido un "rosario en el avión".

Y es que el aventurero asevera que "para la gente, a veces, es difícil entender cómo un avioncito de madera puede volar".

En el "Liut" ha volado desde 2010 por zonas costeras y andinas de Ecuador y planea repetir, en noviembre próximo, la hazaña del piloto italiano que unió por primera vez Guayaquil con Cuenca por vía aérea.

Liut, que había sido piloto de la Fuerza Aérea italiana durante la Primera Guerra Mundial, llegó a Ecuador en 1920 por invitación del cónsul de este país en Roma, quien le pidió desarrollar su programa de aviación.

El Macchi-Hanriot HD 1 que trajo consigo llevaba el nombre "Telégrafo I" y con él fue el primero en cruzar por aire los Andes ecuatorianos.

La idea de Rodríguez ahora es conmemorar, junto a otros ultraligeros, el centenario de ese viaje y cubrir en 1:20 horas la ruta del italiano, pero con variantes si hay problemas con el clima, y así celebrar también por todo lo alto el bicentenario de independencia de su Cuenca natal, la misma razón que impulsó el vuelo de Luit desde Guayaquil, pero hace cien años.

Si es que logra hacer este recorrido, tendría que salir de Santo Domingo, donde está ahora el avión, llegar a Guayaquil, de ahí a Cuenca y regresar a Quito, el viaje más largo de Rodríguez desde que emprendió vuelo hace ahora una década.

Susana Madera

(c) Agencia EFE