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¿Avanza Estados Unidos hacia un sistema de cuatro partidos políticos?

Durante la mayor parte de su historia política, Estados Unidos se ha regido con un régimen de dos partidos, si bien terceras formaciones y candidatos independientes han captado en diversos momentos una porción significativa del electorado e incluso logrado triunfos a escala estatal y legislativa.

Pero a escala presidencial han sido los partidos Demócrata y Republicano quienes, con sucesivas transformaciones, han dominado la política desde finales del Siglo XIX hasta hoy.

Tanto el Partido Demócrata como el Republicano tienen grupos internos que se han corrido hacia posiciones radicales de izquierda o derecha en una magnitud mayor que en décadas recientes.
Tanto el Partido Demócrata como el Republicano tienen grupos internos que se han corrido hacia posiciones radicales de izquierda o derecha en una magnitud mayor que en décadas recientes.

Además, en la época contemporánea, han existido numerosos partidos políticos diferentes a los dos dominantes. Por ejemplo, el Libertario, el Verde, el de la Constitución, el de la Reforma y varios de cuño socialista, entre otros, lograron sumar miles de votos (los dos primeros, incluso, 4.4 millones y 1.4 millones, respectivamente) en la elección de 2016. Pero ninguno de ellos ha contado con apoyos suficientes para lograr representación a escala federal.

Pero recientemente analistas han comenzado a identificar fracturas en los dos partidos dominantes que podrían transformar el panorama político estadounidense y dar paso a, al menos, cuatro partidos con posibilidades de lograr triunfos y posiciones importantes. Incluso de ser contendientes en la elección presidencial.

Ello se basa, como comenta Thomas L. Friedman en The New York Times, en que tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano registran fracturas, algunas de corte ideológico y otras de orden pragmático, que podrían suscitar su separación en dos de no conseguir consensos para mantener la unidad.

Por ejemplo, los demócratas son hoy mucho más liberales que en el pasado, y su ala izquierda se ha movido a posiciones mucho más radicales con un enorme apoyo popular. Lo mismo ha sucedido entre los republicanos, donde la derecha radical se ha movido a posiciones más extremas y, en buena medida, es la fuerte base de apoyo del presidente Donald Trump. El presidente también logró en 2016 atraerse a demócratas en estados clave, desafectos del establishment de su partido.

Donald Trump mantiene fuerte apoyo en la derecha radical y ha movido al Partido Republicano en ese sentido. (Reuters)
Donald Trump mantiene fuerte apoyo en la derecha radical y ha movido al Partido Republicano en ese sentido. (Reuters)

En medio, en ambos partidos, quedan los moderados o centristas, que pese a apartarse de los extremos mantendrían entre sí divisiones sustanciales. Eso produce una suerte de cuadrado, donde cada una de las fuerzas tiene importantes apoyos y figuras capaces de movilizar masas de votantes y de recursos.

Esa geografía política cuadrangular se expresa, por ejemplo, en las figuras que en cada uno de esos segmentos muestran capacidad para convertirse en candidatos presidenciales y posiblemente ganar la Presidencia.

Trump ciertamente es la figura sustantiva de la derecha radical y aunque nadie ha levantado la mano aún para retarlo dentro del Partido Republicano, en sus filas existe una cantidad considerable de políticos de influencia que no encuentran pleno acomodo dentro del ‘trumpismo’. Con todo, el hecho de que el Partido Republicano se encuentre en la Casa Blanca y de que la derecha radical que apoya a Trump es una fuerza formidable en las elecciones primarias ha disuadido, por ahora, a los posibles retadores internos del presidente.

Del lado demócrata es también evidente la división entre la izquierda y los moderados. Eso es expresa, por ejemplo, en la percepción ampliamente favorable que tienen Bernie Sanders, quien ya se ha postulado de nuevo a la presidencia con un discurso progresista muy amplio, y el exvicepresidente Joe Biden, de centro, quien aunque aún no ha dicho sí a una opción presidencial es junto a Sanders el puntero en las preferencias entre los aspirantes demócratas.

En el amplio abanico de precandidatos en ese partido, además, hay numerosos matices, todos con una dosis importante de progresismo pero también con inclinaciones mucho más a la izquierda, como Elizabeth Warren, o al centro, como Amy Klobuchar, y posiciones intermedias como Kamala Harris, Joaquín Castro o Beto O’Rourke.

En esa diversidad hay incluso cupo potencial, aunque aún no hay claridad al respecto, para multimillonarios moderados como Mike Bloomberg.

La diversidad de quienes ya se han postulado para hacerse de la candidatura presidencial, o podrían hacerlo, es una muestra de que el Partido Demócrata no es monolítico y tiene importantes alas. (KGO/AP/Yahoo)
La diversidad de quienes ya se han postulado para hacerse de la candidatura presidencial, o podrían hacerlo, es una muestra de que el Partido Demócrata no es monolítico y tiene importantes alas. (KGO/AP/Yahoo)

Las diferencias son claras pero ello no basta para que en el Partido Demócrata se dé una escisión. Pero sí son, como sucede también en el Partido Republicano, muestra de una diversidad y un contraste sustantivo entre los extremos y el centro que no se había registrado a ese nivel en décadas.

¿Llegará entonces a darse en efecto una división en cuatro o más grandes partidos, más los otros ya existentes? Es muy pronto para saberlo y posiblemente eso no suceda. Pero es evidente que, como lo mostró una encuesta de Gallup, los demócratas son cada vez más liberales y tienden a la izquierda. Entre 2001 y 2006, los liberales demócratas representaban el 32% de los demócratas, cifra que hoy es 46%. En cambio, los centristas han pasado de ser el 42% de los demócratas al 35% en ese periodo. Los demócratas conservadores han caído también del 23% al 17% entre 201 y 2018.

Por su parte, desde la irrupción del Tea Party hace cerca de una década, la derecha radical ha crecido dentro del Partido Republicano y ha incluido también a grupos crecientes de cuño populista o nacionalista que antes eran marginales y en buena medida incompatibles con el conservadurismo compasivo tradicional. Eso al grado de que, como comenta Eliiot A. Cohen, en The Atlantic el Partido Republicano se está apartando, bajo la conducción de Trump, de ese conservadurismo y de sus valores para lanzarse en aguas de un extremismo con tentaciones autoritarias que muchos consideran ajenas al movimiento conservador y republicano de figuras como Reagan.

En todo caso, las realineaciones presentes responden en buena medida tanto a la acción de líderes con gran peso como a transformaciones sociales y políticas en sí. Es por ello que aunque no puede afirmarse que los dos partidos hegemónicos estadounidense se fragmentarán inevitablemente en el corto plazo, y es posible que en aras de lograr la victoria en 2020 en una elección de suyo polarizada opten por mantener la cohesión para ganar la mayor cantidad de votos y de estados, los cambios en sus liderazgos y sus militancias son claros y de gran calado. Eso se refleja ya en sus respectivas plataformas políticas y en el talante de sus líderes.

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